La pasión de Cristo en el arte: obras y significados

Andrea Imaginario
Andrea Imaginario
Especialista en artes, literatura e historia cultural
Tiempo de lectura: 18 min.

En la historia del arte occidental, la pasión de Cristo constituye uno de los temas más desarrollados, por lo que su iconografía nos resulta familiar. Sin embargo, ¿acaso se nos escapan algunos significados de la pasión de Cristo ocultos en el arte?

Pasión es una palabra que proviene del latín passio, derivado a su vez de pati, que significa 'sufrir', 'padecer', 'tolerar'. Por ello, las últimas horas de agonía de Jesús de Nazaret se conocen con el nombre de “la pasión de Cristo”.

La pasión de Cristo abarca varios episodios de los evangelios, todos ellos cargados de un rico simbolismo. Condensa, por un lado, el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento, según las cuales el enviado de Dios sería rechazado y asesinado. Por otro lado, la coherencia de Jesús, quien en la hora más oscura vivió como había predicado.

Conozcamos algunas obras que recorren la pasión de Cristo en la historia del arte sacro.

La oración en el huerto de los olivos

Tras haber celebrado con los apóstoles la Pascua y consciente de que Judas lo traicionaría, Jesús se retira a orar a al llamado huerto de los olivos. Sin escapatoria, se prepara espiritualmente para enfrentar la hora aciaga. Le acompañan Pedro, Santiago y Juan, pero ellos se quedan dormidos. Sudando sangre de la angustia, suplica a Dios que lo libere del martirio: "Padre, si quieres aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya".

El cáliz con el vino es el símbolo de la sangre que ha de verter. Como el vino, será causa de vida y beneficio. La representación de la escena suele incluir al ángel que, de acuerdo al evangelio de San Lucas, se presentó ante Jesús para fortalecerlo.

Greco La oración en el huerto de los olivos
El Greco: La oración en el huerto de los olivos. 1607. Óleo sobre lienzo. 169 cm × 112 cm. Iglesia de Santa María la Mayo en Andújar, Jaén.

En la obra La oración en el huerto de los olivos de 1607, El Greco recoge los elementos esenciales del pasaje desde una estética manierista. La mitad inferior del cuadro representa a los apóstoles Pedro, Santiago y Juan en escorzo y a una distancia más cercana del espectador. En la mitad superior, Jesús ora frente al ángel que le presenta el cáliz.

Siguiendo el modelo bizantino, Jesús lleva un vestido color púrpura, símbolo de su condición divina, y un manto color azul, símbolo de su encarnación humana. Al fondo a la derecha, se distingue la comitiva que viene a apresarlo. Como es propio de El Greco, las figuras se encuentran más estilizadas en el extremo superior, para acentuar su altura.

Goya La oración en el huerto de los olivos
Goya: La oración en el huerto de los olivos. Siglo XVIII. Óleo sobre lienzo. 47 cm × 35 cm. Museo Calasancio, Madrid.

Con más de dos siglos de diferencia, Francisco de Goya apuesta por una representación de La oración en el huerto de los olivos que deja traslucir mucho más la angustia de Jesús. A diferencia del Greco, Goya colorea de blanco el ropaje en alusión a la pureza de su alma. El gesto de sus manos abiertas y la mirada revela la inquietud por la suerte que se avecina. El Jesús de Goya es un Jesús angustiado, y la técnica de Goya se adelanta al patetismo propio del expresionismo. El trazo usado por el pintor delata que su estilo se aproximaba al tiempo de las llamadas Pinturas Negras.

Vea también: La última cena de Leonardo da Vinci.

El prendimiento de Jesús

El arresto de Jesús tuvo lugar en la hora más oscura de aquella noche en Getsemaní cuando, a sabiendas de la ilegalidad de su acción, las autoridades quisieron tomar a Jesús por sorpresa. Hizo falta el beso traicionero de Judas para que pudieran identificar al Maestro, ya que según fuentes apócrifas, Jesús y Santiago se parecían mucho y, a diferencia de los fariseos, las autoridades de Jerusalén lo conocían poco o nada.

Pedro, convencido de que ha llegado la restauración de Israel, saca su espada y corta la oreja de Malco, el criado de un sumo sacerdote. Jesús lo reprende, sana a Malco y se entrega a las autoridades a fin de que nadie muera por su causa: "Es a mí a quien buscan", dice.

Duccio di Buoninsegna el prendimiento de Cristo 1311 Temple sobre madera
Duccio di Buoninsegna: El prendimiento de Cristo. 1311. Temple sobre madera.

Desde el punto de vista iconográfico, habrá pintores que se detengan solo en uno de estos momentos. Otros, en cambio, optarán por representar ambos momentos simultáneamente.

