Edvard Munch: 20 obras brillantes para comprender al padre del expresionismo
Edvard Munch es un pintor noruego situado en la transición del siglo XIX al XX, y es considerado padre del expresionismo. Su obra, escandalosa para muchos, despertó la admiración de los jóvenes artistas y del público no especializado. Estos se identificaban con la ansiedad generada por la veloz industrialización y el mecanicismo imperante.
Para los artistas consagrados, el motivo de escándalo estaba en la libertad técnica de Munch. Para los sectores conservadores, residía en que el pintor abordaba sin tapujos temas como el amor, y, sobre todo, la enfermedad y la muerte, sus grandes obsesiones.
Su estilo fue único gracias a que creó un lenguaje auténtico y original, consecuencia de dialogar libremente con el postimpresionismo, el art nouveau y el vanguardismo. Por eso, aunque Munch abrió las puertas del expresionismo, no puede etiquetarse en ningún movimiento. Al echar un vistazo a sus obras más importantes comprenderemos por qué Munch es un artista único e irrepetible.
1. El grito, 1893
El grito es la obra de Munch que más escándalo desató y, sin embargo, hoy es considerada la Mona Lisa del arte contemporáneo. Representa a una persona andrógina cuyo rostro expresa la angustia en su máxima expresión tras escuchar o proferir un grito. El sujeto, en consecuencia, percibe el mundo como una masa ondulante y estridente. Nadie, sino Munch, había hecho esto antes en el arte.
La obra fue concebida tras el período en que una de sus hermanas fue recluida por intento de suicidio, lo que sugiere alguna relación con el episodio. Un dato curioso sobre El grito es que Munch hizo cuatro versiones con ligeras diferencias entre sí, una práctica muy habitual en el pintor. La versión más famosa es la de 1893, la cual fue robada en el año 1994, y recuperada poco después.
2. Ansiedad, 1894
Si El grito es la imagen de la desesperación individual, Ansiedad es la expresión de la angustia colectiva que Munch capta en el alma noruega. Por ende, Munch no es un artista limitado al registro del malestar individual, sino que es sensible al malestar generalizado que afecta a la sociedad de fin del siglo XIX, cuya transformación es mucho más veloz que su capacidad para procesar los cambios.
El lienzo Ansiedad está basado en dos cuadros anteriores de Munch. El paisaje que vemos en Ansiedad ha sido recuperado del lienzo El grito. Los personajes, en cambio, han sido tomados de Tarde en la calle Karl Johan. La estrategia de tomar elementos de cuadros anteriores es recurrente en Munch. El pintor no solo “representa” escenas, sino que los elementos que las constituyen son concebidos como símbolos propios.
3. La niña enferma, 1885-1886
La niña enferma corresponde a un estilo temprano en la obra de Munch, que se aproxima al impresionismo. El lienzo representa a la hermana menor de Munch, Sophie, en su lecho de muerte a causa de una tuberculosis. Para entonces, la joven tenía cerca de 15 años de edad.
Como era su costumbre, Munch realizó diferentes versiones de este tema, que fue para él una fuente permanente de dolor y culpa. Esto se debió al hecho de que el pintor, quien había padecido tuberculosis a los 13 años, sentía que él debía haber muerto en lugar de su hermana.
4. Amor y Dolor (Vampiro), 1893
Munch tituló esta obra Amor y dolor. En ella, representó una mujer abrazando a un hombre que yace en su regazo, como buscando consuelo. Aunque Munch nunca reveló el significado personal de la obra, el título original dice mucho. Sin embargo, cuando esta pieza fue revelada, desató un gran escándalo.
Las personas veían en ella signos sadomasoquistas, e interpretaban que la mujer mordía el cuello de su amante como un vampiro. En consecuencia, el cuadro comenzó a ser conocido como Vampiro. Tal era el escándalo que, años más tarde, este fue uno de los muchos cuadros de Munch censurado durante la ocupación nazi de Noruega.
5. Madonna, 1894
El cuadro conocido como Madonna se titulaba originalmente Mujer amante o Mujer que ama. Retitular la obra Madonna es, sin duda, una provocación. Munch elaboró al menos cinco versiones conocidas de esta pieza.
