Película Diarios de motocicleta de Walter Salles
Diarios de motocicleta es una película de Walter Salles estrenada en 2004. Está inspirada en el libro Notas de viaje, autoría del Che Guevara, escrito durante su recorrido por varios países de Sudamérica.
A través de un viaje en motocicleta, el filme nos descubre a Ernesto Guevara antes de convertirse en el Che y aborda la transformación de un joven aspirante a médico que abre los ojos ante las injusticias sociales para convertirse, posteriormente, en un hombre revolucionario que influiría de forma importante en la historia del siglo XX.
Resumen de la película
La película, que está contextualizada en 1952 y basada Los diarios de viaje del Che, abre al mundo una reflexión acerca de una doble búsqueda de identidad, por un lado, la del protagonista y por otro lado la del continente latinoamericano.
¡Atención, a partir de ahora puede haber spoilers!
Ernesto Guevara, un joven estudiante de medicina, emprende un viaje antes de terminar sus estudios junto a su amigo Alberto Granado, un bioquímico a punto de cumplir 30 años.
Ambos quieren llevar a cabo un plan, recorrer 8000 km en cuatro meses con el objetivo de explorar con sus propios ojos y de manera improvisada el continente latinoamericano, sin atender a las viejas historias que narran los libros sobre él.
Los jóvenes ponen rumbo a su aventura desde la ciudad de Buenos Aires con una vieja motocicleta Norton 500 del 39, bautizada con el nombre de "la Poderosa".
Con la ilusión de explorar un continente casi desconocido para ellos, los aventureros parten desde la capital argentina hasta la Patagonia. El plan del viaje es dirigirse desde allí hasta Chile, y subir a través de los Andes para llegar a Machu Picchu. Una vez ahí, irían hasta el leprosario de San Pablo, después atravesarían Colombia y culminarían su viaje en Venezuela, el día del 30 aniversario de Alberto.
Su primera parada es en Miramar y poco después continúan el viaje con diferentes altercados debido al mal estado de la motocicleta, entre ellos, diferentes caídas y el pinchazo de una de las ruedas.
La idílica excursión que los jóvenes habían planeado pronto se convierte en un calvario debido a los incidentes caprichosos de la Poderosa. Entretanto, los excursionistas se adentran en los pueblos americanos, en el descubrimiento de sus gentes y sus costumbres.
Un día la motocicleta deja de funcionar, hecho que les hace plantearse si continuar o no con su ruta. Sin embargo, deciden avanzar a pie de una forma más liberada.
En Chile, los aventureros conocen la precariedad de los trabajos forzados cuando hablan con una pareja que fue saqueada de sus tierras y que migra en busca de una vida mejor para sus hijos.
El maltrato que reciben los obreros en la mina de Chuquicamata, en Chile, también hace reflexionar al protagonista, que se enfada con el jefe de los mineros por el trato que les da a sus trabajadores.
A su llegada a Perú, Alberto cumple 30 años, sin embargo, el cansancio les impide celebrarlo.
Es en Machu Picchu, frente a las ruinas incas, donde surge en Ernesto una especie de indignación sobre el desarrollo de la historia del continente americano y hace que se pregunte qué hubiera sido de aquel lugar si las cosas hubieran sido diferentes.
Después de su breve estancia en Lima, Alberto y Ernesto visitan a los enfermos de lepra en una colonia de leprosos de San Pablo. Allí trabajan como voluntarios médicos durante tres semanas sin comprender la división territorial entre trabajadores y enfermos. Los primeros se ubican en el lado norte del río Amazonas y los segundos al sur.
Durante su parada en el hospital, Ernesto cumple 24 años y, completamente transformado por lo vivido durante esos meses, dedica un discurso con el que pide a los presentes brindar por "una América unida". También quiere celebrar su aniversario con los enfermos y cruza nadando el río Amazonas, hecho que casi le cuesta la vida debido a sus ataques de asma.
Al final del viaje, Alberto y Ernesto se despiden en un aeropuerto, donde ambos reflexionan sobre la desigualdad y se demuestra que Guevara ya no es el joven que salió de su casa con la esperanza de descubrir el mundo; ahora quiere transformarlo.
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Análisis de la película
El desplazamiento de las personas entre países y regiones ha estado siempre presente en la historia de la humanidad. El vagar por el mundo de forma constante fragua el enriquecimiento cultural y personal de la especie humana.
A lo largo de nuestra vida pasamos por etapas en las que, de manera inminente, cambiamos nuestra forma de ver el mundo que nos rodea.
Esto es lo que le ocurrió al Ernesto Guevara a los 24 años, antes de convertirse en leyenda, sufrió un proceso de transformación personal, un viaje iniciático, en el que tomó como punto de partida el conocimiento de sus raíces a través del continente latinoamericano.
Contexto sociopolítico: desigualdad e injusticia
La película se desarrolla en 1952, en los albores de la Guerra fría y en los inicios de la expansión comunismo por el continente latinoamericano.
