9 fábulas cortas para divertir y educar a los niños


Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana
Publicado en

Las fábulas son relatos breves con una intención didáctica que buscan dejar una moraleja a través de la historia. Pueden intervenir personas, animales u objetos inanimados.

En general, son textos asociados a la infancia y algunos de sus principales cultores fueron el griego Esopo (600 - 564 A.C.) y el francés Jean de la Fontaine (1621 - 1695).

En el siguiente listado se pueden encontrar algunas historias especialmente seleccionadas para enseñar valores a los niños.

La liebre y la tortuga

La liebre y la tortuga

La lechera y el cántaro de leche

La lechera y el cántaro de leche

La cigarra y la hormiga

La cigarra y la hormiga

El león y el ratón

El león y el ratón

El zar y la camisa

El zar y la camisa

El cuervo y el zorro

El cuervo y el zorro

El joven y el lobo

El joven y el lobo

El pato y la luna

El pato y la luna

El cuervo y la culebra

El cuervo y la culebra

1. La liebre y la tortuga - Esopo

La liebre y la tortuga

En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa, porque ante todos decía que era la más veloz. Por eso, constantemente se reía de la lenta tortuga.

-¡Miren la tortuga! ¡Eh, tortuga, no corras tanto que te vas a cansar de ir tan de prisa! -decía la liebre riéndose de la tortuga.

Un día, conversando entre ellas, a la tortuga se le ocurrió de pronto hacerle una rara apuesta a la liebre.

-Estoy segura de poder ganarte una carrera -le dijo.

-¿A mí? -preguntó, asombrada, la liebre.

-Pues sí, a ti. Pongamos nuestra apuesta en aquella piedra y veamos quién gana la carrera.

La liebre, muy divertida, aceptó.

Todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. Se señaló cuál iba a ser el camino y la llegada. Una vez estuvo listo, comenzó la carrera entre grandes aplausos.

Confiada en su ligereza, la liebre dejó partir a la tortuga y se quedó remoloneando. ¡Vaya si le sobraba el tiempo para ganarle a tan lerda criatura!

Luego, empezó a correr, corría veloz como el viento mientras la tortuga iba despacio, pero, eso sí, sin parar. Enseguida, la liebre se adelantó muchísimo.Se detuvo al lado del camino y se sentó a descansar.

Cuando la tortuga pasó por su lado, la liebre aprovechó para burlarse de ella una vez más. Le dejó ventaja y nuevamente emprendió su veloz marcha.

Varias veces repitió lo mismo, pero, a pesar de sus risas, la tortuga siguió caminando sin detenerse. Confiada en su velocidad, la liebre se tumbó bajo un árbol y ahí se quedó dormida.

Mientras tanto, pasito a pasito, y tan ligero como pudo, la tortuga siguió su camino hasta llegar a la meta. Cuando la liebre se despertó, corrió con todas sus fuerzas pero ya era demasiado tarde, la tortuga había ganado la carrera.

Aquel día fue muy triste para la liebre y aprendió una lección que no olvidaría jamás: No hay que burlarse jamás de los demás.

Moraleja: La pereza y el exceso de confianza pueden desviar de los objetivos.

Esta historia enseña que la mayoría de las veces es mejor la perseverancia, tal como demostró la tortuga. De este modo, aunque la liebre tenía ventaja sobre su competidora, pecó de soberbia y le fue imposible vencer la determinación de su amiga.

2. La lechera y el cántaro de leche - Jean de La Fontaine

La lechera y el cántaro de leche, generada por IA

Había una vez una muchacha con un cántaro de leche en la cabeza.

Caminaba ligera y dando grandes zancadas para llegar lo antes posible a la ciudad, a donde iba para vender la leche que llevaba.

Por el camino empezó a pensar lo que haría con el dinero que le darían a cambio de la leche.

-Compraré un centenar de huevos. O no, mejor tres pollos. ¡Sí, compraré tres pollos!

La muchacha seguía adelante poniendo cuidado de no tropezar mientras su imaginación iba cada vez más y más lejos.

-Criaré los pollos y tendré cada vez más, y aunque aparezca por ahí el zorro y mate algunos, seguro que tengo suficientes para poder comprar un cerdo. Cebaré al cerdo y cuando esté hermoso lo revenderé a buen precio. Entonces compraŕe una vaca, y a su ternero también….

Pero de repente, la muchacha tropezó, el cántaro se rompió y con él se fueron la ternera, la vaca, el cerdo y los pollos.

Moraleja: Es importante hacer las cosas paso a paso y no adelantarse a los hechos.

Este relato muestra lo ocurrido a una niña que en vez de alegrarse por lo que tenía en el momento, se distrajo haciendo castillos en el aire. Por ello, enseña la importancia de obrar con prudencia, sin necesidad de hacer grandes proyectos de inmediato. Cada proceso tiene su ritmo y debe hacerse con calma.