El artista hace una representación de la mujer como si de un icono se tratase, para dar a entender el sentido de adoración que su belleza despierta. El halo rojo que circunda su cabeza alude a la relación entre el amor y el dolor, incluso durante la consumación del coito.
Esta hipótesis se justifica porque Munch realizó una versión en grabado, cuyo marco incluía motivos decorativos de espermatozoides que convergen en un feto macabro. En conclusión, el cuadro es un símbolo del ciclo de la vida que pasa por el deseo, la procreación y la muerte.
6. Cenizas, 1894
Cenizas es considerada una de las obras con mayor belleza estética de Munch por el enhebrado de las líneas y la coloración. En la composición, vemos a un hombre de negro, color de la oscuridad y la muerte. El hombre se encuentra ensimismado en una esquina, como ocultando el rostro con vergüenza, con las manos a la cabeza. Nos recuerda al abatido hombre de Amor y dolor (Vampiro).
Tras él, una mujer de vestido blanco, color de la pureza, y con un corpiño rojo, color de la pasión, también levanta sus manos. Su rostro expresa tristeza y preocupación. El velo de la pasión ha sido rasgado.
La relación entre la imagen y el título señala una paradoja: cuando la pasión se consuma, se disipa. El fuego de la pasión solo deja cenizas. Pero además, los gestos de los personajes evocan culpa y desesperación. Esto revela que el hecho desafía un código moral. ¿Acaso se trata de un adulterio? ¿Acaso de una violación? Deberá ser el espectador quien lo descifre.
7. Pubertad, 1894-1895
En Pubertad, Munch representa a una joven adolescente completamente desnuda. La joven tiene un rostro temeroso y oculta sus partes íntimas. Más que símbolo del pudor y la inocencia, los gestos son símbolo del miedo y la represión frente al erotismo, la cual sufrió Munch en su juventud, dado el rigor religioso de su padre y el contexto de la época.
El talante misterioso de la escena se confirma por la sombra indescifrable del fondo, que luce como una suerte de fantasmagoría acechante. La importancia de esta obra temprana de Munch radica en que representa el punto de cambio entre el trazo “impresionista” y la liberación de la técnica al servicio del mundo psicológico del artista.
8. Autorretrato con cigarrillo, 1895
Autorretrato con cigarrillo es una de las obras más célebres de Munch, además de ser su autorretrato más conocido entre los muchos que realizó. En el lienzo, el autor demuestra una comprensión y dominio absoluto de la técnica para representar el resplandor de la luz en medio de la oscuridad y el humo.
Con ello, Munch construye una atmósfera casi misteriosa que conduce la atención a su rostro y su mano. El rostro parece entre desconcertado y sorprendido, mientras que la mano, además de sostener el cigarrillo, se levanta a la altura del corazón. Si el rostro es el signo de la identidad interior del sujeto, afectado por la inestabilidad emocional, la mano es el símbolo del artista plástico.
9. Muerte en la habitación, 1895
Durante su infancia, Edvard Munch vio morir a muchos familiares víctimas de la tuberculosis: su madre y su padre son algunos de los casos. Muerte en la habitación representa el sufrimiento de su familia ante la pérdida de su hermana menor, Sophie, a quien no vemos. Es una genialidad del autor para enfocar la atención del espectador en el sufrimiento emocional más que en la muerte.
El hombre que levanta las manos en actitud orante es su padre, un severo religioso protestante. Se cree que el hombre reclinado sobre la pared es Munch, que da la espalda a la escena (a la muerte, a los afectos y a la fe), al tiempo que mira de frente su propia sombra. Destaca el hecho de que cada miembro de la familia sufre por separado.
10. Dos seres humanos (Los solitarios), 1896
El lienzo Dos seres humanos no es otra cosa que una alegoría a la soledad. En él vemos a un hombre y una mujer sin identidad, de espaldas al espectador, contemplando el horizonte inerte. Entre ambos parece haber una distancia insuperable.
La obra, como muchas otras de Munch, fue versionada numerosas veces y en diferentes técnicas. Tanto el tema como el modo de representarlo confirman el carácter ansioso, solitario y depresivo del artista.
