El hombre es la medida de todas las cosas
Qué significa El hombre es la medida de todas las cosas:
“El hombre es la medida de todas las cosas” es una afirmación del sofista griego Protágoras. Es un principio filosófico según el cual el ser humano es la norma de lo que es verdad para sí mismo, lo que también implicaría que la verdad es relativa a cada quien. Tiene una fuerte carga antropocéntrica.
Debido a que las obras de Protágoras se perdieron en su totalidad, esta frase ha llegado hasta nosotros gracias a que varios autores antiguos, como Diógenes Laercio, Platón, Aristóteles, Sexto Empírico o Hermias, la refirieron en sus obras. De hecho, según Sexto Empírico, la frase se encontraba en la obra Los discursos demoledores, de Protágoras.
Tradicionalmente, la frase ha sido tradicionalmente incluida dentro de la corriente de pensamiento relativista. El relativismo es una doctrina de pensamiento que niega el carácter absoluto de ciertos valores, como la verdad, la existencia o la belleza, pues considera que la verdad o falsedad de toda afirmación está condicionada por el conjunto de factores, tanto intrínsecos como extrínsecos, que inciden en la percepción del individuo.
Análisis de la frase
La frase “el hombre es la medida de todas las cosas” es un principio filosófico enunciado por Protágoras. Admite diferentes interpretaciones dependiendo del sentido que se atribuya a cada uno de sus elementos, a saber: el hombre, la medida y las cosas.
Pensemos, para empezar, a qué se podía estar refiriendo Protágoras cuando hablaba de “el hombre”. ¿Sería, acaso, al hombre entendido como individuo o al hombre en un sentido colectivo, en cuanto especie, es decir, a la humanidad?
Considerado el hombre en un sentido individual, podríamos afirmar, entonces, que habría tantas medidas para las cosas como hombres existen. Platón, filósofo idealista, suscribía esta teoría.
Pensado el hombre en un sentido colectivo, serían admisibles dos enfoques diferentes. Uno según el cual ese hombre colectivo haría referencia a cada grupo humano (comunidad, pueblo, nación), y otro extensivo a toda la especie humana.
La primera de estas hipótesis, pues, implicaría cierto relativismo cultural, es decir, cada sociedad, cada pueblo, cada nación, actuaría como medida de las cosas.
Por su parte, la segunda de las hipótesis concebida por Goethe, supondría considerar la existencia como la única medida común a todo el género humano.
Lo cierto es que, en todo caso, la afirmación del hombre como medida de las cosas tiene una fuerte carga antropocéntrica, lo cual, a su vez, describe un proceso de evolución del pensamiento filosófico en los griegos.
De una primera fase, donde se coloca a los dioses en el centro del pensamiento, como explicación de las cosas, se pasa a una segunda etapa cuyo centro será ocupado por la naturaleza y la explicación de sus fenómenos, para, finalmente, arribar a esta tercera fase en la cual el ser humano pasa estar en el centro de las preocupaciones del pensamiento filosófico.
De allí, también, la carga relativista de la frase. Ahora el ser humano será la medida, la norma a partir de la cual serán consideradas las cosas. En este sentido, para Platón el sentido de la frase se podría explicar de la siguiente manera: tal me parece a mí una cosa, tal es para mí, tal te parece a ti, tal es para ti.
Nuestras percepciones, en suma, son relativas a nosotros, a lo que a nosotros nos parece. Y aquello que conocemos como “propiedades de los objetos” son en realidad relaciones que se establecen entre los sujetos y los objetos. Por ejemplo: un café puede estar demasiado caliente para mí, mientras que para mi amigo su temperatura es idónea para beberlo. Así, la pregunta “¿el café está muy caliente?”, obtendría dos respuestas diferentes por parte de dos sujetos distintos.
Por esta razón, Aristóteles interpretaba que lo que en realidad quería decir Protágoras era que todas las cosas son tales como a cada uno le parecen. Si bien contrastaba que, entonces, una misma cosa podría ser a la misma vez buena y mala, y que, en consecuencia, todas las afirmaciones opuestas vendrían a ser igualmente verdaderas. La verdad, en definitiva, sería entonces relativa a cada individuo, afirmación en la que se reconoce, efectivamente, uno de los principios capitales del relativismo.
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Sobre Protágoras
Protágoras, nacido es Abdera, en 485 a. de C., y fallecido en 411 a. de C., fue un célebre sofista griego, reconocido por su sabiduría en el arte de la retórica y famoso por haber sido, a juicio de Platón, el inventor del papel del sofista profesional, maestro de retórica y conducta. El propio Platón, además, le dedicaría uno de sus diálogos, el Protágoras, donde reflexionaba sobre los distintos tipos de sofistas.
Pasó largas temporadas en Atenas. Le fue encomendada la redacción de la primera constitución en que se establecía la educación pública y obligatoria. Debido a su postura agnóstica, sus obras fueron quemadas y el resto de las que permanecieron con él se perdieron cuando el barco en que viajaba al destierro zozobró. Es por esto que hasta nosotros apenas han llegado algunas de sus sentencias a través de otros filósofos que lo citan.