3. La cigarra y la hormiga - Esopo

La cigarra y la hormiga

Durante todo un verano, una hormiga trabajó incansablemente para guardar comida para el invierno. Mientras tanto, la cigarra, se dedicó a cantar y a jugar sin preocuparse por nada. Observaba a su vecina trabajar y pensaba que era muy aburrida y no sabía disfrutar la vida. Yo no voy a preocuparme por nada - pensó -, por ahora tengo todo lo que necesito.

Y continuó cantando y jugando.

El invierno no tardó en llegar y la cigarra no encontraba comida por ningún lado. Fue entonces a llorar su hambre a la hormiga vecina, pidiéndole que le prestara de su grano hasta la llegada de la próxima estación.

-Te pagaré la deuda con sus intereses -le dijo- antes de la cosecha, te doy mi palabra.

-¿Qué hacías tú cuando el tiempo era cálido y bello?

-Cantaba noche y día libremente -respondió la despreocupada cigarra.

-¿Conque cantabas? ¡Me gusta tu frescura! Pues entonces ponte ahora a bailar, amiga mía

Moraleja: No pases tu tiempo dedicado sólo al placer. Trabaja y guarda de tu cosecha para los momentos de escasez.

Esta fábula ilustra la diferencia entre una persona trabajadora, que se preocupa de su futuro y otra que simplemente quiere disfrutar del momento. Así, la hormiga y su disciplina demuestran que los frutos del esfuerzo pueden gozarse cuando más se lo necesita.

4. El león y el ratón - Jean de La Fontaine

El león y el ratón

Un día el león, el rey de la selva, iba trotando por su reino cuando de pronto vio ante él a un pequeño ratón.

- ¡Ay, por favor, poderoso señor, no me mates! - rogó el ratoncito, temblando de miedo.

E león se encogió, preparándose para saltar sobre su víctima.

- ¡No, por favor, no! - gimió el ratoncito - Poderoso rey de la selva, ten compasión de mí. Soy tan indefenso.

- Broo - rugió el león, calmándose - Broo...hoy estoy de buen humor. Te perdonaré la vida sólo para que veas cupan poderoso soy.

Y se alejó a paso tranquilo mientras el ratoncito, todavía muerto de susto, se ponía a salvo a todo correr.

El león no había caminado mucho cuando ¡paf!, cayó en una trampa que le habían puesto unos cazadores. El enorme animal luchó y luchó por librarse de las redes que lo mantenían prisionero. Pero no pudo. Después de unas horas, se dio por vencido y se resignó a caer en manos de sus perseguidores.

Así estaba, muy quieto, cuando ¡qué sopresa! ante él apareció, de repente, el mismo ratoncito con el cual se había encontrado esa tarde. Y su sorpresa umentó más cuando el animalito le dijo:

- No te desesperes, yo te salvaré.

El león sonrió, incrédulo.

- ¿Tú?, ¿Pero, cómo lo harás? - preguntó - ¿Tú, que eres tan débil y pequeño=

- Ya verás cómo lo hago - repuso el ratón.

Se acercó a la trampa y, con gran paciencia, comenzó a roer y roer la red con sus filosos dientes.

- ¡Apúrate, apúrate! - rogaba el león, ahora temblando de miedo - En cualquier momento pueden volver los cazadores.

- Paciencia - dijo el ratoncito - No rujas tan fuerte: los cazadores pueden estar cerca y oírnos.

Y royendo, royendo, logró abrir el agujero en la red. El león se precipitó a salir por él. ¡Imposible! Aún no cabía.

- ¡Más! - gimió - ¡Agrándalo más!

El ratón redobló sus esfuerzos. Por los ruidos del bosque se daba cuenta de que empezarí a amanecer pronto.

- Listo - dijo finalmente - Ya puedes salir. No hagas ruido.

El león se abalanzó sobre el agujero, se liberó de la red y corrió a perderse.

- ¡Gracias! . rugió, mientras desaparecía entre los arbustos. Y mientras corría pensaba: Jamás creí que algún día iba a necesitar la ayuda de alguien mucho menos poderoso que yo.

Moraleja: Todos los seres son importantes, no hay que menospreciar a nadie por las apariencias.

Aquí, la Fontaine intenta demostrar que todas las personas, sin importar las apariencias, tienen su valor. Por ello, no se puede menospreciar a nadie, pues cada uno cumple su objetivo en el mundo.

5. El zar y la camisa - León Tólstoi

El zar y la camisa, generada por IA

Un zar estaba enfermo y dijo:

- Daré la mitad de mi reino a quien me cure.

Entonces, se reunieron todos los sabios y empezaron a discutir cómo curar al zar. Nadie sabía que hacer. Sólo un sabio afirmó que se podía curar al zar.

- Si se encuentra a un hombre feliz -dijo-, se le quita la camisa y se le pone al zar, éste se curará.

El zar mandó que buscaran a un hombre feliz por todo su reino, pero por mucho que sus emisarios cabalgaron por todos sus territorios, no pudieron encontrarlo. No había ni uno que estuviese satisfecho de todo. Uno era rico, pero estaba enfermo; otro gozaba de buena salud, pero era pobre; otro era rico y gozaba de buena salud, pero su mujer era malvada, o bien sus hijos; todos tenían algún motivo de queja.

