Poema El cuervo de Edgar Allan Poe: resumen, análisis y significado
El cuervo es un poema narrativo del escritor norteamericano Edgar Allan Poe, máximo representante de la literatura fantástica. Publicado por primera vez en 1845, el poema combina de manera extraordinaria el universo simbólico de lo misterioso y extraño con un gran sentido rítmico y musical del lenguaje poético.
El poema El cuevo parte de un tópico literario común: la muerte de la mujer amada. Con este tópico como referencia, la cuestión fundamental parece girar en torno a la muerte como destino inexorable, a su aceptación.
Resumen del poema El cuervo de Edgar Allan Poe
Sentado en su estudio durante una noche misteriosa, un hombre desconsolado por la muerte de su amada, Leonor, ha hallado refugio en la lectura. Una serie de señales le hacen advertir una presencia. Tras varias comprobaciones inútiles, abre su ventana por última vez. Furtivamente, un cuervo entra a la habitación y se posa en el busto sobre el dintel de la puerta. Ante el extraño evento, el hombre, meditabundo y sin esperar respuesta alguna, pregunta su nombre. El cuervo responde: “jamás”.
La respuesta desencaja al sujeto, que elabora toda clase de elucubraciones para explicar el fantástico episodio. ¿Será acaso que apenas repite lo que aprendió de un antiguo amo o es un profeta misterioso? Anhelando noticias reconfortantes sobre su amada, le pregunta: ¿podrá volver a verla, aunque sea en el mundo de los difuntos? La respuesta es infatigablemente la misma: “jamás”. Desesperado, el hombre intenta deshacerse del cuervo, pero este se ha instalado para siempre sobre el dintel de la puerta para recordarle su inexorable destino.
Análisis del poema El cuervo de Poe
El poema de Edgar Allan Poe nos remite a la angustia tormentosa del sujeto frente a la muerte inexorable. Ante esto, nos preguntamos: ¿de qué manera Poe logra representar estas ideas? ¿Cuál es la estructura de la obra? ¿En qué estilo literario se enmarca? ¿Qué interpretación podemos darle?
Estructura formal
Desde el punto de vista formal, el poema El cuervo (The raven) se estructura en dieciocho estrofas. Estas, a su vez, se forman por seis versos octométricos trocaicos u ocho troqueos. En la literatura inglesa, un troqueo es un pie compuesto de una sílaba tónica seguida de una sílaba átona, a fin de dar al poema ritmo y musicalidad.
Mejor que entender esto conceptualmente, es escuchar brevemente un fragmento y sentir el ritmo en el siguiente vídeo:
Los troqueos cumplen una función en este texto: acentúan la atmósfera progresivamente angustiante y desesperante que nos hace percibir el estado del sujeto poético mediante el ritmo.
Junto a esto, la rima del poema en inglés se construye de la siguiente manera: ABCBBB. Eventualmente, acude a la forma AA,B,CC,CB,B,B. Con estos recursos de ritmo y entonación, Poe logra construir uno de los textos poéticos más aclamados de la historia a causa de su musicalidad.
El cuervo y la literatura fantástica
El cuervo responde a la estética de la literatura fantástica. En el libro Introducción a la literatura fantástica, Tzvetan Todorov afirma que “Lo fantástico es la vacilación que experimenta un ser que sólo conoce las leyes naturales, ante un acontecimiento al parecer sobrenatural.”
Algo semejante ocurre en el poema El cuervo. Dentro de una escena convencional, como la de un hombre en duelo que lee en su estudio, hace entrada un cuervo parlante. En lugar de reaccionar aterrorizado, la reacción del hombre es ambivalente, o al menos lo es el flujo de su pensamiento. El hombre se pregunta: ¿será un cuervo amaestrado o será un mensajero del más allá?
Esta duda, esta ambivalencia entre lo racional y lo extraño es un rasgo característico de la literatura fantástica. Tal rasgo lo acentúa un hecho fundamental: la narración no resuelve la ambivalencia en el lector, sino que la deja abierta.
El lector puede hacerse las mismas preguntas que el sujeto lírico. También podría preguntarse si la escena no ha sido más que el fruto de la imaginación del personaje narrador. Sin embargo, ninguna explicación importa. Sea de un modo o del otro, un hombre desesperado yace oprimido ante el destino inexorable de la soledad, la locura y la muerte.
Las características del personaje narrador
Debemos considerar también la juventud del personaje doliente y su condición de estudiante. El autor quiere retratar la intensidad de un amor amor joven y apasionado, como es propio en aquellas edades. Este contraste refuerza la idea de la muerte como cruel demoledora de sueños, como fuerza imbatible que irónicamente frustra cualquier convicción humana, por intensa que sea.
El carácter estudioso del personaje no solo permite destacar el contraste entre la racionalidad y la locura. También permite poner en su boca las referencias simbólicas para interpretar el texto que, de otro modo, tendrían que haber sido introducidas por un narrador omnisciente.