Los sistemas democráticos vigentes son inestables. Uno de los principales problemas de la época radica en la desobediencia de los dirigentes políticos, que ignora las necesidades de una población que cada día se enfrenta problemas como la pobreza, la desigualdad y la injusticia social.
El viaje del héroe en forma de roadmovie
Al más puro estilo de los libros de aventuras, Ernesto y Alberto parten de su ciudad y se convierten en una especie de Quijote y Sancho del siglo XX, pero esta vez con una Norton del 39, que lejos de la fidelidad que Rucio y Rocinante demuestran a sus amos, los desampara nada más empezar su andadura.
Para una historia sobre rutas no hay nada mejor que una roadmovie. Es por ello que Walter Salles intenta plasmar en el cine el libro de Notas de viaje de Ernesto Guevara utilizando un género que describe a la perfección el viaje del héroe, y que sirve como metáfora del desarrollo personal que experimentó el joven durante el recorrido.
El director consigue trasladar al espectador a través de ese viaje haciendo uso de planos generales, que sirven para localizar y presentar cada una de las paradas, y también mediante paneos y travelling, que aportan el carácter dinámico del filme. Gracias a esto logra generar durante el visionado una sensación de movimiento constante.
La odisea a través del discurso lineal
La película supone un viaje emocional para el espectador. Una ruta que tiene principio y fin que presenta un orden lineal del relato, donde los acontecimientos se desarrollan de forma cronológica y en el que no existe analepsis, es decir, carece de flashbacks.
Quizá sea la presencia de un narrador intradiegético o protagonista, Ernesto, lo que permite a Salles llegar de forma más directa al espectador. La figura de un personaje-narrador que se encuentra presente y participa de la historia que cuenta en voz en off. Es interesante el hecho de utilizar cartas dirigidas a su madre, que actúa como narratario o destinatario del discurso, para que el protagonista exponga sus preocupaciones a lo largo del viaje.
América Latina como protagonista
Aunque en la película conocemos a dos personajes principales, Ernesto y Alberto, podríamos decir que el propio continente también participa de cierto protagonismo. En el momento en que Guevara expone sus preocupaciones sobre un territorio forzosamente dividido, podemos decir que comienza la búsqueda de identidad del continente.
Los incas tenían un alto conocimiento en astronomía, medicina, matemáticas entre otras cosas, pero los invasores españoles tenían la pólvora. ¿Cómo sería América hoy si las cosas hubieran sido diferentes?
Esta reflexión que hace el personaje frente a las ruinas incas de Machu Picchu llega en forma de crítica. Podemos pensar sobre la crueldad de la especie humana, capaz de destruir culturas e imponer otras.
Múltiples fronteras, una sola raza
El director consigue que el filme se convierta en un viaje para el espectador gracias a la utilización de paisajes trascendentales. Más de 30 localizaciones constituyen un recorrido al más puro estilo documental, a través de bosques, llanuras, desiertos, ríos y montañas.
Con los paisajes de América Latina como telón de fondo, Ernesto y Alberto fueron testigos de la precariedad de los pueblos amerindios en los que conocieron de primera mano la desigualdad entre ricos y pobres.
Esa fue una de las noches más frías de mi vida, pero conocerlos me hizo sentir más cerca de la especie humana.
Con estas palabras de Guevara, en pleno desierto de Atacama, cierra una de las escenas más conmovedoras del filme. En ella, los jóvenes hablan con una pareja de agricultores que fueron saqueados por un terrateniente y ahora van de lugar en lugar buscando trabajo.
Es entonces cuando conocemos las dos caras del viaje: el que hacen los protagonistas como ocio, movidos por la curiosidad y aquella otra forma de viaje, que supone el movimiento migratorio de quien busca una vida mejor.
Diarios de motocicleta también hace reflexionar sobre el significado del término “frontera”.
¿Qué es lo que se pierde al cruzar una frontera? Cada momento parece partido en dos. Melancolía por lo que quedó atrás y por otro lado todo el entusiasmo por entrar en tierras nuevas.
Pero en este caso vemos como la idea de “diferencia” entre regiones marcada por Ernesto al principio, se va desdibujando cuando conoce esas “tierras nuevas”.
Así, podemos considerar que en este filme el mensaje es otro. La frontera no deja de ser un límite imaginario, cargado de interés político, que trata de dividir territorios “dispares”. Esta separación territorial contribuye en parte a la noción de pertenecer a un lugar.
La película inspirada en 1952 y rodada a principios del nuevo siglo, nos hace reflexionar sobre el dilema de las fronteras políticas en un mundo marcado por constantes crisis migratorias, y nos hace pensar: ¿deben estar las fronteras por encima de los derechos humanos?
Los protagonistas ven la riqueza y la diversidad de paisajes de América Latina, pero, también, descubren que las raíces culturales de los lugares que visitan son las mismas.
De esta forma, al final de la película, Guevara lanza un discurso que podría entenderse como precursor de sus ideas revolucionarias.