Duccio di Buoninsegna, pintor de la Escuela de Siena en el contexto del gótico internacional, representa cada uno de los elementos de la escena en su versión de El prendimiento de Cristo. A la izquierda puede verse a Pedro cortando la oreja de Malco. En el centro, Jesús recibe el beso traicionero de Judas, mientras que la comitiva desproporcionada lo rodea como si de un delincuente peligroso se tratase. A la derecha, los apóstoles huyen y lo abandonan.

Caravaggio Prendimiento de Cristo
Caravaggio: El prendimiento de Cristo. 1602, Óleo sobre lienzo. 133,5 cm × 169,5 cm.

En su versión, el barroco Caravaggio detiene la atención en el beso de Judas. Jesús mantiene sus manos entrelazadas en actitud orante y pacífica, mientras los soldados se le van encima. Se evidencia el uso desproporcionado de la fuerza, de una guardia que no solo supera en número a la víctima, sino que viste armaduras inútiles. Detrás de Jesús, uno de los apóstoles grita e intenta huir mientras se cae su manto, tal como relatan las escrituras. Algunos exegetas sostienen que este es Juan.

El juicio

Jesús compareció primero antes los sumos sacerdotes quienes, al no tener estos autoridad para matarlo, lo llevaron ante el procurador romano Poncio Pilato. Aunque este no encontró culpa en él, en acato a la tradición de liberar un preso por la pascua, puso a los presentes a escoger entre Jesús y el maleante Barrabás. Fue así como "se lavó las manos" de toda responsabilidad.

Tintoretto y Durero
Izquierda: Tintoretto: Jesucristo ante Pilatos. 1567. Óleo sobre lienzo. 515 cm × 380 cm.
Derecha: Alberto Durero: Poncio Pilatos se lava las manos. 1512. Estampa. 117 x 75 mm.

La representación de este momento no es tan frecuente en el arte occidental. Más frecuentes son, en cambio, las escenas paralelas al juicio, como la negación y el arrepentimiento de Pedro. Aún así, algunos artistas han representado este tema en sus diferentes momentos.

En la obra manierista Jesucristo ante Pilato, Tintoretto representa el momento en que Jesús viene de regreso de casa de Herodes Antipas, quien lo ha vestido de blanco como burla. De acuerdo con las fuentes, Tintoretto se habría basado en una estampa de Durero.

La flagelación

Pilato dio la orden de azotar a Jesús, aunque no queda claro si la orden fue previa o posterior a la sentencia de muerte. De acuerdo con el evangelio de Juan, el castigo de la flagelación habría sido un intento de Pilato para disuadir al Sanedrín de matar a Jesús. Otros evangelistas sostienen que la orden de la flagelación fue el inicio del martirio de Jesús que ya estaba decidido.

La flagelación
Atribuido a Palma el Joven: La flagelación o Cristo atado a la columna. Siglo XVI. Óleo sobre lienzo. 133 x 113 cm.

En cualquier caso, en la representación artística de esta escena, los artistas suelen enfocarse en la fealdad de los soldados, que disfrutan de la violencia que infligen sobre el inocente. La escena es, pues, la representación de la belleza como imagen de la bondad, frente a la fealdad como imagen de la maldad.

Ecce homo y la coronación de espinas

De acuerdo con el evangelio de Juan, Jesús recibió la corona de espinas y el manto púrpura en el momento de la flagelación, tras el cual Pilato decide exponerlo a la muchedumbre con las palabras: "Ecce homo", que quiere decir 'Aquí tienen al hombre'. Según Mateo y Marcos, fue después de la exposición y condena de Jesús cuando los soldados lo coronaron, lo vistieron de púrpura y profirieron los improperios.

En todo caso, los atributos de Jesús en los cuadros del tipo Ecce Homo y La coronación de espinas (corona de espinas y manto púrpura) suelen ser los mismos, dependiendo de la intención del artista o del relato evangélico en que se base (por ejemplo, en el Ecce homo puede variar el color púrpura de la túnica por el blanco). Sin embargo, en la coronación de espinas Jesús aparece a solas con los soldados, mientras que en el Ecce homo, suele aparecer con Pilato solo o con otros personajes adicionales, incluida la multitud.

El Bosco La coronación
El Bosco: La coronación de espinas o Los improperios. h. 1510. Óleo sobre tabla. 165 x 195 cm.

En La coronación de espinas o Los improperios de El Bosco, no solo incluye a los soldados, sino también a las autoridades judías, representadas por un hombre a la izquierda del cuadro. Este hombre porta un bastón con una bola de cristal en la cual se deja ver el rostro de Moisés.

Tiziano Ecce homo
Tizziano: Ecce homo. 1543. Óleo sobre tela. 242 x361 cm.

El renacentista Tiziano, por su parte, nos ofrece esta versión del Ecce homo en gran formato, donde se hace evidente la tensión de la escena y la violencia infligida a la persona de Jesús.