La noche como espacio de angustias
Podemos construir el significado o sentido del poema El cuervo a partir de un análisis de su universo simbólico. Parte de la grandeza de este poema radica en el entramado de símbolos que teje el escritor. A través de ellos y de sus relaciones, Edgar Allan Poe logra construir una atmósfera cargada de tensión, de misterio y de ambivalencia.
Hablamos en particular del cuervo, del busto de Palas Atenea y de la puerta. Otros elementos de valor simbólico también están presentes: la noche invernal de diciembre, la oscuridad, los colores, los ruidos inesperados.
La escena transcurre en la noche, en una atmósfera nocturna que asociamos al silencio, la quietud y el descanso, pero también al misterio y a la revelación del mundo interior. Con esta atmósfera el escritor nos anuncia un estado de ánimo, signado por el desasosiego de un amante en duelo. La noche es el lugar de los temores y el delirio, de las angustias del insomne.
El orden de las cosas
En el espacio físico descrito, destacan la puerta y el blanco busto de Palas Atenea que corona su dintel. El busto podría estar sobre una mesa o una cómoda, pero el escritor ha decidido ubicarlo sobre la puerta.
Desde el punto de vista simbólico, las puertas representan los procesos de transición, el paso de un estado al otro, indistintamente de que sea un estado superior o inferior.
Palas Atenea es una de las principales diosas del panteón griego. Es el símbolo de la sabiduría y, por lo tanto, se le asocia a la razón. También es la diosa de la guerra. Su presencia no es casual. Desde la puerta, la diosa de la razón y la sabiduría gobierna la habitación y controla la “transición” a otro universo, a otro estado.
Un extraño amenaza el orden
La jerarquía cambia cuando el personaje narrador, abre la ventana al mundo exterior (la noche misteriosa), da paso al cuervo y decide entablar “conversación” con él. ¿A qué viene un cuervo? ¿Por qué el escritor ha elegido esta ave y no una lechuza, por ejemplo?
El cuervo es un ave de plumaje negro que come lombrices, insectos, semillas y carroña. Se le conoce también por ser inteligente y por andar casi siempre en grupo. Por la alimentación carroñera, los cuervos son considerados como mediadores entre la vida y la muerte. Su color negro se relaciona con la impureza y, especialmente cuando aparecen solos, se les considera portadores de un mal presagio.
La batalla entre la razón a la locura
Internamente, el narrador se divide entre la necesidad de olvidar a Leonor y la falta de voluntad para hacerlo. Al ver al cuervo, el personaje narrador recuerda su significado como mensajero de la “región plutónica”, es decir, mensajero del Hades, del inframundo de los muertos. La extraña presencia de este inesperado plumífero parlante desata su tormento interior.
El ave se planta sobre el busto de Palas Atenea. La primera imagen que nos trasmite es sensorial: el color negro del ave contrasta con el blanco busto. La oscuridad pretende imponerse sobre la luz.
La batalla comienza, una batalla que, en realidad, se libra dentro del personaje: es una batalla entre la razón y la locura, entre la sabiduría y el mundo oscuro o misterioso, entre la luz y la oscuridad, entre la vida y la muerte.
“Jamás”: palabra eficaz y sentencia definitiva
Cuando el cuervo se posa sobre Atenea, un nuevo dominio se ha establecido en el pequeño universo del personaje narrador. Sobre la razón, se ha impuesto lo atemorizante, el mal presagio, el ser solitario, el ser que obsesiva y compulsivamente repite una y otra vez “jamás” o “nunca más”.
El amante no logra sacar al cuervo de la habitación, pero tampoco se ha retirado de ella. No ha aceptado el convite de Palas Atenea. Al quedarse, sin embargo, ha hecho otro tránsito. Ha aceptado el designio del mensajero del averno. Totalmente dominado por el nuevo custodio de la puerta, el personaje sucumbe al poder de su misterio, a la eficacia de su palabra condenatoria: “jamás”.
La palabra inglesa nevermore, que quiere decir “jamás” o “nunca más” (dependiendo de la traducción) condensa el sentido final del texto. Son expresiones que representan la negación de toda esperanza. Son repetidas insistentemente por el cuervo, incapaz de decir nada más. ¿No puede? ¿No quiere? Eso no importa. Lo que importa es que la palabra está allí, cargando con todo su peso descomunal, su peso anulador.
Significado del poema El cuervo
La palabra jamás declamada con tal insistencia, no solo niega un posible reencuentro entre el alma de Leonor y la del personaje narrador. También niega cualquier esperanza para la vida de este. No hay consuelo. No hay alternativa. No hay “razón” que pueda con la desesperanza cuando el alma sucumbe ante el terror, cuando la mente transita por los caminos de la angustia. Es el camino que dirige a la locura.
La respuesta repetitiva del cuervo a cada pregunta, cada cuestión, es la peor de todas las respuestas. Es la que nada dice, que nada resuelve. ¿Será acaso el ritornello de un hombre que cede paso a su locura? ¿Será acaso un verdadero augurio de la eterna soledad? Solo sabemos que el amante se ha perdido en el abismo del dolor.
