Joan Miró: 20 obras fundamentales

Andrea Imaginario
Andrea Imaginario
Especialista en artes, literatura e historia cultural
Tiempo de lectura: 14 min.

Joan Miró fue uno de los artistas de mayor influencia en el siglo XX. Si bien suele ser identificado como un surrealista, Miró fue un creador inquieto que se dejó impregnar por diversos movimientos pictóricos como el fauvismo, el cubismo, el arte naif y la abstracción.

Sin embargo, el artista catalán logró crear un estilo propio al mismo tiempo que reinventarse a sí mismo siempre que lo encontró necesario. Conozcamos algunas obras de Miró que nos permitan comprender a este genio del arte contemporáneo desde una perspectiva cronológica.

1. El granjero o El agricultor, 1914

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Joan Miró: El granjero. 1914. Óleo sobre lienzo. 65 x 50 cm. Colección privada.

El granjero, también conocido como El agricultor, es el primer lienzo que Joan Miró exhibe. En este, se deja ver la profunda influencia que el fauvismo ejerció en sus años mozos. Burdos brochazos de color, vibrantes pero a la vez difusos, construyen una figura apenas sugerida en el lienzo. El color es, sin duda, el protagonista del lienzo, en el que el dibujo ha quedado eclipsado por la expresión primaria.

2. Nord-Sud, 1917

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Joan Miró: Nord-Sud. 1917. Óleo sobre lienzo. 62 x 70 cm. Colección privada de Paule y Adrien Maeght.

Miró se había formado como contabilista, profesión que llegó a ejercer. Pero cuando decidió dedicarse a la pintura, durante su estancia en la masía de Mont-roig, se aproximó a los movimientos intelectuales de la época. Entre ellos, la revista francesa Nord-Sud, dirigida por Pierre Reverdy, en la que eventualmente colaboraban Guillaume Apollinaire, Max Jacob, Vicente Huidobro, entre otros.

Bajo la forma de un bodegón o naturaleza muerta, Miró repasa sus referencias intelectuales y artísticas más importantes, entre ellas la publicación Nord-Sud; una obra de Goethe (¿quizá una alusión al texto Teoría del color?); una pieza de cerámica policromada; una jaula con un pájaro; una pera, una suerte de pez multicolor; unas tijeras y una maceta con flores, quién sabe si en referencia a Van Gogh... Todo ello aparece inscrito en círculos concéntricos y coloridos al estilo de Robert y Sonia Delaunay. Este lienzo representa el fin de su etapa fauvista.

3. Viñedos y olivos de Mont-roig, 1919

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Joan Miró: Viñedos y olivos de Mont-roig. 1919. Museo Metropolitano, Nueva York.

Los años en Mont-roig, Cataluña, comienzan a transformar la obra de Miró, cada vez más atento al paisaje. Si por un lado mantiene viva su preocupación por el color expresivo, por el otro lado aparecen las señales de una influencia cubista. La síntesis geométrica se combina con el detallismo natural de las plantas. Nos recuerda también a las apuestas del arte naif.

4. Mujer desnuda con espejo, 1919

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Joan Miró: Desnudo con espejo. 1919. Óleo sobre lienzo. 112 x 102 cm. Colección priivada.

En este lienzo, Miró se aproxima más al cubismo y presenta una relectura de un tema común en la historia del arte: Venus con el espejo, si bien esta vez no se trata de la diosa, sino de una mujer común. El pintor deconstruye la profundidad espacial y cede a la geometrización de la figura representada. La riqueza decorativa de los tejidos contrasta con el tratamiento casi plano de las demás superficies, lo que un vez más, dificulta la absoluta clasificación de la pieza dentro de un único estilo.

5. La mesa o Naturaleza muerta con conejo, 1920

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Joan Miró: La mesa o Naturaleza muerta con conejo. 1920. Óleo sobre lienzo, 130 x 110 cm. Colección privada.

Este es, quizá, uno de los cuadros más conocidos del autor. Pertenece a la etapa en que Miró exploró el cubismo. El pintor preservó el tratamiento realista en elementos como el gallo, el pescado y el conejo. El resto de los elementos sufren las transformaciones propias del cubismo: supresión de la profundidad y la perspectiva y geometrización. El detallismo, sin embargo, no desaparece.

6. La masía, 1920-1921

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Joan Miró: La masía (La granja). 1921-1922.

La masía es un lienzo que Miró comenzó a pintar en Mont-roig y culminó París. En este lienzo el pintor rinde homenaje a su historia familiar y nacional. La masía, cuadro provisto de un inmenso detallismo, repasa los elementos característicos del ambiente en que Miró creció. Este cuadro, al que el pintor consideraba clave en su obra, fue vendido al escritor norteamericano Ernest Miller Hemingway.

7. El campo labrado o La tierra labrada, 1923

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Joan Miró: El campo labrado. 1923. Óleo sobre lienzo. 66 x 92,7 cm. Museo Solomon R. Guggenheim.

La tierra labrada es un lienzo que representa un cambio de estilo en la obra de Miró. Por un lado, sintetiza sus esfuerzos anteriores; por el otro lado, es un punto de partida para una propuesta original que hará de Miró uno de los artistas más creativos de su tiempo. Está basado en un dibujo del Bosco titulado El campo tiene ojos, el bosque tiene orejas. El lienzo se carga de elementos oníricos (un árbol con ojo y oreja) que conviven a su vez con elementos como la masía, deformados o fusionados con otros elementos. Miró se aproxima al surrealismo. Este lienzo también empezó en Mont-roig y fue terminado en París.

8. Paisaje catalán (El cazador), 1923-1924

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Joan Miró: Paisaje catalán. 1923-1924. Óleo sobre lienzo. 64,8 x 100,3 cm. MoMA, Nueva York.

En Paisaje catalán, podemos ver tanto la síntesis gráfica de los elementos como el juego del inconsciente y del mundo onírico. Miró permite la entrada abierta del automatismo surrealista. Dos masas de color dispuestas horizontalmente representan cielo y tierra de su lugar de origen, Cataluña. El mar también se alude por medio de signos gráficos a la derecha del lienzo. Miró despliega una serie de elementos de su entorno, tocados por su mundo perceptivo: elementos figurativos geométricos, otros esquemáticos, líneas, puntos, signos, etc.

En la escena se distingue un campesino catalán o cazador que Miró ha sintentizado en sus atributos: una pipa y una barretina, acompañados de un ojo y una oreja, y una suerte de barba que pende de la base triangular que enmarca el rostro imaginario. Su cuerpo es, apenas, una línea vertical. En la base del cuadro, junto a la expresión "sard" (sardina), Miró ha representado una sardina, en alusión a la tradición "el entierro de la sardina" que anuncia el fin del carnaval en España. Miró ha entrado ya en un auténtico surrealismo.

9. El carnaval del arlequín, 1924-1925

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Joan Miró: El carnaval del arlequín. 1924-1925. Óleo sobre lienzo. 66 x 93 cm. Museo Albright-Knox.

Para esta obra, Miró se entrega totalmente al programa surrealista que tenía en mente. Dijo en alguna oportunidad haberse sometido a grandes períodos de hambre para usar las alucinaciones producidas por la inanición. Aun así, la obra fue el resultado de un proceso meticuloso de reflexión artística y no mero automatismo. La escena es protagonizada por un ser autómata que toca la guitarra. Junto a él, aparecen un arlequín con bigotes y múltiples figuras y signos aparentemente inconexos, pero relacionados simbólicamente.

10. Interiores holandeses (I), 1928

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Joan Miró: Interiores holandeses (I). 1928. Óleo sobre lienzo. 91,8 x 73 cm. Museo de Arte Moderno, Nueva York.

Durante su estancia en París, Miró tomó un tiempo para visitar Bélgica y Holanda. A partir de allí, trabajó en su mente la idea de una serie inspirada en el arte de aquella región. En este lienzo se inspira en el El tocador de Laúd de Hendrick Martensz Sorgh.