11. El beso, 1897
El beso, de 1897, es una de las versiones del cuadro conocido como El beso detrás de la ventana, del propio Munch. Destaca el modo en que el pintor representó a las dos figuras. Se ven como si se tratara de un solo cuerpo, sin líneas divisorias entre ellos. Los personajes carecen de identidad, de límites propios.
La fusión de los personajes no puede leerse románticamente, pues la atmósfera oscura y pesada de la escena hace pensar también en la proximidad de la muerte. El impacto que generó esta serie fue tal que inspiró la famosa obra El beso, de Gustav Klimt.
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12. Fertilidad, 1898
En el lienzo Fertilidad de Munch vemos a una mujer embarazada, erguida, cargando los frutos abundantes del árbol. Frente a ella, contrasta el hombre sentado, cabizbajo y encorvado. Puede verse a su lado un bastón caído. Se registra una continuidad entre el hombre y el árbol debido a que el primero apoya su pie en el tronco del árbol.
El árbol pudiera interpretarse como el árbol de la vida. Sin embargo, se le ha cortado una rama, de la que solo queda un tocón. Para poder dar frutos, el árbol ha sido podado, desmembrado.
Las interpretaciones más radicales sugieres que Munch expresa su rechazo respecto de tener hijos. Los frutos de ella representarían el fin de los frutos de él. La interpretación se basa en que el cuadro fue pintado cuando Munch enfrentaba la posibilidad de comprometerse en matrimonio con Tulla Larsen, compromiso que nunca se consumó.
13. Encuentro en el espacio, 1898
En Encuentro en el espacio vemos un hombre y una mujer gravitando en el espacio. La obra representa un instante erótico, demarcado no solo por los cuerpos y los gestos, sino también porque líneas alusivas a espermatozoides se desplazan en torno a las figuras. Los rostros están distantes unos de otros. La mujer parece casi indiferente. El hombre parece entregado. La pieza evidencia la versatilidad técnica del autor, así como los símbolos y recursos expresivos.
14. La danza de la vida, 1899
La danza de la vida es una metáfora de las etapas de la vida y el amor. Se trata de una escena al aire libre, cuyo fondo es un cielo azul intenso sobre un lago noruego. En el cielo, vemos el sol boreal y su reflejo en el agua, uno de los símbolos que se repite consecuentemente en los cuadros del pintor.
En el primer plano, vemos a la misma mujer en tres etapas: una joven doncella de blanco a la izquierda. A la derecha, una mujer solitaria vestida de negro. En el centro, la mujer y su hombre danzando como si el mundo no existiera. El rojo del vestido simboliza la vida y la pasión. La pareja podría ser Tulla Larsen y Munch.
Alrededor de ellos, otros personajes danzan. Detrás de la mujer de negro, se ve un hombre grotesco dispuesto a abusar de una mujer. La importancia de esta obra radica en el modo en que Munch logra transmitir la complejidad de sus angustias interiores en torno a las etapas de la vida, que él circunscribe al amor.
15. La muerte de Marat, 1907
Durante un período de su vida, Munch se dedicó a realizar varias versiones de La muerte de Marat. Entre estas versiones, presentamos una elaborada en 1907. Marat era un periodista y político francés del siglo XVIII, que fue asesinado por Charlotte Corday.
La serie parece tener al propio Munch como referente masculino, consolidando con ello la idea de que el pintor se sentía víctima de la mujer. Desde el punto de vista estético, la obra destaca por el uso de las líneas como forma de coloración. Se trata de una especie de rayonismo que rompe con el estilo modernista de la línea curva y con el uso de superficies de color denso.
16. Hombres bañistas, 1907
Hombres bañistas de Munch destaca por su carácter alegre y vibrante, que se opone a las atmósferas ondulantes y oscuras de muchos de sus lienzos. La escena representa un grupo de hombres en una playa nudista, en la que Munch pasaba un período de recuperación.
Munch hace gala de su habilidad para el dibujo anatómico, así como su habilidad para la coloración. La técnica implementada se nutre de principios impresionistas, rayonistas y, en algunos aspectos, parece dialogar con el fauvismo.
17. El sol, 1909-1911
El sol es un mural monumental de Edvard Munch que se encuentra en la Universidad de Oslo. En este, Munch explora nuevos lenguajes plásticos que lo acercan al vanguardismo abstracto, especialmente a Kandinsky, representante del grupo Der Blaue Reiter, y de la abstracción lírica.
