Autobiografía: qué es, características y ejemplos
La autobiografía es un tipo de narración en la que se cruza lo literario y lo histórico, cercana a géneros que exploran lo personal como los diarios y las memorias.
Según la Real Academia Española corresponde a la "vida de una persona escrita por ella misma". Así, se trata de textos en los que el propio autor narra los hechos más importantes de su existencia.
Definición
Es un género literario en el que el autor narra su propia vida, describiendo eventos personales, emociones y reflexiones sobre sus experiencias.
A diferencia de la biografía, que es escrita por alguien más, en la autobiografía el narrador y el protagonista son la misma persona, lo que da al texto una perspectiva subjetiva y personal.
Su propósito principal es explorar la identidad, compartir lecciones de vida o documentar experiencias significativas.
Características
- Las autobiografías están escritas en primera persona del singular.
- Lo que prima es la subjetividad. El autor expone sus pensamientos, emociones y opiniones, otorgando una visión subjetiva a lo narrado.
- Aunque relatan las experiencias vitales de una persona en particular, suelen aludir al contexto político-social de la época en la que se desarrollan los hechos.
Orígenes y desarrollo
Las Confesiones de San Agustín, escritas en el siglo IV, se consideran una de las primeras autobiografías completas, donde el autor examina su vida desde una perspectiva cristiana. Aunque el propósito era religioso, la introspección personal establece una base para el género.
Durante la Edad Media, la autobiografía no tuvo un desarrollo significativo en Europa. La mayoría de los textos estaban enfocados en la religión y los autores generalmente no ponían énfasis en sus vidas personales.
Con el Renacimiento, el interés por el individuo y el humanismo impulsó la escritura autobiográfica. En este periodo, se escribieron algunas autobiografías de carácter espiritual y filosófico, como Relato de un peregrino de Ignacio de Loyola y La vida de Santa Teresa de Jesús.
En el siglo XVIII, la autobiografía comenzó a ganar popularidad como un género literario propio, con obras significativas como Confesiones (1782) de Jean-Jacques Rousseau. En esta obra, Rousseau aborda su vida con gran profundidad y honestidad, estableciendo el tono introspectivo que marcaría la autobiografía moderna.
En el siglo XIX el género se expandió y tuvo grandes exponentes como Johann Wolfgang von Goethe, quien publicó su autobiografía Poesía y Verdad (1811). En este periodo también desataca Benjamin Franklin, cuya Autobiografía se considera una de las primeras en la literatura estadounidense.
Fue en este época que surgió el término autobiografía como un anglicismo que utilizó el poeta Robert Southey en un artículo publicado en 1809. Proviene del griego autos (αὐτός), que significa “uno mismo”; bios (βίος), que alude a la “vida”; y graphein (γράφειν), “escribir”.
Sin embargo, se han rastreado usos anteriores del término, pero no en el sentido moderno que entendemos hoy que le dio Southey.
En el siglo XX, la autobiografía experimentó una diversificación, tanto en estilos como en enfoques. Personajes como Nelson Mandela y Malcolm X, utilizaron este recurso como una herramienta de denuncia social y reflexión histórica.
En la actualidad, es un género muy popular y los famosos suelen recurrir a las autobiografías como modo para cimentar su carrera.
¿Qué es la autoficción y cómo se relaciona con la autobiografía?
A partir del siglo XX se comenzó a cuestionar la veracidad de las autobiografías. Aunque existía un pacto implícito de parte del autor, al ser un relato escrito en primera persona era imposible constatar que efectivamente se trataba de hechos reales.
De este modo, se fueron explorando nuevas formas de plantear lo autobiográfico. Así surgió la autoficción, un género literario que combina elementos autobiográficos con ficción, donde el autor es muy parecido protagonista de la historia, pero también introduce aspectos ficticios en la narración. Con ello, se genera un juego con el lector, en donde debe adivinar qué es real y qué no.
El término fue acuñado en 1977 por el escritor francés Serge Doubrovsky. Lo utilizó para describir su novela Fils, que exploraba su vida de manera ficticia y literaria, sin adherirse estrictamente a la verdad o a los hechos reales.
Ejemplos
1. Confesiones de San Agustín (fragmento)
Yo me acuerdo bastante de esto y he reflexionado después el modo con que aprendí a hablar, porque no fue esto por medio de alguna enseñanza de mis maestros o mayores, que me fuesen diciendo las palabras con determinado orden y método de doctrina, como poco después me enseñaron a leer; sino que yo mismo aprendí, valiéndome del entendimiento que Vos, Dios mío, me disteis. Porque viendo que ni con gemidos y voces diferentes, ni con varios movimientos y ademanes del cuerpo, podía explicar como quería los interiores efectos y deseos de mi voluntad, de modo que me entendiesen todos, y todo lo que les quería decir para que me obedeciesen, pronunciaba yo mentalmente las voces y palabras que oía, cuando ellos nombraban alguna cosa; y cuando en correspondencia de alguna palabra que habían dicho se movían corporalmente hacia alguna cosa, lo veía y observaba, y entonces conocía que aquella cosa se nombraba con aquella misma voz que ellos habían pronunciado, cuando querían mostrarla o significarla. Se conocía que ellos querían esto por las acciones y movimientos del cuerpo, que son como palabras naturales y lenguaje de que usan todas las naciones, y se forman, ya con todo el rostro, ya con los ojos solamente, ya con otras señas de los demás miembros del cuerpo, y ya finalmente con el sonido de la voz: con cuyas señas y acciones dan a entender las afecciones del alma en orden a pedir, retener, desechar, huir o aborrecer estas o aquellas cosas.
2. Mi infancia (1913) de Máximo Gorki (fragmento)
En la estrecha habitación en penumbra, al pie de la ventana, yace mi padre en el suelo, todo vestido de blanco y extraordinariamente largo; los dedos de sus pies descalzos están distendidos de un modo extraño; los dedos de sus manos cariñosas, que descansan tranquilas sobre el pecho, también están engarfiados. Tiene los alegres ojos enteramente cubiertos por los círculos negros de dos monedas de cobre, y oscuro el bondadoso rostro, que me asusta mostrando sus dientes, apretados de un modo feo.
Mi madre, a medio vestir, con una falda roja, está de rodillas, peinando los largos y suaves cabellos del padre, desde la frente hasta la nuca, con la peineta negra con que a mí me gustaba aserrar cáscaras de sandía. La madre murmura algo, sin cesar, con voz profunda, grave, enronquecida, sus ojos grises están hinchados y vierten grandes lagrimones, como si se derritieran.
La abuela -oronda, de cabeza grande, ojos enormes y cómica nariz, fláccida y porosa - me tiene agarrado de la mano. Toda ella es negra, blanda y asombrosamente interesante. Llora también, haciéndole coro a mi madre con singular y acorde acompañamiento. Tiembla toda y tira de mí, empujándome hacia el padre. Yo me resisto, me escondo detrás de ella; tengo miedo, siento turbación.
Nunca había visto llorar a los mayores, y no comprendía las palabras que repetía la abuela:
- Despídete del padre, no volverás a verlo más, ha muerto el pobrecito prematuramente, antes de tiempo.
3. Léxico familiar (1969) de Natalia Ginzburg (fragmento)
Mi padre hacía, en la mañana, una ducha fría. Lanzaba, bajo el azote del agua, un grito, como un largo rugido; luego se vestía y tragaba grandes tazas de ese mezzorado gélido, en el que vertía muchas cucharadas de azúcar. Salía de casa cuando las calles todavía estaban oscuras, y casi desiertas; salía en la niebla, en el frío de esas albas de Torino, con en la cabeza una boina ancha, que le formaba casi una visera en la frente, con un impermeable largo y ancho lleno de bolsillos y de botones de cuero, con las manos detrás de la espalda, la pipa, ese paso chueco suyo, un hombro más alto que el otro; en las calles no había aún casi nadie, mas con las pocas personas que había él lograba chocar pasando, caminando ceñido, cabizbajo.
4. El pez en el agua (1993) de Mario Vargas Llosa (fragmento)
Mi mamá me tomó del brazo y me sacó a la calle por la puerta de servicio de la prefectura. Fuimos caminando hacia el malecón Eguiguren. Eran los últimos días de 1946 o los primeros de 1947, pues ya habíamos dado los exámenes en el Salesiano, yo había terminado el quinto de primaria y ya estaba allí el verano de Piura, de luz blanca y asfixiante calor. —Tú ya lo sabes, por supuesto —dijo mi mamá, sin que lo temblara la voz—. ¿No es cierto? —¿Qué cosa? —Que tu papá no estaba muerto. ¿No es cierto? —Por supuesto. Por supuesto. Pero no lo sabía, ni remotamente lo sospechaba, y fue como si el mundo se me paralizara de sorpresa. ¿Mi papá, vivo? ¿Y dónde había estado todo el tiempo en que yo lo creí muerto? Era una larga historia que hasta ese día —el más importante de todos los que había vivido hasta entonces y, acaso, de los que viviría después— me había sido cuidadosamente ocultada por mi madre, mis abuelos, la tía abuela Elvira —la Mamaé— y mis tíos y tías, esa vasta familia con la que pasé mi infancia, en Cochabamba, primero, y, desde que nombraron prefecto de esta ciudad al abuelo Pedro, aquí, en Piura. Una historia de folletín, truculenta y vulgar, que —lo fui descubriendo después, a medida que la reconstruía con datos de aquí y allá y añadidos imaginarios donde resultaba imposible llenar los blancos— había avergonzado a mi familia materna (mi única familia, en verdad) y destruido la vida de mi madre cuando era todavía poco más que una adolescente..
5. Vivir para contarla (2002) de Gabriel García Márquez
Ni mi madre ni yo, por supuesto, hubiéramos podido imaginar siquiera que aquel cándido paseo de sólo dos días iba a ser tan determinante para mí, que la más larga y diligente de las vidas no me alcanzaría para acabar de contarlo. Ahora, con más de setenta años bien medidos, sé que fue la decisión más importante de cuantas tuve que tomar en toda mi carrera de escritor. Es decir: en toda mi vida.
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