12 obras de Fernando Botero para comprender su importancia
Fernando Botero es un artista plástico colombiano que goza de altísimo reconocimiento internacional. Suele ser conocido como “el pintor de las gordas”, pero lejos de lo que cree la mayoría, Botero no tiene interés en representar "la gordura". En cambio, sí lo tiene en desarrollar hasta las últimas consecuencias el valor plástico del volumen, punto principal de su propuesta.
Si bien hoy en día ha pasado a ser considerado como pintor de vanguardia, en sus inicios su estilo figurativo fue causa de rechazo. Eso se explica en que hacia mitad del siglo XX el mundo artístico estuvo movido por el arte conceptual. Algunos han clasficado su estilo como naif, otros como neo-figurativismo e, incluso, como realismo mágico.
En todo caso, para Botero, el volumen será revisado, estudiado y desarrollado en cualquier aspecto a representar, sea que se trate de un cuerpo humano, un animal o un objeto. Por ello su obra no tiene limitaciones temáticas y abarca toda clase de géneros.
En efecto, la Red Cultural del Banco de la República de Colombia informa que, con ocasión de una exposición que realizó Botero en el año 1979, el Museo Hirshhorn de Washington clasificó su obra en seis categorías temáticas:
- La religión (escenas bíblicas, retratos de santos, personalidades clericales y mitología);
- Los grandes maestros (referencias y versiones de Leonardo da Vinci, Jan van Eyck, Diego Velázquez, etc.);
- Las naturalezas muertas y vivientes;
- Los desnudos y costumbres sexuales;
- Las personalidades políticas y, por último,
- Gente real e imaginaria, lo que incluye pintura de género (cuadros de costumbres y vida cotidiana).
A lo largo de su carrera, aparecieron también escenas de crítica social, muy especialmente referidas a las tensiones latinoamericanas, y la tauromaquia, convertida en una auténtica línea de representación.
Veamos entonces las obras más significativas de este pintor que aún nos sorprende con sus más recientes producciones.
1. La camera degli sposi (homenaje a Andrea Mantegna II)
Fernando Botero presentó esta obra en el XI Salón Nacional de Artistas Colombianos en el año 1958. La primera reacción del jurado fue rechazar la pieza de plano, por considerarla, entre otras cosas, una ofensa contra la tradición artística. Botero realiza una síntesis de los valores plásticos de Mantegna más revelantes para él, y además reduce la composición a los personajes estrictamente familiares. Para ello, además, elimina totalmente el aire del espacio.
Empero, Marta Traba vio en esta obra el germen de una nueva mirada que valía la pena compartir. Muy pronto, la influencia de esta investigadora, cambiaría las cosas: la obra, antes rechazada, se levantó con el primer lugar del salón. A este propósito, Marta Traba escribió años después en El Tiempo (Bogotá, D.E., 27-IV-1966):
...se premiaba por primera vez el sentido creador, se estimulaba el arte como una aventura total, se salía de la insignificante réplica de la realidad, se deformaba la visión lógica con el añadido de la fantasía, la burla, el estrepitoso peso de las formas".
2. Obispos muertos
Botero ironiza sobre el poder detentado en la vida y la muerte como destino final que pulveriza ese poder. El pintor amontona una serie de cuerpos de obispos ataviados con sus vestiduras y atributos de poder, pero estos yacen como en una montaña, unos sobre los otros. De acuerdo a las fuentes consultadas, este es un elemento recurrente en la pintura colombiana. El cuadro puede relacionarse con la llegada del Frente Nacional en 1958, momento en que la Iglesia católica comenzara a perder su influencia política en el país.
3. La comida con Ingres y Piero della Francesca
Esta fue otra de las piezas emblemáticas del autor. El tratamiento del volumen se observa no solo en los personajes sino en los objetos que utilizan. La comida, por lo tanto, asume también protagonismo. Botero representa no la realidad, sino una realidad imaginada: a la izquierda tenemos un autorretrato de Botero, vestido con un traje a rayas con corbata. Con él comparten la mesa Piero della Francesca (izquierda), pintor del renacimiento intaliano; al centro de la escena, Jean-Auguste-Dominique Ingres, pintor francés del período neoclásico.
4. El matrimonio Arnolfini
Fernando Botero ha pintado más de una versión de este cuadro. Tal ha sido su obsesión por la obra más emblemática del pintor flamenco Jan van Eyck.
Botero valoraba de van Eyck su manera de sustraer sus emociones o sus juicios en la representación de la escena. Asimismo, gustaba de la forma en que trataba los valores geométricos y el volumen.
5. Bodegón con sandía
En esta obra forma parte del grupo de los bodegones o naturalezas vivas. Se observan los elementos del gigantismo aplicado sobre los objetos característicos de una naturaleza muerta o bodegón. La ironía está en la representación de un objeto ya de por sí voluminoso, como la sandía, o ya de por sí redondos, como las naranjas, aplicando los principios de la técnica boteriana.