La división de América Latina entre naciones inciertas e ilusorias es completamente ficticio, constituimos una sola raza mestiza desde México hasta el estrecho de Magallanes.
El clímax de la película es uno de los momentos más significativos. En él Ernesto refuerza el alegato relatado anteriormente cuando decide cruzar el río Amazonas para celebrar su 24 aniversario con los enfermos de lepra, hecho que casi le cuesta la vida debido a sus ataques de asma.
A partir de ese momento podemos concebir la transformación de Ernesto, cada vez más próximo al personaje legendario que impera en el imaginario colectivo.
Ernesto antes que Che
Guevara fue Ernesto antes que Che, o al menos esta es la versión que Salles ofrece al espectador en el filme.
Es curioso cómo el director construye al personaje de Ernesto Guevara: lo hace a través de las acciones y los diálogos, pero también por medio del entorno que lo rodea.
Salles presenta a un Ernesto generoso, honesto y sincero, a diferencia de Alberto Granado que es egoísta y despreocupado. Así, es la antítesis de la personalidad de Granado lo que refuerza el carácter bondadoso de Ernesto.
Por otro lado, la película no pretende dar una visión revolucionaria sino más bien transformadora del protagonista. Esto se consigue gracias al uso de una mirada imparcial a lo que fue la figura de Ernesto Guevara, para ello el director nos hace partícipes de las mismas desigualdades e injusticias que viven los personajes en primera persona. Como espectadores, nos resulta imposible no empatizar con la situación del continente.
Así, pues, si la historia nos ha regalado diferentes versiones de la figura del Che, Walter Salles prefiere mostrar la persona que hubo antes del mito y su transformación. Es solo al final de la película cuando muestra su origen revolucionario después de completar su viaje iniciático.
Banda sonora con raíz latinoamericana
La banda sonora de Diarios de motocicleta es un elemento significativo a lo largo de la ruta. Acompaña en todo momento a los personajes y a los espectadores e invita al descubrimiento total de la identidad latinoamericana.
Los sonidos de instrumentos de viento, cuerda y percusión, predominantes en el continente, trasladan al espectador de forma inmediata a las entrañas del lugar. A través del sonido tenemos la sensación de conocer en profundidad el paisaje y su gente.
Gustavo Santaolalla, compositor y músico argentino, pone ritmo a este apasionante viaje y nos adentra, gracias a melodías sencillas, en cada uno de los pueblos ofreciendo un pedazo de su identidad.
La incorporación de las composiciones de Santaolalla en la película no es algo casual, el productor ofrece el carácter autóctono que rememora la ruta iniciática que hizo a mediados de los ochenta junto al cantautor argentino León Gieco, en busca del origen de la música a través del medio natural en su proyecto De Ushuaia a La Quiaca.
Al igual que los protagonistas de Diarios de motocicleta, ellos también buscaban la catarsis personal a través de un encuentro con la música regional latinoamericana, con sonidos grabados directamente en la naturaleza.
En la película destaca el tema De Ushuaia a la Quianca, una pieza instrumental de carácter melancólico. La canción nos recuerda que la música es el lenguaje universal, una melodía sencilla con la que es casi imposible no trasladarse a los paisajes y lugares del filme sin emocionarse.
La banda sonora tiene una dimensión simbólica que combina instrumentos autóctonos como el cajón con guitarras eléctricas. El viaje entre países de los protagonistas también se convierte en un recorrido musical a través de los sonidos tradicionales de cada lugar que visitan.
Así por ejemplo, durante su parada en Chile suena el Chipi Chipi, interpretada por María Esther Zamora y, más adelante, también suena Qué rico el mambo.
El tema Al otro lado del río, compuesto por Jorge Drexler, refuerza la idea de “luchar ante la adversidad” que se despierta en Ernesto tras su viaje iniciático y, ante todo, la de “no rendirse”. Porque siempre hay una luz al final del túnel que nos guiará en el afán de solventar las injusticias.
La composición de Drexler, que fue premiada en 2005 con el Oscar a mejor canción original, supone una reflexión en sí misma.
Valoración final
La historia del cine nos ha regalado diferentes películas que hablan sobre la vida del Che, pero, a diferencia de Diarios de motocicleta, la mayoría nos ofrecen la cara revolucionaria del personaje.
El cineasta brasileño Walter Salles aporta un punto de vista diferente y permite concluir al espectador que antes del Che hubo un Ernesto que abrió los ojos ante las desigualdades e injusticias de un continente marcado por una “herida identitaria” que no terminaba de cicatrizar.
También nos demuestra que, por encima del protagonista, están las personas de los pueblos amerindios.
La película supone un viaje con muchas paradas a lo largo del camino y reflexiona sobre una realidad extrapolable al presente que consigue transformarnos a todos, aunque solo sea a través de la pantalla.
Tráiler
Si aún no has visto la película, aquí puedes ver el tráiler: