19 leyendas ecuatorianas cortas (con interpretación)
El folclore ecuatoriano tiene un gran número de leyendas y relatos que forman parte de la tradición oral del país. Estos han permanecido vivos a través de diferentes generaciones y forman parte de la identidad cultural de los pueblos.
Si quieres conocer algunas de las historias más conocidas, de las diferentes regiones del país, aquí te proponemos una selección de 19 leyendas ecuatorianas cortas.
1. Leyenda de Cantuña
En el centro histórico de Quito, se encuentra la Iglesia de San Francisco. En referencia al origen de esta basílica, es popular esta narración, de la época colonial, que se ha difundido generacionalmente y que cuenta con varias versiones.
Esta leyenda no solo nos da una explicación sobre la construcción de la iglesia, sino también una importante lección acerca de cumplir las promesas.
Cuenta una historia popular que, allá por la época de la colonización española, vivió Francisco Cantuña. Este hombre se aventuró en la compleja tarea de construir la Iglesia de San Francisco, situada en el centro histórico de Quito, en un plazo de 6 meses.
Pasó el tiempo y llegó el día de antes de entregar el resultado, pero, el edificio no estaba terminado. Ante esto, Cantuña decidió pactar con el diablo para que este la terminara apresuradamente. A cambio, le entregaría su alma.
El diablo accedió a la propuesta y trabajó sin parar. En el último momento, Cantuña se arrepintió de haber vendido su alma y, antes de concluir la obra, se escondió la última piedra que serviría para concluir la iglesia.
Finalmente, cuando el diablo pensó que había terminado la obra, Cantuña le mostró que no era así enseñándole la piedra. De esta manera, Cantuña salvó su alma del infierno.
2. La Dama Tapada
Esta leyenda guayaquileña, cuyo origen remonta a finales del siglo XVII, tiene como protagonista a una misteriosa mujer cuyo rostro va oculto con un velo negro. Esta aparece con la intención de asustar a hombres ebrios y hacerlos desfallecer.
Aunque se desconoce cómo surgió esta historia, seguramente, su intención es la de amedrentar a los hombres descarriados.
Dice una antigua narración que, por las calles de Guayaquil, se dejaba ver por las noches un misterioso ser conocido como Dama Tapada.
El espectro solía aparecerse a hombres ebrios que transitaban calles poco transitadas. Al verla, muchos de ellos perdían la vida del susto, otros por el maloliente hedor que desprendía el ente.
Cuenta la leyenda que, aun hoy, la Dama Tapada recorre las callejuelas de Guayaquil en busca de atemorizar a los “tunantes”.
3. Leyenda de la Posorja
En Posorja (Guayaquil) se ha transmitido una interesante narración que da explicación al origen del nombre de este lugar. Este surgió por la llegada de una princesa con en mismo nombre, que vaticinó el futuro de la población.
Cuenta la narración que, en la actual parroquia de Posorja, hace mucho tiempo apareció de la nada entre las aguas una princesa con don para la videncia. La niña tenía un colgante de oro en forma de caracol.
Pronto, la muchacha fue acogida por los pobladores y, cuando se hizo mayor, predijo que llegarían unos hombres que alterarían la quietud del lugar y acabarían con el imperio Inca.
Después de esto, la mujer dijo que esta era su última predestinación, se introdujo en el mar y una gran ola la hizo desaparecer.
4. La canoíta fantasmática
En la tradición oral de Guayaquil permanecen historias como esta, cuyo origen podría remontar a la colonización, y que fue registrada por primera vez en el siglo XIX.
Una leyenda de terror protagonizada por un espectro femenino que permanece eternamente cumpliendo un castigo. En el fondo, la historia tiene un carácter aleccionador acerca de las consecuencias del adulterio.
Cuenta una vieja historia que, por los ríos de las tierras guayaquileñas, navega el espectro de una mujer durante la noche. Se dice que es el espíritu de Isabel, quien permanece errante para cumplir una condena impuesta por Dios, después de que esta muriera.