Con el paso del tiempo, la representación de la escena completa del Ecce homo fue dando lugar a la representación única de Jesús sobre un fondo neutro, que busca la piedad intemporal del espectador. Así, algunos artistas darán a la escena del Ecce homo un carácter narrativo, mientras otros buscarán desarrollar con él un sentido pietista. Será el caso del Ecce homo de Murillo de 1660, situado en pleno período barroco.

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Murillo: Ecce Homo. h. 1660. Óleo sobre lienzo. 52 x 41 cm.

El camino al calvario o vía crucis

El camino al calvario, conocido también como via crucis, es una secuencia de 14 escenas que resume el itinerario de Jesús desde la salida del Pretorio hasta la sepultura. Este itinerario está nutrido de fuentes evangélicas y apócrifas. Cuando no se trabaja como serie, la representación plástica del "Camino de calvario" acude normalmente a escenas como la imposición de la cruz, el pasaje de Simón de Cirene, el pasaje de la Verónica, el pasaje de las hijas de Jerusalén y el expolio.

Bosco El calvario
El Bosco (?): Cristo con la cruz a cuestas. Óleo sobre tabla. 76,5 cm × 83,5 cm.

La autoría de la obra Cristo con la cruz a cuestas no está del todo clara, debido a que El Bosco no acostumbraba firmar sus obras ni fecharlas. Pudo haber sido hecha por él o por un imitador, ya que parece ser bastante tardía.

En esta tabla, la humanidad de Jesús contrasta con el carácter animalesco y monstruoso de sus victimarios, hombres que se han dejado envilecer por la maldad. Hacia la esquina inferior izquierda, se puede ver a la Verónica que porta el velo donde ha quedado marcado el rostro de Jesús. Ella también es imagen del don de la humanidad.

La crucifixión

La crucifixión es el punto álgido de la pasión de Cristo. Allí, el simbolismo recorre cada elemento, y cada detalle genera una variación interpretativa en el arte. A Jesús suele representársele en la cruz acompañado de María, su madre, María de Magdala y Juan. Sin embargo, también encontraremos representaciones de Jesús crucificado en absoluta soledad.

La señal que nos indica si Jesús ya ha muerto en la cruz es la herida del costado. De no existir esta herida en la representación, la obra estaría refiriéndose a las últimas horas de agonía en que Jesús profirió las llamadas "siete palabras".

Greco Crucifixion
El Greco: La crucifixión. 1600. Óleo sobre lienzo. 312 x 169 cm.

En La crucifixión de El Greco, podemos ver a Jesús acompañado de la Virgen María, María de Magdala y Juan evangelista. Junto a la cruz, tres ángeles se encargan de recoger la sangre de brota de sus heridas. En la escena el contexto desaparece y la cruz se levanta sobre la penumbra de la atmósfera, símbolo de la hora más oscura, la hora definitiva de la muerte de Jesús.

Velázquez La crucifixión
Diego Velázquez: Cristo crucificado. Hacia 1632. Óleo sobre tela. 250 cm × 170 cm.

Diego Velázquez, por su parte, ofrece una de las imágenes más influyentes de la crucifixión. En ella, retira los elementos del patetismo propio de la escena, para privilegiar la representación de Jesús como el hombre más bello entre los hombres, siguiendo el salmo 44 (45). Es, sin duda, un modelo apolíneo que contrasta con las búsquedas del período barroco al que pertenece.

Velázquez prefiere que Cristo, al que sabemos muerto por la herida en el costado, parezca sumido en un sueño profundo. A diferencia de otras representaciones, el Cristo crucificado de Velázquez está sostenido por cuatro clavos por sugerencia de Francisco Pacheco, pintor y tratadista que defendía la historicidad de este modelo iconográfico.

El descendimiento de la cruz

Jesús fue crucificado un día viernes. Como los judíos no podían hacer nada en día sábado, pidieron a los romanos bajar el cuerpo de Jesús antes de caer el día. Lo mismo debía ser hecho con los dos malhechores crucificados a cada lado. Para acelerar la muerte de los malhechores, les rompieron los huesos, pero como Jesús ya había muerto, un soldado llamado Longino, atravesó el costado de Jesús con una lanza, y de la herida brotó sangre y agua.

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Rogier van der Veyden: El descendimiento de la cruz. 1436. Óleo sobre tabla. 220 x 262 cm.

Rogier van der Weyden, representante del renacimiento flamenco, incluye en una sola escena dos episodios: el descendimiento de la cruz y el espasmo de la Virgen María que, de acuerdo al texto apócrifo conocido como las Actas de Pilato, habría ocurrido cuando María reconoció a Jesús en la caravana del via crucis y no propiamente ante la cruz.