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Hendrick Martensz Sorgh: El tocador de Laúd

11. La bailarina española, 1928

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Joan Miró: La bailarina española (I). 1928. Lápiz graso, collage (papel de lija y papel impreso) y clavos de acero sobre cartulina preparada sobre tabla. 105 x 73,5 cm. Museo Reina Sofía, Madrid.

Durante un tiempo, Miró abdicó de la pintura y se internó en el mundo de la escultura y de los objetos, técnica muy relacionada con los ready made del dadaísmo que, como es sabido, en mucho se comunicaba con el surrealismo. De ese momento de su vida forma parte este objeto, imposible de clasificar dentro de un género particular. El ejercicio de Miró consta en hacer que el espectador adivine qué es lo que ha sido evocado dentro del plano compositivo. Este fue uno de los primeros objetos en recibir dicho tratamiento, y fue antesala al desarrollo de su concepto escultórico. De allí la importancia de referirlo.

12. El segador (Payés catalán en rebelión), 1937

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Joan Miró: El segador. 1937. Mural. 5.5 metros.

Este mural fue creado por Joan Miró para el pabellón de la República Española de la Exposición Internacional de París, celebrada en 1937. La obra fue empacada para llevarse a Valencia, pero aparentemente fue destruida en 1938. Solo sobrevivieron las fotografías en blanco y negro. El mural representa a un segador, es decir, a un campesino catalán levantando la hoz en señal de protesta.

13. Constelaciones en el amor de una mujer (1941)

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Joan Miró: Constelaciones en el amor de una mujer. 1941. Aguada sobre papel. Instituto de Arte de Chicago.

A lo largo de la década de 1940, Miró desarrolla un nuevo concepto pictórico y lo convierte en una serie. Se trata de las muy conocidas Constelaciones, una serie de 23 aguadas sobre papel. Los signos de esta serie representan astros, pájaros y mujeres, temas recurrentes en el artista hasta el final de su vida.

14. La sonrisa de alas flameantes, 1953

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Joan Miró: La sonrisa de alas flameantes. 1953. Óleo sobre lienzo. 35 x 46 cm. Museo Reina Sofía, Madrid.

Después de un largo período en el que Miró había abandonado la pintura al óleo, regresa en los años 50 con una propuesta novedosa. Los elementos plásticos preferidos de Miró protagonizan la escena: líneas, puntos, figuras geométricas y colores puros entran en juego ofreciendo un tono casi infantil. El negro será el color que defina líneas, puntos y contornos. Junto a este, el amarillo, el azul, el rojo y el negro.

15. La luna, 1958

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Joan Miró: La luna. 1958. Mural de cerámica esmaltada. Sede Unesco, París.

Joan Miró también tuvo un desarrollo extraordinario en el arte público, al que dedicó buena parte de sus obras. Recibió muchos encargos a lo largo de mundo que hoy se integran a la vida ciudadana. Una de las obras más emblemáticas es el mural llamado La luna, adquirido por la Unesco para decorar la sede de París.

16. Blue II, 1961

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Joan Miró: Blue II. 1961. Óleo sobre lienzo. 270 x 355 cm. Centro Pompidou, París.

Este lienzo forma parte de un tríptico en los que Miró explora los límites de la abstracción. Si en la etapa previa había dominado el surrealismo, el artista poco a poco se va aproximando a un lenguaje abstracto, reducido a los mínimos elementos de expresión. En esta pieza del tríptico, en particular, el vacío juega un papel protagónico. Evoca, como muchas de sus obras, el peso del paisaje, en este caso, el paisaje celeste.

17. El oro del azur, 1967

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Joan Miró: El oro en el azur. 1967. Óleo sobre lienzo. 205 x 173,5 cm. Fundación Joan Miró.

El oro del azur es un óleo sobre lienzo en el que Miró continúa el desarrollo de su lenguaje abstracto, no desprovisto de símbolos. Un amarillo intenso domina el paisaje sobre el que aparece una sección de azul. Los signos gráficos son evocaciones de la mujer, el hombre y los astros, siempre presentes en su pintura.