Dice la leyenda que Isabel tuvo una vida compleja y dio a luz a un bebé en una canoa, este era un hijo extramatrimonial. Un fatal desastre hizo que el pequeño perdiera la vida y decidió esconderlo en el mar para que nadie supiera de él. Al morir, Dios la enjuició y la sentenció a buscar a su hijo eternamente. Quien la ha visto percibe una canoa, apenas iluminada.
La mujer emite un espeluznante sonido y repite constantemente: “Aquí lo dejé, aquí lo maté, aquí lo he de hallar”.
5. Leyenda del Padre Almeida
En Quito es conocida una popular historia, de origen desconocido, que tiene como protagonista a un párroco muy particular, el Padre Almeida. La moraleja de esta leyenda no es otra que la de advertir a quienes se dan a la mala vida y a los excesos.
Es muy reconocida la frase “¿Hasta cuándo, Padre Almeida?”, detrás de ella se encuentra esta narración.
Dice la leyenda que, hace mucho tiempo, existió un personaje eclesiástico famoso por sus juergas clandestinas.
El joven sacerdote, conocido como Padre Almeida, aprovechaba cualquier descuido para salir por las noches del convento de San Diego sin que nadie le viera. Solía escaparse por el torreón de la iglesia, deslizándose por el muro hasta la calle.
Un día, cuando iba a salir de parranda, escuchó que alguien le decía: “¿Hasta cuándo, padre Almeida?”
El sacerdote pensó que era producto de su imaginación y respondió: “Hasta la vuelta, señor”. El hombre no se percató que había sido la imagen del cristo que había en lo alto de la torre, y se marchó.
Horas después, Almeida salió de la cantina dando tumbos. En la calle, divisó a unos hombres portando un ataúd. Pronto, el féretro cayó al suelo y, para su sorpresa, vio que la persona que estaba dentro era él mismo.
Cuenta la narración que, desde entonces, el sacerdote decidió abandonar la juerga y prometió llevar una vida íntegra. Entendió que era una señal de Dios y jamás volvió a escaparse del convento.
6. El riviel
En el folclore ecuatoriano encontramos leyendas de terror como esta, la cual se extiende por la región de Esmeraldas.
Esta narración, de origen desconocido, tiene como protagonista a un espectro fluvial que aterra a los navegantes en la oscuridad.
Dice esta leyenda que, por los ríos ecuatorianos, merodea durante la noche un espectro asustando a quienes lo sorprenden.
El riviel, así es como se le conoce a este espíritu, navega en un bote con forma de ataúd que mueve con un remo que tiene apariencia de cruz. Este aspecto va iluminando su paso con una tenue y siniestra luz.
Cuenta esta narración que, el riviel asusta a los navegantes, haciéndolos caer al agua y poniendo en peligro sus vidas.
Por eso, los marineros nocturnos suelen llevar anzuelos y trampas para atraparlo.
7. Guayas y Quil
Esta leyenda, originada en tiempos de conquista, da explicación a cómo surgió el nombre de la actual ciudad de Guayaquil. Este supone la unión de los nombres de dos importantes caciques, Guayas y Quil, quienes lucharon por la permanencia de su pueblo en el lugar ante la llegada de los españoles.
Existen varias versiones sobre esta leyenda, esta es una de ellas:
Cuenta la narración que, en tiempos de la Conquista Española, el conquistador Sebastián de Benalcázar llegó a la zona de la costa con la intención de asentarse en el lugar.
Allí, el explorador se topó con el cacique Guayas y su esposa Quil, quienes no estaban dispuestos a rendirse. Sin embargo, después de un tiempo los españoles tomaron al matrimonio como prisionero.
Guayas decidió ofrecerles riquezas a cambio de su libertad. Los españoles aceptaron y se dirigieron a lo que hoy se conoce como Cerro de Santa Ana. Una vez allí, Guayas pidió un puñal para levantar la losa que cubría el tesoro. En cambio, el lugar de eso, atravesó el corazón de su esposa y después el suyo. De esta manera, tendría dos tesoros: el río formado por la sangre derramada de Guayas y el corazón de la bondadosa Quil.
Según cuenta la leyenda, el conquistador Francisco de Orellana, quien fuera gobernador de Guayaquil, fundó la ciudad en memoria de Guayas y su esposa Quil el Día de Santiago Apóstol el Mayor.
8. Tesoro de la Llanganatis
El Parque Nacional Llanganateses es conocido por una leyenda muy extendida, cuyo origen puede hallarse en épocas de la colonización.
La narración gira en torno a un misterioso tesoro oculto en la Cordillera Llanganatis, el cual ha dado lugar a diferentes creencias acerca de una posible maldición.
Cuenta la leyenda que, en 1522, Francisco Pizarro fundó la ciudad de San Miguel de Piura. Posteriormente, expandió su conquista y capturó al Inca Atahualpa en Cajamarca.
Atahualpa propuso a los españoles llenar una habitación de oro para que lo pusieran en libertad. Francisco Pizarro, movido por la codicia, aceptó el trato. Pronto, Atahualpa fue condenado a pena capital, pues Pizarro no confiaba en él.
Dice la narración que, el general incaico Rumiñahui llevaba 750 toneladas de oro para el rescate de Atahualpa, pero en el camino se enteró de su muerte. Entonces, Rumiñahui regresó sobre sus pasos y escondió el tesoro en el lago de la Cordillera Llanganatis. Jamás dijo el sitio exacto donde se encontraba el oro. Por eso, se ha buscado durante más de 500 años, y nadie ha logrado hallarlo, incluso les ha costado la vida a muchos.
Se dice que el tesoro es como una especie de maldición.
9. El cucurucho de San Agustín
En la tradición oral de Quito, encontramos esta conocida leyenda, de origen colonial, que tiene como tema principal una historia de amor que termina en desgracia.
Cuenta la leyenda que, hacia 1650, vivió una hermosa muchacha llamada Magdalena, hija de un español llamado Lorenzo y de una quiteña llamada María de Peñaflor y Velasco.
Pronto, la joven muchacha se enamoró de Pedro, el hijo del mayordomo que su padre había contratado. Los padres de Magdalena se negaron a aceptar esa historia de amor, por eso tomaron la decisión de despedir a Pedro y a su padre.
Durante un tiempo, los jóvenes se vieron a escondidas. Pedro se vestía de cucurucho y asistía a la iglesia para ver a su amada sin levantar las sospechas de Lorenzo y María.
Meses después, Pedro se alistó en una expedición que le haría conseguir mucho dinero para poder ganarse el respeto de los padres de la muchacha.
El tiempo pasó y, cuando Pedro regresó, María y Lorenzo habían prometido a su hija con un muchacho llamado Mateo de León.
Llegó la noche antes del matrimonio y la tradición decía que las novias debían dar caridad a los mendigos que llegaran a su hogar. Magdalena recibió una carta de Pedro, donde este le pedía un reencuentro. La muchacha se negó rotundamente y le informó de sus planes de boda.
Pronto, llegó un mendigo encapuchado entre la multitud a pedir limosna. Cuando la joven lo recibió, el cucurucho sacó un puñal e hirió a la joven.
Dice la leyenda que, enfrente de la Iglesia de San Agustín, se cayó el cucurucho y se descubrió el rostro de Pedro. Días después, la población se vengó del muchacho.
10. El gallo de la catedral
En el torreón de la catedral de Quito se encuentra la figura de un gallo que perdura en el tiempo. Alrededor de este se han fraguado narraciones como esta, de origen es desconocido, que tiene como principal objetivo el de instruir acerca de las consecuencias de llevar una vida desordenada.
Narra la historia que, hace muchos años, vivió en Quito un acaudalado señor llamado Don Ramón de Ayala.