Con el tiempo, se prefirió representar a la Madre de pie junto a la cruz (Stabat Mater), en atención al evangelio de Juan. Se consideraba que esta actitud sería más coherente con la imagen de María como una mujer de fe.

Así, vemos en el Descendimiento de la cruz de Rubens una María afectada pero erguida, que participa de manera resuelta en el proceso de bajar el cuerpo de Jesús. La madre contrasta con María Magdalena y María de Cleofás que yacen lamentándose a los pies de la cruz.

Rubens descendimiento de la cruz
Rubens: El descendimiento de la cruz. Óleo sobre tabla. 420 x 310 cm.

La Piedad y La lamentación sobre Cristo muerto

El descendimiento de la cruz suele estar relacionado con otros pasajes: la piedad y la lamentación sobre Cristo muerto, los cuales preceden en ese orden al Santo Entierro. De ninguno de estos pasajes existe registro en los evangelios.

De acuerdo con Juan Carmona Muela, la iconografía de la piedad, esto es, de la Virgen María sosteniendo y contemplando el cuerpo de su hijo muerto, se hizo frecuente en la devoción popular a finales de la Baja Edad Media. Surgió también la iconografía de la lamentación, donde Jesús yace horizontalmente mientras todos sus dolientes lo llloran.

La Piedad, en particular, forma parte de una espiritualidad abierta a la humanización de los contenidos religiosos, donde la idea de la Virgen María como trono donde Cristo asienta su poder, cede el paso a la madre que comparte con la humanidad el sufrimiento. Era natural imaginar una Virgen María compungida por aquel trágico episodio, no solo por el trágico resultado, sino especialmente por la maldad revelada.

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Giotto: Lamentación sobre Cristo muerto. h. 1306. Fresco. 200 x 185 cm.

Lo más difícil de resolver en la iconografía de la Piedad, de acuerdo con Carmona Muela, fue encajar la figura de un Cristo adulto sobre el regazo de la madre. Al principio, algunos artistas hicieron acompañar la escena de varios personajes, entre los cuales se sostenía a Jesús. Otros optaron por falsear las proporciones y hacer a María más grande que Jesús, cosa que hace el propio Miguel Ángel en su famosa piedad escultórica. Este último recurso derivó en la clásica representación piramidal que permitió equilibrar las proporciones.

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Miguel Ángel: Piedad. 1498. Escultura sobre mármol blanco. 195 x 174 cm.

Vea también el significado de la Escultura La Piedad de Miguel Ángel.

La sepultura o el Santo Entierro

Tal como lo describen los evangelios, Jesús fue amortajado y perfumado siguiendo la tradición. Las fuentes bíblicas, sin embargo, no coinciden en los personajes que estuvieron presentes. A partir de las Actas de Pilato, se fijó una iconografía que incluye a:

  • la Virgen María, madre de Jesús;
  • María Magdalena, la mujer a quien Jesús había dignificado;
  • José de Arimatea, quien era miembro del Sanedrín y seguía a Jesús en secreto;
  • Nicodemo, un fariseo y magistrado;
  • María Salomé, madre de Santiago el Mayor y Juan;
  • Juan evangelista, quien da testimonio de su presencia en la escena.
el enterramiento
Anónimo (copia de Ribera): Santo Entierro. Siglo XVII. Óleo sobre lienzo. 159 cm x 295 cm.

Destacan la presencia de José de Arimatea y Nicodemo, que hasta entonces habían ocultado el seguimiento de Cristo por miedo a las autoridades. La reacción de ambos es, pues, excesiva: si por un lado José de Arimatea se atreve a pedirle permiso a Pilato para sepultar el cadáver, Nicodemo se desborda al llevar al sepulcro treinta libras de mirra perfumada con áloe.

Palabras finales

Estos gestos desbordados de Nicodemo y José de Arimatea, a nuestro entender, ponen en evidencia la función del simbolismo del pan y el vino como cuerpo y sangre de Jesús dentro de la secuencia narrativa de los evangelios, al menos hasta cierto punto.

Si en vida Jesús fue "pan" que alimentó las inquietudes espirituales de los creyentes, que aún no comprendían del todo lo enseñado por Jesús, su sangre derramada fue ocasión del despertar de la conciencia y del valor. Lo vivido los animó a la "correspondencia".

Desde la perspectiva de los relatos evangélicos, ante la fuerza del mal que parece dominarlo todo, el bien se sobrepone, se hace valiente y construye comunidad. Los que andaban solos se encontraron en la mesa compartiendo el pan y el vino hasta la hora de la resurrección.

Andrea Imaginario
Andrea Imaginario
Profesora universitaria, cantante, licenciada en Artes (mención Promoción Cultural), con maestría en Literatura Comparada por la Universidad Central de Venezuela, y doctoranda en Historia en la Universidad Autónoma de Lisboa.