18. Pareja de enamorados de los juegos de flores de almendro, 1975

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Joan Miró: Pareja de enamorados de los juegos de flores de almendro. 1975. Resina de poliéster. Barrio de La Défense, París

En esta escultura, Miró vuelve sobre los motivos de lo masculino y lo femenino. La figura más alta, orientada hacia la otra, representa al hombre. Remata con una forma esférica que ha sido interpretada como el sol. La mujer, en cambio, sobre la masa azul lleva un volumen que recuerda la luna creciente.

19. Tapiz de la Fundación, 1979

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Joan Miró: Tapiz de la Fundación. 1979. Textil. 750 x 500 cm, Fundación Joan Miró, Barcelona.

Inquieto como era, Joan Miró exploró también los textiles como materia artística. Trabajó con diversas escalas. Dentro de esta tendencia, destaca el tapiz que dedicó a la fundación que lleva su nombre, un tapiz monumental de 750 x 500 cm en el que pueden observarse los signos gráficos propios de su estilo.

20. Mujer y pájaro, 1983

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Joan Miró: Mujer y pájaro. 1983. Hormigón y cerámica. 22 m × 3 m. Barcelona.

La obra representa a una mujer en un cuerpo fálico, cuya feminidad adivinamos por la hendidura de una vagina. Parece como si, para Miró, ambos principios se complementaran. En la cúspide, una suerte de sombrero rematado con un pájaro, sintetizado a sus mínimos elementos expresivos. Esto ha sido interpretado como un cuerpo que se alarga hacia la libertad del vuelo. La obra, hecha en hormigón y cerámica, es al mismo tiempo un homenaje al artista catalán Antonio Gaudí, cuyas formas coloridas e irregulares decoran parte importante de la ciudad de Barcelona.

Biografía de Joan Miró

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Joan Miró i Ferrà fue un pintor, escultor, ceramista y grabador nacido en Barcelona el 20 de abril de 1893 y fallecido en Palma de Mallorca el 25 de diciembre de 1983.

Durante su juventud estudió paralelamente en la Escuela de Comercio de Barcelona y la Escuela Superior de Artes Industriales y Bellas Artes. Mientras trabajó como contable de una empresa, participó en lo que fue su primera exposición bajo la organización del Ayuntamiento de Barcelona.

Tras enfermarse de fiebre tifoidea, se traslada a Mont-roig del Camp, donde sus padres habían comprado recientemente una masía, es decir, un tipo de casa de campo característica de Cataluña y Aragón. Este período será de gran importancia para el desarrollo de la obra pictórica de Miró.

A partir de 1912, decide dedicarse por entero a las artes plásticas. Desde entonces, recibe formación en la Escuela de Arte de Francesc Galí, participa en el Cercle Artístic de Sant Lluc y se integra a la Agrupació Courbet. Desde estas palestras, comienza a relacionarse con figuras del medio artístico y cultural como Josep Dalmau, Maurice Raynal y Francis Picabia.

En la década de 1920, Joan Miró se traslada a París donde vivirá algunos años, alternando su estancia con Mont-roig y viajes ocasionales, entre los que se cuenta el que hizo a Holanda y Bélgica, inspiración de algunas de sus obras. En París conoce a muchos artistas y escritores de gran importancia, entre ellos, a la generación de surrealistas y al escritor Hemingway. Se casa con Pilar Juncosa en 1929, con quien tiene una hija llamada Maria Dolors.

Tras la Segunda Guerra Mundial, su carrera se internacionaliza y alcanza finalmente su consagración. En las décadas siguientes, desarrolla proyectos a lo largo del mundo, convirtiéndose así en uno de los artistas más influyentes de su generación.

Recibió los premios Guggenheim International Award (1958), Carnegie International Grand Prize de pintura (1967), doctor honoris causa por la Universidad de Harvard (1968), doctor honoris causa por la Universidad de Barcelona (1979) y Medalla de Oro de las Bellas Artes del Estado español (1980).

Andrea Imaginario
Andrea Imaginario
Profesora universitaria, cantante, licenciada en Artes (mención Promoción Cultural), con maestría en Literatura Comparada por la Universidad Central de Venezuela, y doctoranda en Historia en la Universidad Autónoma de Lisboa.