Leyenda del sol y la luna: 2 versiones sobre su origen

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana
Tiempo de lectura: 3 min.

A través de la historia, el ser humano ha intentado darle explicación a los fenómenos de la naturaleza por medio de mitos y leyendas. De este modo, astros como el sol y la luna han sido objeto de innumerables relatos orales en los que se busca rastrear su origen y relación.

Mito griego

El mito griego presenta una bella historia de amor, donde la pasión de los amantes permite que su relación perdure más allá de las circunstancias.

Sol y luna mito griego

Según el mito existieron dos jóvenes que se amaban profundamente. Afrodita, la diosa del amor, se sintió celosa de esta relación e intentó separarlos. Así, se presentó frente al chico para seducirlo. Sin embargo, él se mantuvo fiel.

Frente a esto, la diosa decidió convertirlo en el sol, el astro que ilumina el día, mientras que a la muchacha la transformó en la luna que guía la noche.

A pesar de la distancia, seguían queriéndose. Por ello, Zeus sintió piedad y decidió crear los eclipses para que así pudieran estar juntos cada cierto tiempo.

Leyenda azteca

Esta leyenda demuestra que, muchas veces, es mejor ser humilde y sencillo al encarar una tarea difícil. A pesar de su aparente inferioridad, el dios del que nadie esperaba nada resultó ser más valiente y capaz. Por ello, fue premiado por los demás.

Leyenda azteca sobre el sol y la luna

En tiempos muy antiguos, cuando la Tierra estaba sumida en la oscuridad, todo era noche. En el cielo, vivían los Seres Poderosos, quienes decidieron que ya era hora de traer la luz y se reunieron en la majestuosa ciudad de Teotihuacán.

Los Poderosos encendieron una enorme hoguera y anunciaron que quien quisiera ser el Sol debía saltar sobre el fuego y transformarse en la luz que iluminaría el mundo. Dos candidatos se presentaron.

El primero era Tecuciztécatl, un dios fuerte, orgulloso y muy rico. Vestía con lujosas ropas adornadas con joyas brillantes. Ofreció oro y tesoros a los demás dioses, confiando en su grandeza y belleza para ser elegido.

El segundo era Nanahuatzin, un dios humilde, pequeño y cubierto de llagas. No tenía riquezas que ofrecer, sólo su coraje y su buen corazón. Prometió dar todo lo que tenía: la sangre de su corazón y su valentía.

Llegó el momento del salto. Tecuciztécatl, a pesar de toda su riqueza, sintió miedo al ver el fuego tan grande y, en lugar de saltar, retrocedió. Pero Nanahuatzin, lleno de valor, corrió sin dudarlo y saltó sobre la hoguera. Al instante, se transformó en un Sol brillante que iluminó el cielo.

Al ver esto, Tecuciztécatl, avergonzado, decidió también saltar. Pero al hacerlo, apareció un segundo Sol en el firmamento. Los Poderosos se preocuparon, pues no podía haber dos soles en el cielo. Entonces, para solucionar el problema, decidieron apagar el brillo del segundo hasta que solo quedó un suave resplandor. Así fue como Tecuciztécatl se convirtió en la Luna, para acompañar al Sol, pero nunca igualarlo.

Bibliografía:

  • Ramírez, Castañeda, Elisa. (2021). Mitos y cuentos indígenas de México. Fondo de Cultura Económica.
  • Willey, Leah y Katherine Pitt (2020). Mitopedia. Una enciclopedia de seres míticos y sus mágicas historias. Blume.

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Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.