10 fábulas con moraleja explicadas

Catalina Arancibia Durán
Revisado por Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana
Tiempo de lectura: 17 min.

Las fábulas con moraleja son relatos que enseñan valores por medio de narraciones sencillas. Normalmente, estas narraciones son protagonizadas por animales, cuyos comportamientos representan las actitudes que debemos evitar o imitar. Hemos elegido 10 fábulas cortas con moraleja, ideales para enseñar a los niños (y recordar a los adultos), la importancia de ser gentiles, honestos, trabajadores, astutos, pacientes y con dominio propio.

1. La gallina de los huevos de oro

Érase una gallina que ponía
un huevo de oro al dueño cada día.
Aún con tanta ganancia, mal contento,
quiso el rico avariento
descubrir de una vez la mina de oro,
y hallar en menos tiempo más tesoro.
Matóla; abrióla el vientre de contado;
pero después de haberla registrado
¿qué sucedió? Que, muerta la gallina,
perdió su huevo de oro, y no halló mina.
¡Cuántos hay que teniendo lo bastante,
enriquecerse quieren al instante,
abrazando proyectos
a veces de tan rápidos efectos,
que sólo en pocos meses,
cuando se contemplaban ya marqueses,
contando sus millones,
se vieron en la calle sin calzones!

Moraleja

El avaro que se desespera por la riqueza, se arriesga a perderlo todo.

La fábula de la gallina de los huevos de oro, versionada por Félix María Samaniego, reflexiona sobre la avaricia. El dueño de la gallina representa a esas personas con más codicia que juicio.

Este hombre, dominado por su afán de obtener riqueza inmediata, no razona sobre sus actos y no entiende que la buena riqueza llega con inteligencia y trabajo. En lugar de lograr sus objetivos, su ciega ambición lo condena a la quiebra y se arruina.

2. La zorra y la cigüeña

fabulas con moraleja

Cuenta la historia que una zorra invitó a una cigüeña a comer en su casa, pero cuando esta llegó, se encontró con que la zorra había servido sopa en platos hondos. De ese modo, se aseguraba que la cigüeña no pudiera comer.

La cigüeña se entristeció, pero no dijo nada. A la primera oportunidad, convidó a la zorra a su casa. Esta vez, le sirvió jigote en un recipiente de cuello largo y estrecho, en el que la zorra no podía meter su hocico. La zorra no pudo más que resignarse, mientras la cigüeña decía:

—Amiga, me hiciste pasar hambre deliberadamente cuando me invitaste a tu casa, y hoy has sido tratada de la misma manera en que me trataste.

Moraleja

Trata a los demás como deseas que te traten a ti, y si no lo haces, luego no te quejes de las consecuencias.

La fábula de la zorra y la cigüeña de Esopo es un clásico de la literatura universal. La zorra representa a las personas que aparentan una falsa generosidad, pues realmente no desean compartir sus bienes con los demás, sino mostrar su superioridad. En este caso, la zorra actúa como una mala amiga y humilla a su compañera, la cigüeña, para darse aires de importante.

Por su parte, la cigüeña actúa de forma racional, sin dejarse llevar por la rabia. Sabiendo que la zorra no va a entender por medio de palabras, le hace sentir en carne propia el malestar que le causó. De este modo, la zorra aprende dos cosas: primero, que sus malas acciones causan dolorosas e innecesarias heridas; segundo, que sus malas acciones traen malas consecuencias.

Así, el mensaje de la cigüeña es claro y conocido por todos: no hagas a los demás lo que no deseas que te hagan a ti. Esta enseñanza se conoce como la regla de oro.

3. El lobo con piel de oveja

Pensó un día un lobo cambiar su apariencia para así facilitar la obtención de su comida. Se metió entonces en una piel de oveja y se fue a pastar con el rebaño, despistando totalmente al pastor.

Al atardecer, para su protección, fue llevado junto con todo el rebaño a un encierro, quedando la puerta asegurada.

Pero en la noche, buscando el pastor su provisión de carne para el día siguiente, tomó al lobo creyendo que era un cordero y lo sacrificó al instante.

Moraleja

Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño.

Esta tradicional fábula de Esopo se centra en el personaje del lobo, su protagonista. El lobo busca engañar a los demás para obtener beneficios, pero en su ambición desmedida, no se percata de los peligros a los que se expone.

Queriendo hacer pasar al pastor por tonto para robarle una oveja, termina cayendo víctima de su propia trampa. De este modo, la fábula del lobo con piel de oveja nos enseña que el tramposo siempre sufrirá las consecuencias de sus engaños.

4. La rana y la gallina

Desde su charco, una parlera rana
oyó cacarear a una gallina.
«¡Vaya! -le dijo-; no creyera, hermana,
que fueras tan incómoda vecina.
Y con toda esa bulla, ¿qué hay de nuevo?»
«Nada, sino anunciar que pongo un huevo».
«¿Un huevo sólo? ¡Y alborotas tanto!»
«Un huevo sólo, sí, señora mía.
¿Te espantas de eso, cuando no me espanto
de oírte cómo graznas noche y día?
Yo, porque sirvo de algo, lo publico;
tú, que de nada sirves, calla el pico».

Moraleja

Al que hace hago se le puede perdonar que lo pregone; el que nada hace, debe callar.

En la fábula de la rana y la gallina de Tomás de Iriarte, la rana representa a aquellas personas que no trabajan ni se ocupan en oficio alguno y, sin embargo, vive criticando a los demás. Por su parte, la gallina representa a aquellas personas que dan a conocer el fruto de su esfuerzo. No importa que este fruto sea mucho o poco, siempre será aceptable y positivo que alguien útil y laborioso se alegre de compartir los logros de su esfuerzo.

5. Tío tigre y Tío conejo

En una mañana cálida, Tío Conejo recolectaba zanahorias para preparar su comida preferida, cuando escuchó por cerca de él un gran rugido que lo asustó. Era Tío Tigre, que estaba buscando algo para cazar. Tío Tigre era un felino grande y fuerte, que atemorizaba a los animales pequeñitos del monte, pero no al astuto Tío Conejo, conocido en todas partes por su ingenio.

Al ver a Tío Conejo, Tío Tigre exclamó:

—¡Te encontré, Tío Conejo! No podrás escapar de mí esta vez, y serás mi almuerzo del día.

Pero Tío Conejo no estaba dispuesto a dejarse comer, así que comenzó a pensar en una solución. Miró alrededor y divisó en la cima de una colina unas grandes rocas, y tuvo una idea. Entonces, le dijo a Tío Tigre:

—Yo soy una presa pequeña y con poca carne. ¿Para qué conformarte conmigo cuando puedes obtener un banquete mayor y más suculento, siendo tú tan grande y fuerte? Verás, en la colina hay un rebaño de vacas. Puedo subir hasta allá rápidamente y lanzarte una novilla para ti.

Tío Tigre alzó la mirada y, como la luz del sol le daba directo en los ojos, solo pudo divisar la sombra de unos bultos a lo lejos. Confiado en las palabras de Tío Conejo, a quien tomaba por débil y cobarde, aceptó la oferta.

Ni corto ni perezoso, Tío Conejo subió a la colina y arrastró una de las pesadas rocas hasta el borde del precipicio, y desde allí gritó a Tío Tigre:

—¡Tío Tigre, abre los brazos para que agarres a la novilla!

Entonces el gran y feroz Tío Tigre abrió sus brazos, y la roca le cayó encima, dejándole un enorme chichón en su cabezota que le impidió cazar por varios días. Y una vez mñas, a Tío Conejo lo salvó su astucia y no la fuerza bruta.

Moraleja

Más vale la astucia que la fuerza.

En esta historia de la tradición popular venezolana, Tío Tigre es la representación de las personas que se creen superiores a los demás, ya sea porque se sientes grandes o fuertes, o porque creen infundir temor. Por ese motivo, se confían en su capacidad de intimidación y tienden a subestimar a otros.

En cambio, Tío Conejo representa a aquellas personas inteligentes que actúan con astucia frente a las situaciones difíciles, aunque parezcan pequeñas y débiles. De este modo, logran vencer las circunstancias más retadoras y sobreponerse a las amenazas de los más fuertes.

6. Las moscas

De un panal se derramó su deliciosa miel, y las moscas acudieron ansiosas a devorarla. Y era tan dulce que no podían dejarla. Pero sus patas se fueron prendiendo en la miel y no pudieron alzar el vuelo de nuevo. Ya a punto de ahogarse en su tesoro, exclamaron:

- ¡Nos morimos, desgraciadas nosotras, por quererlo tomar todo en un instante de placer !