Un día, a última hora de la tarde, el hijo del zar pasaba junto a una pequeña isba y oyó a alguien que decía:

- Gracias a Dios he trabajado bastante, he comido cuanto necesitaba y ahora me voy a la cama. ¿Qué más puedo pedir?

El hijo del zar se alegró, ordeno que le quitasen la camisa a ese hombre, que le diesen una cantidad de dinero a modo de compensación, todo el que quisiera, y que llevaran la camisa al zar. Los emisarios fueron a ver al hombre feliz y quisieron quitarle la camisa; pero ese hombre feliz era tan pobre que ni siquiera tenía camisa.

Moraleja: La verdadera felicidad se encuentra en la percepción que se tiene sobre las cosas y no en los bienes materiales.

León Tolstói (1828 - 1910) dedicó gran parte de su vida a la enseñanza y en 1872 publicó Libros rusos de lectura, primer texto de carácter pedagógico en su país. Además de cuentos de su propia autoría, recogió fábulas e historias populares de su Rusia natal.

Así, intenta demostrar que es el ser humano quien define su felicidad y no las circunstancias que lo rodean. El campesino más pobre era capaz de gozar con las cosas más sencillas, mientras que los demás no podían valorar lo que tenían.

6. El cuervo y el zorro - Jean de La Fontaine

El cuervo y el zorro

Se encontraba un cuervo posado en un árbol y tenía en el pico un queso. Atraído por el olor, se acercó un zorro y le dijo:

- ¡Buenos días, caballero Cuervo! ¡Gallardo y hermoso eres en verdad! Si el canto corresponde a la pluma, te digo que entre los huéspedes de este bosque tú eres el Ave Fénix.

El cuervo, al oír esto, no cabía en la piel de gozo, y para hacer alarde de su magnífica voz, abrió el pico, dejando caer la presa.

La tomó el zorro y le dijo:

- Aprende, señor mío, que el adulador vive siempre a costas del que le atiende; la lección es provechosa; bien vale un queso.

El Cuervo, enfadado, juró, aunque algo tarde, que no caería más en la trama.

Moraleja: No hay que caer en la vanidad y dejarse llevar por la adulación de los demás.

Este relato ilustra cómo las personas pueden distraerse de sus objetivos al dejarse seducir por palabras vacías. Así, el cuervo perdió su alimento por la artimaña del astuto zorro que supo jugar con su debilidad por los halagos.

7. El joven y el lobo - Esopo

El joven y el lobo

Un joven pastor, que cuidaba un rebaño de ovejas cerca de una villa, alarmó a los habitantes tres o cuatro veces gritando:

-¡El lobo, el lobo!

Pero cuando los vecinos llegaban a ayudarle, se reía viendo sus preocupaciones. Mas el lobo, un día de tantos, sí llegó de verdad. El joven pastor, ahora alarmado él mismo, gritaba lleno de terror:

-Por favor, vengan y ayúdenme; el lobo está matando a las ovejas.

Pero ya nadie puso atención a sus gritos, y mucho menos pensar en acudir a auxiliarlo. Y el lobo, viendo que no había razón para temer mal alguno, hirió y destrozó a su antojo todo el rebaño.

Moraleja: A quien mucho miente, ya nadie le creerá nada.

La historia del niño y el lobo ya es un clásico dentro de la cultura popular y sirve para enseñar la importancia de no contar mentiras, pues se puede terminar atrapado y perjudicado por ellas.

8. El pato y la luna - León Tolstói

El pato y la luna, generada por IA

Un pato nadaba por el río en busca de peces y en todo el día no había encontrado ninguno. Cuando llegó la noche, vio el reflejo de la luna en el agua, pensó que era un pez y se sumergió para capturarlo. Los otros patos lo vieron y empezaron a reírse.

Desde entonces, el pato sintió tanta vergüenza y timidez que, incluso cuando veía un pez bajo el agua, no hacía nada para capturarlo, y de ese modo se murió de hambre.

Moraleja: No hay que preocuparse de la opinión de los demás.

Aquí, Tólstoi utiliza al pato como una metáfora del ser humano que es capaz de hacerse daño al estar preocupado de lo que piensan los otros. De esta forma, el relato apunta a aceptar los errores que se cometen y ser siempre fiel a uno mismo.

9. El cuervo y la culebra - Esopo

Cuervo y culebra, generada por IA

Andaba un cuervo escaso de comida y vio en el prado a una culebra dormida al sol; cayó veloz sobre ella y la raptó. Mas la culebra, despertando de su sueño, se volvió y la mordió. El cuervo, viéndose morir, dijo:

-¡Desdichado de mí, que encontré un tesoro pero a costa de mi vida!

Moraleja: Antes de tomar algo, decide si su costo vale la pena.

Esopo muestra aquí cómo es necesario preveer los peligros antes de actuar. Si el cuervo hubiese meditado en su acción, podría haber evitado su terrible final.

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Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.