Este hombre disfrutaba pasando buenos ratos con sus amigos cantando. También, se decía que Ramón estaba enamorado de una joven tabernera llamada Mariana.
En las noches, el hombre acostumbraba a pasearse ebrio por la plaza grande, se paraba delante del gallo de la catedral y le decía: “¡Para mí no hay gallitos que valgan, ni el gallo de la catedral!”.
De repente, el gallo se precipitó sobre él y le dijo: “Prométeme que no volverás a tomar licor”. El hombre, muy asustado, aceptó su propuesta y aseguró que no tomaría más. Además, el gallo le dijo: “¡No vuelvas a insultarme!
Después de lo sucedido, el gallo de hierro volvió a la torre. Cuenta la leyenda que, desde ese día, Ramón Ayala se volvió un hombre más considerado y jamás volvió a beber licor ni a insultar.
11. El monstruo de la laguna de Papallacta
Cerca de la parroquia de Papallacta se encuentra una laguna con el mismo nombre, formada hace unos 300 años en las faldas del volcán Antisana. Este paraje, envuelto en misterio, ha motivado al surgimiento de narraciones como esta, donde los seres mitológicos forman parte del lugar.
Cuenta la leyenda que, hace mucho tiempo, un monstruo marino se sumergió entre las aguas de la laguna de Papallacta. Una pareja de recién casados fue la primera en ser sorprendida por esta bestia.
Pronto, los lugareños, asustados, decidieron contar con un shamán para que se introdujera en las aguas y averiguara de qué se trataba.
El brujo se sumergió en el agua y tardó varios días en derrotar al monstruo, una serpiente de siete cabezas. Un día, por fin, lo consiguió y salió del agua. El shamán había cortado cinco cabezas, dos las puso en el Volcán Antisana. La quinta cubre una gran grieta e impide que la laguna se seque.
Dice la tradición que las dos cabezas restantes permanecen vivas, esperando el momento apropiado para salir.
12. El tesoro del pirata Lewis
En las Galápagos hay algunas historias sobre piratas y tesoros que han pasado de generación en generación. En San Cristóbal, encontramos esta narración de origen desconocido y que tiene como protagonista a un cosario y su misterioso tesoro oculto en la Isla Floreana.
Cuenta una vieja leyenda de San Cristóbal (islas Galápagos) que, hace mucho tiempo, vivió en el lugar un pirata denominado Lewis.
Nadie conocía su procedencia, lo único que se sabía es que abandonaba el lugar por días y volvía cargado de plata.
Un día, comenzó una amistad con un tal Manuel Cobos y, cuando sentía que su vida se estaba acabando, decidió mostrarle a su amigo dónde se encontraba su tesoro.
Entonces, Lewis y Manuel se introdujeron en el mar, subidos en un pequeño barco de pesca. Pronto, Lewis comenzó a tener un comportamiento turbador, saltaba y gritaba sin parar. Por eso, Manuel decidió que volverían a San Cristóbal.
Una vez allí, Lewis le contó a su amigo que tuvo que actuar de esa manera para evitar el asalto de unos marineros que querían robarle su tesoro.
Un tiempo después, Lewis falleció y se llevó su secreto a la tumba. Aun hoy, hay quienes siguen buscando el tesoro de Lewis, el cual se dice que se encuentra en la isla Floreana.
13. La doncella de Pumapungo
El parque de Pumapungo, un extenso paraje arqueológico inca, guarda algunas leyendas de amor imposible como estas que dotan al lugar de magia y misterio.
Dice la tradición oral que, en Pumapungo (Cuenca), vivió hace mucho tiempo una joven doncella llamada Nina, perteneciente a las vírgenes del Sol. Estas eran un grupo de mujeres que habían sido educadas en diferentes artes y que entretenían a los emperadores.
Nina se enamoró de un sacerdote del templo y comenzó a encontrarse con él de forma clandestina en los jardines. Pronto, el Emperador se enteró y decidió mandar a matar al sacerdote, sin que la joven muchacha supiera nada.
