Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México
El Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México es un edificio multifuncional, cuyo valor patrimonial e histórico lo llevó a ser declarado monumento artístico de la nación por el gobierno mexicano en 1987. Por unos años fue sede del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
El proceso de construcción inició durante la dictadura de Porfirio Díaz, específicamente en 1904, poco antes de la Revolución Mexicana. Estaba destinado a ser la nueva sede del teatro nacional.
Confiado originalmente al diseño y cuidado del arquitecto italiano Adamo Boari, el edificio sufrió interrupciones antes de que Federico E. Mariscal recibiera el encargo de concluirlo.
En efecto, la construcción se suspendió en 1916, y luego hubo dos intentos por retormarla en 1919 y 1928. Tras este largo y accidentado proceso, se reanudó en 1931 bajo el cuidado de Mariscal y, finalmente, el palacio se inauguró en 1934.
La crisis política, devenida en la revolución mexicana, fue uno de los factores determinantes, pero no el único. Las interrupciones responderían también a la falta de recursos económicos y a aspectos técnicos como el hundimiento del terreno.
Todo ello, sin embargo, no hizo mella sino que, por el contrario, fue oportunidad para reorientar y consolidar una obra emblemática de la cultura contemporánea mexicana. Conozcamos más sobre su historia y características.
Características
Su inspiración inicial fue el art nouveau
De acuerdo con el libro El Palacio de Bellas Artes desde su concepción hasta nuestros días, editado y publicado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura de México (2012), Boari se encargó especialmente de los exteriores hasta su primera suspensión, excepto en lo que refiere a los acabados del sistema cupular.
El edificio pretendía inscribirse en los ideales de universalidad y progreso de inicios de siglo. Para aquel momento, el estilo en boga correspondía al llamado art nouveau, un movimiento artístico surgido a finales del siglo XIX.
El art nouveau pretendía abrazar, por un lado, los recursos que los nuevos materiales industriales ofrecían a las artes; por el otro, pretendía restaurar los valores estéticos que la revolución industrial había sustraído, muy especialmente a la arquitectura y a los objetos de uso cotidiano.
La línea curva fue el gran recurso de esta estética. Con ella se rompía la dureza de los materiales industrializados, sometiéndolos a la sinuosidad propia de las formas y motivos de la naturaleza.
Contiene elementos del art déco
El encargado de culminar el proyecto luego de su interrupción fue el arquitecto Federico E. Mariscal. Inició su misión bajo el gobierno de Pascual Ortiz Rubio (1930-1932). En aquellos años posteriores a la Primera Guerra Mundial, el art nouveau había perdido novedad y vigencia.
Una nueva estética se impuso, influenciada sin duda por las vanguardias de principios del siglo XX, especialmente el constructivismo, el cubismo y el futurismo. En el art déco también jugó un papel importante la influencia de la Bauhaus.
Fue así como en el Palacio de Bellas Artes de México, junto a la ondulación y sensualidad propias del art nouveau, aparecieron elementos geométricos y de un mayor "racionalismo" estético.
Invoca al nacionalismo por medio de elementos estéticos mexicanos
Sin embargo, esto no nos debe hacer creer que la mirada de Federico E. Mariscal ignora los nuevos caminos políticos, culturales y estéticos que estaba transitando México, identificados con el nacionalismo. Por el contrario, el arquitecto se muestra abierto a la realidad culturalmente pujante de su tiempo histórico.
Para la década de 1920, no solo ya ha habido una revuelta artística nacionalista de la mano de figuras como el Dr. Atl (Gerardo Murillo), sino también el muralismo mexicano se ha convertido en una realidad. Al igual que sus contemporáneos, Mariscal se compromete con la tarea de reivindicar elementos estéticos de la cultura mexicana. Así, el Palacio de Bellas Artes representa, de algún modo, ese proceso de transición social, política, cultural y estética del país.
Sus cambios expresan el viraje político y cultural de la nación
El cambio cultural no se expresó apenas en la estética del palacio. También se expresó en su concepto y su función.
Si para Boari el edificio fue concebido como “un gran teatro con grandes espacios floridos para el esparcimiento de las élites porfirianas” (2012: pág. 18), Mariscal pensaba que debía ser un espacio para la exhibición del arte nacionalista.
Fue así como cambió su función y, por supuesto, su nombre. De Teatro Nacional el complejo pasó a llamarse Palacio de Bellas Artes.
Es un espacio multidisciplinario
El libro El Palacio de Bellas Artes desde su concepción hasta nuestros días nos informa que el edificio contiene “obras murales, dos museos, salas de conferencias, librerías, restaurante, un teatro con sus instalaciones, oficinas y estacionamiento” (2012: página 19).