Moraleja

Toma siempre las cosas más bellas de tu vida con serenidad, poco a poco, para que las disfrutes plenamente. No te vayas a ahogar dentro de ellas.

La fábula de las moscas, recogida en las obras de Esopo, nos ofrece una enseñanza sobre el dominio propio y el autocontrol. Las moscas representan a aquellos que no son capaces de gobernar sus propias pasiones, y por causa de ello, caen víctimas de su deseo desenfrenado. Por eso, lo mejor es saber disfrutar de las cosas placenteras de la vida de manera prudente y sin afán.

7. La zorra y el león

Un anciano león, incapaz ya de obtener por su propia fuerza la comida, decidió hacerlo usando la astucia. Para ello se dirigió a una cueva y se tendió en el suelo, gimiendo y fingiéndo que estaba enfermo. De este modo, cuando los otros animales pasaban para visitarle, los atrapaba inmediatamente para su comida.

Habían llegado y perecido ya bastantes animales, cuando la zorra, adivinando cuál era su ardid, se presentó también, y deteniéndose a prudente distancia de la caverna, preguntó al león cómo le iba con su salud.

- Mal -contestó el león, invitándole amablemente a entrar.

- Claro que hubiera entrado --le dijo la zorra-- si no viera que todas las huellas entran, pero no hay ninguna que llegara a salir.

Moraleja

Siempre advierte a tiempo los indicios del peligro, y así evitarás que te dañe.

En la fábula de la zorra y el león de Esopo vemos dos actitudes representadas: primero, el león que trata de hacerse pasar por víctima para engañar a los demás y convertirlos en sus presa. Por otro lado, la zorra, que no se limita a escuchar las palabras del león, sino que está atenta a las señales que lo rodean.

El personaje de la zorra nos invita a ser sagaces y astutos más que ingenuos. Cuando nos encontramos frente a personas o situaciones que nos pueden hacer daño, debemos leer todas las señales. Más vale ser precavido que lamentar.

8. El viejo, el niño y el burro

fabulas con moraleja

Un viejo y un niño viajaban de pueblo en pueblo en compañía de un burrito de carga. Cuando pasaban por el primero de los pueblo, comenzaron a escucharse los rumores de las voces de la gente que decían:

—¡Vaya par de tontos! Tienen un burro y andan a pie por el camino.

Al oírlos, el viejo se sintió mal, y decidió prestar atención a tales palabras. Entonces, subió al niño al borrico y continuaron el trayecto.

Al llegar al siguiente pueblo, el niño llamó la atención de un campesino que los habitantes. Señalando a los viajantes, un campesino comentó:

—¡Qué niño tan desconsiderado! Siendo joven y con energía, permite que el viejo camine y se fatigue.

El viejo y el niño se quedaron pensando, así que decidieron cambiar de lugar. Mientras el niño caminaba y el viejo iba montando el burro, llegaron al tercer pueblo. Allí, la gente empezó a murmurar:

—¡Vaya viejo maltratador, perezoso y egoísta! Lleva al pobre niño caminando incansablemente bajo el sol.

Entonces el viejo y el niño decidieron montar juntos al animal y así llegaron al cuarto pueblo. Estando allí, un hombre se les acercó y les dijo:

—¿Es suyo ese burrito?

—Sí — respondió el viejo.

—Pues no parece, a juzgar por la forma en que lo sobrecargan y lo agotan. Deberían ser ustedes quienes cargaran con la pobre criatura.

El viejo y el niño se sentaron a pensar y se les ocurrió atar las patas del burro, ensartar un palo entre ellas y montarlo sobre sus hombros para llevar al burro.

La gente se quedó sorprendida al ver semejante tontería, así que siguieron al viejo y al niño. Cuando llegaron al puente más cercano, las voces de la multitud comenzaron a molestar al burro que, haciendo uso de su fuerza, luchó y luchó con las cuerdas hasta soltarse y, sin quererlo, cayó por el puente abajo hasta caer en el río. El burro se sobrepuso, nadó, salió del río y huyó por los caminos del campo.

Solo entonces el viejo entendió que, por querer dar gusto a todos, actuó sin sentido común y perdió su bien más preciado.

Moraleja

Por más que intentes agradar a todos, nunca lo lograrás.