Cuenta la leyenda que pasaron los días y, al ver que su amado no llegaba, Nina murió de pena. Dicen que hoy se escucha su llanto entre las ruinas del lugar.
14. La princesa triste de Santa Ana
Hay narraciones que tratan de dar una explicación al surgimiento de ciertas ciudades. Esta historia andina, en concreto, surge para revelar el origen del nombre del Cerro de Santa Ana, paraje donde comenzó a ubicarse la ciudad de Guayaquil.
Esta leyenda, de origen desconocido, guarda una importante lección acerca de la avaricia.
Dice la leyenda que, hace mucho tiempo, donde hoy se sitúa Guayaquil y el Cerro de Santa Ana, vivió un acaudalado rey inca. Tenía una hermosa hija que, un día, enfermó repentinamente.
El rey solicitó la ayuda de brujos y curanderos, pero ninguno pudo sanarla. En cambio, cuando parecía que no había esperanzas, apareció un hombre que decía tener la cura para la muchacha.
El hechicero le dijo al rey: “Si quieres salvar la vida de tu hija, has de renunciar a todas tus riquezas”. El rey se negó y mandó a sus guardias a matar al brujo.
Después de la muerte del brujo, una maldición cayó sobre el reino donde se impuso la oscuridad por años.
Desde entonces, cada 100 años, la princesa tenía la oportunidad de devolver la luz a su reino, pero nunca lo lograba.
Siglos después, un expedicionario que escaló el cerro, se encontró con la muchacha. Esta le dio dos opciones: tomar la ciudad llena de oro o elegirla a ella como esposa fiel.
El conquistador eligió quedarse con la ciudad de oro. La princesa, muy enojada, lanzó una maldición. El joven, asustado, le rezó a la Virgen de Santa Ana para que lo protegiera.
Cuenta la leyenda que por este motivo el Cerro de Santa Ana, sobre el que se fundó la ciudad de Guayaquil, fue denominado así.
15. Umiña
Dentro del folclore ecuatoriano, existe un personaje mitológico muy popular en la cultura Manteña. Umiña, diosa de la salud, a la que se rendía culto en tiempos precolombinos en un santuario ubicado en donde hoy se sitúa la ciudad de Manta. Esta leyenda explica la suerte de la joven a la que se le honró representada en forma de esmeralda.
Dice la historia que, hace mucho tiempo, existió una princesa llamada Umiña. Esta era la hija del cacique Tohalli.
La joven era admirada por su belleza, pero tuvo un fatal desenlace. Umiña fue asesinada y enterrada con sus padres.
Cuenta la leyenda que, antes de enterrarla, extrajeron su corazón y quedó convertido en una bella esmeralda a la que el pueblo comenzó a rendirle culto.
16. El Guagua Auca
En la mitología de Ecuador, existe un famoso espectro que se encarga de asustar a quienes se pasan tomando bebida. Aunque se desconoce el origen de esta narración, el mito del Guagua Auca, un niño convertido en demonio, pudo surgir con la intención de amedrentar a quienes no tienen hábitos ejemplares.
Asimismo, el personaje del Guagua Auca representa la falsa creencia extendida tiempo atrás en la que se relaciona el hecho de no estar bautizado con el acercamiento al demonio.
Cuenta la narración que, hace mucho tiempo, existió un espectro que amenazaba la serenidad de quienes transitan por las calles a ciertas horas de la madrugada, especialmente los borrachos.
Según la leyenda, se trata de un bebé que no fue bautizado y se convirtió en demonio. El ente se alimenta del miedo ajeno y, dicen, aquellos que buscan su figura cuando lo escuchan llorar corren con muy mala suerte. Lo mejor es huir del lugar si se oyen quejidos.