Esta descripción da cuenta del universo de actividades que son posibles dentro del espacio, pero muy especialmente evidencia la visión de aquellos líderes que pretendieron dar un giro revolucionario para dinamizar el proyecto hacia el nuevo plan de la nación mexicana.
El telón rígido de su sala de teatro es un símbolo nacional
El Palacio de Bellas Artes alberga una importante sala de teatro, toda vez que fue concebido, originalmente, como una nueva sede del antiguo Teatro Nacional. Era necesario dotarlo de un nuevo telón. El temor ante los posibles incendios generó una idea innovadora en Boari, su primer proyectista.
Boari propuso un muro rígido de acero con pared doble y con revestimiento de láminas acanaladas. En ellas iría una representación de los volcanes del valle de México: el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl.
El proyecto ideado por Boari fue ejecutado por el pintor y diseñador de escenarios Harry Stoner, quien provenía de la Casa Louis C. Tiffany de Nueva York. La obra fue elaborada con casi un millón de piezas de cristal opalescente con reflejos metálicos, cada una de las cuales con medidas de 2 cm.
Su decoración contó con la participación de artistas internacionales
Los responsables del proyecto, especialmente en la primera etapa, recurrieron a artistas de fama internacional para los acabados y la decoración. Ello demuestra la vocación de universalidad con que nacía el proyecto. México quería ponerse "al corriente" del mundo moderno, como igualmente ocurría en el resto de América Latina.
Entre los artistas invitados podemos mencionar a Leonardo Bistolfi, que realizó las esculturas de la fachada principal. Junto a él, Alexandro Mazucotelli, ejecutante de la herrería exterior en estilo art nouveau. Los pegasos del palacio estuvieron bajo la responsabilidad del artista Agustín Querol.
Debemos mencionar a Géza Maróti, que tuvo a su cargo el “remate de la cúpula y plafón luminoso de la sala de espectáculos y mosaico sobre el arco mural del proscenio” (2012, pág. 22).
Vea también Teatro Colón de Buenos Aires.
Elementos estructurales y artes aplicadas
Junto a las características que ya hemos descrito, que incluyen rasgos estilísticos e históricos entrelazados, es necesario mencionar también algunos detalles respecto de las artes aplicadas en el recinto y algunos elementos constructivos, mencionados en el libro El Palacio de Bellas Artes desde su concepción hasta nuestros días. No seremos exhaustivos, pero sirva esto como un acercamiento a lo más representativo.
- Altura total de 53 metros;
- Tres entradas de la fachada principal;
- Vestíbulo rectangular con acabado de mármol rojo veteado “México” en paredes, columnas (con collares de estaño) y pilastras, y granito importado en los nichos.
- Taquillas: cuatro taquillas con dos ventanillas forjadas en cobre bronceado y patinado.
- Cinco escaleras, tres centrales en mármol negro “Monterrey” y dos laterales de granito noruego.
- Triple cúpula ubicada en el centro;
- La iluminación artificial hecha con luz difusa indirecta en plafones y cúpula, cuatro lámparas semejantes a fuentes; en el último nivel, otras cuatro lámparas monumentales rematadas con apliques representativos del dios maya Chac.
- Bóveda circundada por un gran anillo de lámparas con difusores de ónix de Oaxaca;
- Ventanas pequeñas colocadas en los arranques de las semicúpulas, y siete grandes ventanales en los lados norte y sur.
- Arcos de sostén de las cúpulas en las columnas y superficies inferiores de las escaleras.
La colección de muralismo mexicano del Palacio de Bellas Artes
Además de ser el escenario de importantes eventos escénico-musicales con su magnífico teatro, el Palacio de Bellas Artes es también custodio de algunas de las obras murales más importantes del movimiento artístico mexicano.
Se trata de una colección de 17 piezas del muralismo mexicano, distribuidas a lo largo del primer y segundo piso. La colección está conformada por las siguientes piezas:
Murales de José Clemente Orozco
Conoce más sobre la historia, características, autores y obras del muralismo mexicano.
Murales de Diego Rivera
Conoce la historia y significación del mural en el artículo El hombre controlador del universo de Diego Rivera.
Para saber más sobre las obras más importantes de Diego Rivera, consulta el artículo Obras fundamentales de Diego Rivera.
Murales de David Alfaro Siqueiros
Descubre las claves para comprender la importancia del muralismo mexicano.
Mural de Jorge González Camarena
Murales de Roberto Montenegro
Murales de Manuel Rodríguez Lozano
Murales de Rufino Tamayo
Consideraciones finales
Todo lo expuesto hasta aquí nos permite comprender el valor patrimonial y cultural del Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México. En él se reúnen al mismo tiempo la aspiración por la universalidad, el reguardo de la identidad nacional y la apuesta por un futuro abierto al progreso.