Explicación. En esta famosa historia tradicional, podemos extraer varias reflexiones. Por un lado, vemos cómo a veces las personas hablan demasiado, y suelen opinar sobre la vida de los demás sin tener en cuenta la realidad de cada quien y sus necesidades. Muchas de estas personas critican o buscan dar consejo aunque nadie se los haya solicitado y, con frecuencia, confunden a los afectados.

Por otro lado, el viejo y el niño representan a quienes se dejan llevar por las opiniones ajenas, sin considerar que no hay forma de complacer a todos. Existen tantos puntos de vista como personas hay en el mundo. Por eso, esta fábula nos invita a tener sentido común y criterio propio.

9. La tortuga y el águila

Una tortuga que se recreaba al sol, se quejaba a las aves marinas de su triste destino, y de que nadie le había querido enseñar a volar.

Un águila que paseaba a la deriva por ahí, oyó su lamento y le preguntó con qué le pagaba si ella la alzaba y la llevaba por los aires.

- Te daré – dijo – todas las riquezas del Mar Rojo.

- Entonces te enseñaré a volar – replicó el águila.

Y tomándola por los pies la llevó casi hasta las nubes, y soltándola de pronto, la dejó ir, cayendo la pobre tortuga en una soberbia montaña, haciéndose añicos su coraza. Al verse moribunda, la tortuga exclamó:

- Renegué de mi suerte natural. ¿Qué tengo yo que ver con vientos y nubes, cuando con dificultad apenas me muevo sobre la tierra?

Moraleja

Si fácilmente adquiriéramos todo lo que deseamos, fácilmente llegaríamos a la desgracia.

Esta fábula de Esopo contiene varias lecciones. en primer lugar, nos enseña la importancia de conocernos a nosotros mismos, ser conscientes de nuestros dones y limitaciones y aceptarnos como somos. La tortuga se quejaba de su propia suerte, y sin tomar en cuenta su propia naturaleza, renegaba de sí misma.

Segundo, la tortuga se muestra poco inteligente al creer que con solo un vuelo podrá aprender del águila todo lo que sabe. Nada llega a nosotros de manera espontánea ni veloz. Hemos de aprender a aceptarnos y cultivarnos con paciencia y respeto interior.

10. El Trigo

Asomaba el sol primaveral, y bajo sus caricias iba madurando el trigal inmenso. Los granos hinchados, gruesos, pesados, apretados en la espiga rellena, hacían inclinar los tallos, débiles para tanta riqueza, y el trigal celebraba en un murmullo suave su naciente prosperidad.

A sus pies, le contestó una vocecita llena de admiración para sus méritos, alabándolos con entusiasmo. Era la oruga que, para probarle su sinceridad, atacaba con buen apetito sus tallos.

Llegó una bandada de palomas, y exclamaron todas: «¡Qué lindo está ese trigo!» y el trigal no podía menos que brindarles un opíparo festín, en pago de su excelente opinión.

Y vinieron también numerosos ratones, mal educados y brutales, pero bastante zalameros para que el trigal no pudiera evitar proporcionarles su parte.

Después vinieron a millares, mixtos graciosos, pero chillones y cargosos, que iban de un lado para otro, probando el grano y dando su apreciación encomiástica.

Y no faltaron gorriones y chingolos que con el pretexto de librar al trigal de sus parásitos, lo iban saqueando.

Y cuando el trigo vio a lo lejos la espesa nube de langosta que lo venía también a felicitar, se apresuró en madurar y en esconder el grano.

Moraleja

La prosperidad, a veces, trae consigo tantas amistades que se vuelven plaga.

Esta fábula del argentino Godofredo Daireaux, explica cómo la prosperidad que resulta del esfuerzo contante y honesto atrae a muchos amigos y conocidos. Sin embargo, muchas veces llegan a ser tantos los supuestos amigos que se arriman, que consumen todo a su paso y la persona no le queda más remedio que apartarse. Por eso, la prosperidad debe llevarse con discreción. De ese modo, podremos reconocer quién se aproxima a nosotros con cariño sincero y a quién podemos realmente ayudar en una verdadera necesidad.

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Catalina Arancibia Durán
Revisado por Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.
Andrea Imaginario
Editado por Andrea Imaginario
Profesora universitaria, cantante, licenciada en Artes (mención Promoción Cultural), con maestría en Literatura Comparada por la Universidad Central de Venezuela, y doctoranda en Historia en la Universidad Autónoma de Lisboa.