El simbolismo aquí alcanza su máxima expresión. El sol se convierte en metáfora de lo divino, que irradia su luz sobre el mundo y despeja las sombras del desconocimiento. Con esta obra, Munch demuestra una vez más su libertad creativa, lo que explica el por qué no se le puede etiquetar en un solo estilo o movimiento. Munch se revela como un artista único en innovación constante.
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18. Caballo al galope, 1912
En el cuadro Caballo al galope, vemos a un caballo arrastrando un trineo de nieve con un hombre a bordo. El detalle llamativo está en el camino, que destaca por ser excesivamente estrecho para la hazaña.
La expresión amedrentada del caballo y la disposición de las personas al borde del camino nos da a entender un peligro inminente. Los niños a la derecha intentan alejarse, mientras que los adultos a la izquierda esperan impávidos antes de moverse. Se trata de un nuevo abordaje sobre el tema del miedo y la ansiedad, tan presente en el autor.
19. Trabajadores en la nieve, 1913
Edvard Munch fue sensible también a la realidad social que lo rodeaba. De ello son prueba los diferentes cuadros que realizó sobre los trabajadores, como este lienzo llamado Trabajadores en la nieve.
En el primer plano, Munch representa tres trabajadores de pie frente al espectador, con sus palas como punto de apoyo. En ellos se puede presentir la fuerza, pero también el cansancio y el envejecimiento.
El puño levantado del trabajador dispuesto en el centro, hace presentir un reclamo o exigencia. Estos tres hombres parecen estar en pie de lucha. Detrás de estos tres personajes, los demás trabajadores siguen su faena, ajenos a la mirada del artista y de la sociedad.
20. Autorretrato entre el reloj y la cama, 1940-1943
Autorretrato entre el reloj y la cama es un cuadro de la última etapa creativa de Munch. Munch aprovechó el lienzo para simbolizar la proximidad de la muerte, situando su figura entre un reloj de pie y la cama. El reloj representa el paso indetenible del tiempo, y la cama representa la muerte como el lecho final, como descanso eterno.
Un detalle salta a la vista por contraste: mientras el reloj tiene un diseño antiguo, el cobertor de la cama tiene un diseño geométrico moderno. Con ello, Munch expresa la conciencia sobre el cambio dramático de los tiempos que le tocó vivir.
Detrás de Munch puede distinguirse una suerte de habitación en el que se da a entender la presencia de obras referenciales de su vida artística, a la cual ha consagrado todos sus esfuerzos.
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Biografía
Edvard Munch es un pintor y grabador noruego que nació el 12 de diciembre de 1863, y murió el 23 de enero de 1944.
Desde muy joven tuvo que lidiar con la enfermedad y la muerte. La tuberculosis cobró primero la vida de su madre, Laura Cathrine Munch, cuando el niño tenía apenas 5 años de edad. Luego, causó la muerte de su hermana menor, Sophie; la de sus tíos y, años después, la de su padre, Christian Munch. Incluso, el propio Edvard Munch padeció la enfermedad a los 13 años.
Estos acontecimientos incidieron en que el pintor desarrollara un terrible terror ante la enfermedad y la muerte y, por ende, sufrió por ansiedad y depresión toda su vida, lo que determinó sus indagaciones artísticas.
Munch comenzó a estudiar ingeniería en el año de 1879, pero muy pronto abandonó esta carrera para dedicarse a la pintura. Fue influenciado por el arte francés del siglo XIX gracias a los viajes que realizó a París. Hacia 1890 comenzó a pintar el proyecto El friso de la vida, una serie de pinturas que representaban diferentes hitos de la vida humana, basados en sus propias experiencias.
Aunque su obra fue motivo de escándalo al comienzo, acabó por ganar un lugar importante en los museos de su país y de Europa. Sin embargo, tras la ocupación nazi en Noruega, hacia 1940, los cuadros de Munch fueron censurados por los invasores y se retiraron de las exhibiciones.
Con todo, el año 1942 significó su definitiva consagración internacional al ser objeto de una exposición en Nueva York como reconocimiento a su fecunda labor artística. Dos años más tarde, Munch murió en absoluta soledad.