6. Serie Boterosutra
Esta pieza de Botero forma parte de una colección de arte erótico llamada Boterosutra. Es uno de los trabajos más recientes del pintor, y aborda por primera vez en la historia del arte colombiano, la representación artística de la experiencia sexual entre los amantes. La serie está compuesta por unas 70 piezas de pequeño formato elaboradas en diferentes técnicas como dibujos a color, dibujos en blanco y negro, acuarelas y pinceladas.
7. La familia presidencial
La familia presidencial es uno de los cuadros más emblemático del artista colombiano. Forma parte del grupo de las personalidades políticas. En este cuadro Botero representa la familia presidencial, pero además suma algunos elementos que son como referencia de la obra Las meninas de Velázquez. El prelado a mano derecha y, a la izquierda, tras un lienzo cuyo contenido se oculta al espectador, se encuentra el mismo Botero pintando la escena.
8. Los músicos
Este cuadro puede enmarcarse en el grupo de los temas de gente real o imaginaria, es decir, en las escenas de género. Botero representa en él una banda de músicos con cantante, entre quienes domina un espíritu festivo.
Como es propio de la pintura de Botero, hay poco espacio para el aire entre cada figura. Todos están acumulados hacia el centro de la composición. La diferencia de escalas entre los músicos y la cantante termina de perfilar un tono humorístico y grotesco a la vez.
9. Las torturas de Abu Ghrabi
En el año 2005, Fernando Botero elaboró una serie de más de 70 lienzos en los cuales critica abiertamente la violencia del gobierno estadounidense en Irak, cuando tuvieron lugar las lamentables torturas de Abu Ghraib. Aun así, Botero no siente que se trate de una posición política, sino de un gesto por liberar la indignación que tales noticias le causaron.
La serie recuerda al español Francisco de Goya, y su famosa serie de grabados Los desastres de la guerra. Recuerda también a la monumentalidad y compromiso político del Muralismo Mexicano.
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10. La cornada
Uno de los temas recurrentes en la obra de Botero es la tauromaquia. De hecho, según algunas fuentes, antes de ser pintor Botero tuvo interés en la vida taurina y, de hecho, fue a través de esta que descubrió su pasión por la pintura. En este cuadro, elaborado en el año 1988, vemos el momento exacto en que el toro le mete una cornada al torero. En el rostro del toro puede verse los gestos de la satisfacción.
11. Adán
Botero también destaca en la escultura, a la que logra llevar deliberadamente los elementos de representación plástica desarrollados en su pintura. En este caso, Botero nos sorprende con la representación de Adán que, en lugar de exponerse desde el relato religioso, se expone como un concepto paradigmático del patriarcado. Adán domina sobre Eva a quien mantiene, literalmente, a sus pies, mientras levanta al niño como un trofeo. Destaca el volumen y gigantismo de las proporciones en la masa corporal de los personajes, con el apenas presente miembro de Adán.
12. El beso de Judas
Entre los años 2010 y 2011 Fernando Botero trabajó en la serie Viacrucis, conformada por un total de 40 óleos sobre tela y 35 dibujos sobre papel, de los cuales donó 27 óleos y 34 dibujos al Museo de Antioquia en Medellín.
Botero retoma la representación de escenas bíblicas en el contexto del arte no litúrgico, tradición pictórica que había mermado desde el siglo XIX, salvo honrosas excepciones.
En el lienzo puede verse el momento en que aparece Judas con los saduceos y la guardia para tomar preso a Jesús. Judas es representado con piel verdosa, probablemente signo de la muerte que porta; asimismo, exhibe un ropaje del tiempo actual (pantalones, cinturón y camisa arremangada). En su mano izquierda, se ve un reloj de muñeca. En la esquina derecha del cuadro, Botero se incluye en la escena a escala inferior y, ataviado con un traje moderno, con su dedo señala la acción.
Fernando Botero
Fernando Botero es un pintor, dibujante y escultor nacido en Colombia en el año 1932. Trabajó como ilustrador en el periódico El Colombiano desde los 15 años de edad.
Fue premiado en el Salón de Artistas Colombianos, y con el dinero del premio, pagó su viaje para Europa. En efecto, Botero ha vivido muchos años fuera de Colombia. Alternativamente ha fijado su residencia en Estados Unidos, Europa (Francia, España e Italia), Hispanoamérica y Asia.
Aunque se percibe a sí mismo como un autodidacta por no haberse acogido de manera constante a un sistema de formación, realizó estudios en la Academia de San Fernando de Madrid y en la Academia de San Marcos de Florencia. Fue un estudioso del arte del Quattrocento italiano. También fue un profundo admirador del muralismo mexicano, del que heredó su gusto por la monumentalidad.
Su obra gira en torno a un valor plástico determinado: el tratamiento del volumen. Por medio de su propuesta, Botero cuestiona el academicismo aunque valora la tradición pictórica. Al mismo tiempo, aborda la cotidianidad, la crítica social, la historia del arte y la religiosidad, por medio de recursos como la ironía, el gigantismo, el humor, la proyección de una realidad diferente, la inocencia y la sátira.