7 cuentos mexicanos cortos para asombrar a los niños

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana
Tiempo de lectura: 10 min.

En México existe un amplio repertorio de cuentos tradicionales de origen oral. Se trata de historias que buscan explicar fenómenos de la naturaleza y explicar el mundo que nos rodea.

1. La historia del Quetzal

Quetzal

Esta historia enseña la importancia de la humildad y lo necesario que resulta para el equilibrio de la vida que todas las criaturas se respeten entre sí.

Hace mucho tiempo, cuando los dioses crearon el mundo, su hijo Kuk pidió bajar a la Tierra para jugar con los animales. Al llegar, todos quedaron asombrados por su belleza, y Kuk se volvió presumido. Los dioses lo llamaron preocupados.

—No debimos dejarte en la Tierra, Kuk. Te quedarás en los cielos —dijeron.

—¡No! Aquí nadie me conoce, pero en la Tierra soy importante. ¡Todos me admiran!

—De acuerdo, pero aprenderás a respetar nuestro mundo —respondieron los dioses.

Al día siguiente, un hermoso pájaro de plumas verdes, pecho rojo y cuello azul brillaba en el cielo. Era el quetzal, y mientras volaba por la selva, Kuk comprendió lo valioso que era cuidar de la naturaleza. Así, se convirtió en el guardián de los cielos, feliz de proteger su hogar y el de todos los seres vivos.

2. La leyenda de Copil y el nacimiento del Nopal

Nopal

Este relato resalta la perseverancia. A pesar de que Copil fue derrotado en vida por su padre, encontró la manera de prevalecer sin importar las dificultades.

Hace mucho tiempo, Huitzilopochtli, el dios de la guerra, dejó a su esposa Malinalxochitl para crear su propio reino. Ella, valiente y fuerte, gobernó en Malinalco junto a su hijo Copil, quien creció lleno de enojo hacia su padre por haberlos abandonado.

Cuando Copil se hizo mayor, decidió enfrentarse a Huitzilopochtli. Tomó su escudo y emprendió un largo viaje lleno de retos, cruzando montañas y bosques hasta llegar al valle de México. Aunque buscó a su padre en la ciudad, no lo encontró, así que se dirigió a Chapultepec, donde vivía Huitzilopochtli. Al ver que no podía escalar las grandes rocas solo, regresó a Malinalco para preparar a un ejército de mil guerreros.

Huitzilopochtli se enteró de los planes de su hijo y envió a sus guerreros para detenerlo. Por la noche, mientras Copil dormía, lo encontraron, le abrieron el pecho y le sacaron el corazón. Lo llevaron ante Huitzilopochtli, quien ordenó enterrarlo entre las rocas.

Al día siguiente, en el lugar donde enterraron el corazón, creció un hermoso nopal. Fuerte y resistente, el nopal se convirtió en símbolo de vida y fortaleza. Desde entonces, el pueblo azteca se alimenta de esta planta recuerda que es posible superar cualquier adversidad.

3. El conejo en la luna

Luna

Este cuento ilustra cómo la generosidad del conejo fue ampliamente recompensada por el dios. Así, enseña lo bonito que resulta ayudar a los demás.

Un día, el dios Quetzalcóatl decidió visitar la Tierra para ver de cerca el mundo que ayudó a crear. Se disfrazó de hombre común para caminar entre la gente sin ser reconocido. Mientras recorría los poblados, se maravilló con los hermosos paisajes: verdes campos, altas montañas, lagos tranquilos y desiertos infinitos.

Tanto disfrutó su viaje que olvidó descansar y comer. Al caer la noche, se sentó a contemplar el cielo, cuando un pequeño conejo gris apareció a su lado, moviendo sus bigotes entre la maleza. Quetzalcóatl le preguntó:

—¿Qué estás comiendo?

—Un poco de zanahoria —respondió el conejo—, ¿quieres un poco?

—Gracias, pero no como zanahoria —dijo el dios.

El estómago de Quetzalcóatl gruñía de hambre, pero no quiso quitarle su comida.

Entonces, el conejo, con gran bondad, le dijo:

—Si tienes hambre, cómeme a mí. Aunque soy pequeño, podrías recuperar tus fuerzas.

Quetzalcóatl, conmovido por la generosidad del conejito, lo tomó en sus brazos y lo llevó a volar por los cielos, mostrándole las estrellas de cerca. Cuando regresaron a la Tierra, el conejo vio algo asombroso: su imagen había quedado grabada en la luna.

—Puede que seas un pequeño conejo, pero ahora todos te recordarán por tu gran corazón —dijo Quetzalcóatl.

Desde entonces, cada vez que miramos la luna, podemos ver la figura del conejo, recordándonos su generosidad y bondad.

4. La historia del Cenzontle y su canto especial

Cenzotle

Esta leyenda sirve para explicar la versatilidad de un ave que es capaz de imitar el sonido de otras especies. Así, demuestra cómo el destino puede ayudar a quien menos se lo esperaba.

Cuando los dioses terminaron de crear el mundo, el Señor de los montes llamó a todos los pájaros. Al momento, el cielo se llenó de aves de todos los colores: algunas con plumas brillantes, otras más oscuras, pero ninguna emitía un sonido.

El Señor del monte les pidió que formaran fila, y uno por uno, comenzó a darles un canto especial. Al canario le dio una melodía dulce, y al jilguero, un canto suave. Así, cada pájaro recibió su propio sonido.

Pero el cenzontle, un pequeño pájaro distraído, estaba ocupado buscando comida y no llegó a tiempo. Cuando se dio cuenta, corrió a ver al Señor de los montes, quien ya había terminado.

—¡Espera! —dijo el cenzontle— ¡Falto yo! ¿Qué canto me darás?

—¿Dónde estabas? —preguntó el Señor de los montes, sorprendido— Ya he repartido todos los cantos... pero, ya sé, te daré algo especial. ¡Tendrás todos los cantos! Podrás imitar a cualquier pájaro que quieras.

Y así, el cenzontle se convirtió en el único capaz de imitar el canto de más de cuatrocientos pájaros. Aunque sus plumas son sencillas, su voz es tan especial como el mundo que los dioses crearon.

5. La leyenda de Quetzalcóatl y el maíz

Maíz

Esta leyenda demuestra lo importante que es pensar y planificar antes de actuar. Así, muchas veces, es mejor demostrar inteligencia que fuerza.

Hace muchos siglos, el pueblo azteca solo podía comer raíces y cazar animales. Sabían que detrás de las enormes montañas se encontraba un tesoro valioso: el maíz, pero nadie podía llegar hasta él.

Muchos dioses intentaron abrir las montañas con fuerza, pero todos fallaron. Entonces apareció Quetzalcóatl, quien prometió conseguir el maíz, no con fuerza, sino con inteligencia.

Se transformó en una pequeña hormiga negra y, junto a una hormiga roja que conocía el camino, empezó su viaje. El camino fue largo y difícil, pero Quetzalcóatl no se rindió, pensando siempre en ayudar a su pueblo.

Finalmente, llegó a la cima de la montaña y encontró el maíz. Tomó un grano entre sus mandíbulas y regresó con los aztecas. Al entregarles el maíz, el pueblo comenzó a sembrar y cosechar, prosperando como nunca antes. Con ello, se hicieron fuertes y construyeron grandiosas ciudades.

6. El Cocay y su luz mágica

Luciérnaga

Esta historia demuestra la importancia de la perseverancia y la dedicación. A diferencia de los otros animales, el cocay tuvo paciencia en su búsqueda y eso logró que encontrara su propia luz.

Había una vez un hombre muy querido por su pueblo, porque podía curar cualquier enfermedad con una piedra verde. Solo tenía que sostenerla en sus manos y susurrar, y así sanaba a quien lo necesitara.

Un día, mientras paseaba por la selva, comenzó a llover fuerte. Corrió a refugiarse, pero no se dio cuenta de que la piedra se le había caído. Cuando regresó a su casa, lo esperaba un niño enfermo que necesitaba ser curado, pero al buscar su piedra, ya no estaba.

El hombre pidió ayuda a los animales de la selva: el venado, la liebre, el zopilote y el cocay. Les prometió un premio a quien encontrara la piedra. Todos se apresuraron a buscarla, pero sólo el cocay volaba bajo y con cuidado. Aunque el venado fue el primero en encontrarla, se la tragó por egoísmo y terminó enfermando, por lo que decidió devolverla.

Los demás animales se cansaron de buscar, excepto el cocay, que siguió volando despacio. Un día, mientras se acercaba a la piedra, su cuerpo comenzó a brillar. Finalmente, la encontró y se la llevó de vuelta al hombre.

El hombre, agradecido, le explicó que la luz que brotaba de su cuerpo era un reflejo de su nobleza y su buen corazón. Esa luz ahora lo acompañaría siempre para que nunca se perdiera en la oscuridad.

Así fue como el cocay, un pequeño escarabajo, se convirtió en una luciérnaga, un ser de luz que ilumina su camino y el de los demás.

7. El nacimiento del Colibrí

Colibrí

Aquí se presenta el origen de un ave cuya belleza ha cautivado a diversas culturas. En la cosmovisión maya, el colibrí es un mensajero de los dioses, siempre asociado al bien.

Cuando los dioses crearon el mundo, le asignaron a cada criatura una función. Sin embargo, cuando terminaron se dieron cuenta de que no había nadie encargado de llevar los deseos y pensamientos de un lugar a otro.

Así fue como tomaron una piedra de jade y tallaron una flecha pequeña. Luego soplaron sobre ella y salió volando, dando origen al colibrí.

Sus plumas irradiaban bellos colores y adquirió la capacidad de acercarse a las flores sin rozar siquiera sus pétalos. Su rapidez hacía imposible que fuese atrapado por los hombres, pero según la leyenda quien viera un colibrí estaba recibiendo buenos deseos de alguien y puede pedirle un deseo que será transmitido a los dioses.

Ver también:

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.