17. El ataúd Ambulante
En el folclore guayaquileño encontramos leyendas de terror como esta, fraguada en tiempo colonial. Estas narraciones de época colonial destacan por tener como protagonistas espectros o seres que atemorizan a la población. En este caso, la narración alecciona sobre las consecuencias de enamorarse del adversario.
Dice la leyenda que, en las aguas del río Guayas, transita en las noches sombrías un féretro con la tapa entornada.
El ataúd está iluminado con una vela, la cual adivina dos cuerpos que se encuentran en su interior. Cuenta la historia que se trata del cuerpo de una dama, hija de un cacique, que se enamoró a escondidas de un español y se casó en secreto.
Su padre, al saber la noticia, maldijo a su hija hasta tal punto que la muchacha murió mientras daba a luz a un bebé. Desde entonces, el ataúd que porta el cuerpo de la joven y su pequeño se deja ver por el río Guayas, atemorizando a los testigos.
18. La bella Aurora
En la capital ecuatoriana hay una vieja historia de la época colonial que se ha extendido de generación en generación: la leyenda de la Bella Aurora. Hubo un tiempo en el que la casa 1028 de la Calle Chile estuvo envuelta en misterio, hoy en día ya no quedan restos de aquel lugar legendario, pero la narración sigue difundiéndose.
Cuenta la leyenda que, hace mucho tiempo, en la ciudad de Quito, vivía una joven llamada Aurora junto a sus acaudalados padres.
Un día, la familia asistió a la Plaza de la Independencia, la cual se utilizaba en ocasiones para hacer corridas de toros.
Cuando dio comienzo el evento, un toro grande y recio se acercó a la joven Aurora y la miró fijamente. La muchacha, muy asustada, se desvaneció en el acto. Inmediatamente, sus padres la llevaron a su casa, la del número 1208.
Un rato después, el toro salió de la plaza y se dirigió al hogar familiar. Una vez allí, derribó la puerta y subió hasta el cuarto de la joven Aurora, a quien atacó sin piedad.
Dice la leyenda, que los padres de la muchacha se marcharon de la ciudad y jamás se supo la razón por la cual el toro embistió a la bella Aurora.
19. Leyenda de la capa del estudiante
En Quito aún se escucha una vieja leyenda en torno al mundo estudiantil. Una historia que muestra una lección acerca de las consecuencias de burlarse del mal ajeno.
Cuenta esta historia que, hace mucho tiempo, un grupo de estudiantes preparaban sus últimos exámenes. Juan era uno de ellos.
Durante días, el muchacho estaba preocupado por el estado de sus viejas botas, pues no tenía dinero para reemplazarlas y no quería presentarse así a los exámenes.
Un día, sus amigos le propusieron vender o alquilar su capa para conseguir algo de dinero, sin embargo, consideró que esto era inviable.
Así, sus compañeros le ofrecieron algunas monedas, pero, a cambio, Juan debía ir a la media noche al cementerio e insertar un clavo en la tumba de una mujer.
El muchacho se presentó en el cementerio, pero desconocía que la tumba de la dama era la de una joven que había muerto por causa de su amor. Mientras clavaba el clavo, Juan pedía perdón por lo sucedido. Cuando quiso retirarse del lugar, se dio cuenta de que no podía moverse.
A la mañana siguiente, sus compañeros acudieron al lugar, muy preocupados por Juan, quien no había regresado. Allí, lo encontraron muerto. Uno de ellos, se percató de que el joven había clavado su capa por error en la tumba. A Juan lo había matado el susto.
Desde aquel momento, sus amigos, muy arrepentidos, aprendieron que no debían abusar de la situación de otras personas.
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Referencias bibliográficas
- Conde, M. (2022). Thirteen Ecuadorean Legends And A Ghost: Trece Leyendas Ecuatorianas Y Un Fantasma. Abracadabra Editores.
- Cuando vengo, nomás vengo. (2018). Quito, Ecuador: Ediciones Universitarias Universidad Politécnica Salesiana.
- Varios Autores. (2017). Leyendas Ecuatorianas. Barcelona, España: Ariel.