Poe nos deja sentir el peso dramático de la muerte sobre la voluntad humana. No hay juventud ni amor que valgan cuando la muerte, imponente, dicta su sentencia. El cuervo nos recuerda el camino inexorable que desata nuestras más angustiantes cavilaciones: la muerte, que no es otra cosa que el camino del olvido.
Versiones célebres del poema El cuervo
Desde su primera aparición, El cuervo se convirtió en una de las obras poéticas más influyentes de la era moderna, razón por la cual se han hecho numerosas versiones. Entre algunas de las más célebres, podemos mencionar:
- Película El cuervo de 1935, dirigida por Lew Landers y protagonizada por Béla Lugosi y Boris Karloff.
- Película El cuervo de 1963, del director Roger Corman. Contó con la participación de los actores Vincent Price, Boris Karloff y Jack Nicholson.
- Parodia del poema El cuervo, en Los Simpson.
Esta parodia de Los Simpson, que ha ganado gran popularidad, merece un pequeño comentario. La parodia formó parte del tercer episodio de la segunda temporada, transmitida en el año 1990 en el marco del famoso especial de Halloween, “La casita del horror”. La historia es introducida por Lisa, quien lee a sus hermanos los primeros versos del poema. El amante en duelo es interpretado por Homero Simpson, Leonor es representada por Marge y, como nota hilarante, el cuervo es representado por Bart.
Poema El cuervo (*)
I
En una noche pavorosa, inquieto
releía un vetusto mamotreto
cuando creí escuchar
un extraño ruido, de repente
como si alguien tocase suavemente
a mi puerta: «Visita impertinente
es, dije y nada más».II
¡Ah! me acuerdo muy bien; era en invierno
e impaciente medía el tiempo eterno
cansado de buscar
en los libros la calma bienhechora
al dolor de mi muerta Leonora
que habita con los ángeles ahora
¡para siempre jamás!III
Sentí el sedeño y crujidor y elástico
rozar de las cortinas, un fantástico
terror, como jamás
sentido había y quise aquel ruido
explicando, mi espíritu oprimido
calmar por fin: «Un viajero perdido
es, dije y nada más».IV
Ya sintiendo más calma: «Caballero
exclamé, o dama, suplicaros quiero
os sirváis excusar
mas mi atención no estaba bien despierta
y fue vuestra llamada tan incierta…»
Abrí entonces de par en par la puerta:
tinieblas nada más.V
Miro al espacio, exploro la tiniebla
y siento entonces que mi mente puebla
turba de ideas cual
ningún otro mortal las tuvo antes
y escucho con oídos anhelantes
«Leonora» unas voces susurrantes
murmurar nada más.VI
Vuelvo a mi estancia con pavor secreto
y a escuchar torno pálido e inquieto
más fuerte golpear;
«algo, me digo, toca en mi ventana,
comprender quiero la señal arcana
y calmar esta angustia sobrehumana»:
¡el viento y nada más!VII
Y la ventana abrí: revolcando
vi entonces un cuervo venerando
como ave de otra edad;
sin mayor ceremonia entró en mis salas
con gesto señorial y negras alas
y sobre un busto, en el dintel, de Palas
posóse y nada más.VIII
Miro al pájaro negro, sonriente
ante su grave y serio continente
y le comienzo a hablar,
no sin un dejo de intención irónica:
«Oh cuervo, oh venerable ave anacrónica,
¿cuál es tu nombre en la región plutónica?»
Dijo el cuervo: «Jamás».IX
En este caso al par grotesco y raro
maravilléme al escuchar tan claro
tal nombre pronunciar
y debo confesar que sentí susto
pues ante nadie, creo, tuvo el gusto
de un cuervo ver, posado sobre un busto
con tal nombre: «Jamás».X
Cual si hubiese vertido en ese acento
el alma, calló el ave y ni un momento
las plumas movió ya,
«otros de mí han huido y se me alcanza
que él partirá mañana sin tardanza
como me ha abandonado la esperanza»;
dijo el cuervo: «¡Jamás!»XI
Una respuesta al escuchar tan neta
me dije, no sin inquietud secreta,
«Es esto nada más.
Cuanto aprendió de un amo infortunado,
a quien tenaz ha perseguido el hado
y por solo estribillo ha conservado
¡ese jamás, jamás!»XII
Rodé mi asiento hasta quedar enfrente
de la puerta, del busto y del vidente
cuervo y entonces ya
reclinado en la blanda sedería
en ensueños fantásticos me hundía,
pensando siempre que decir querría
aquel jamás, jamás.XIII
Largo tiempo quedéme así en reposo
aquel extraño pájaro ominoso
mirando sin cesar,
ocupaba el diván de terciopelo
do juntos nos sentamos y en mi duelo
pensaba que Ella, nunca en este suelo
lo ocuparía más.XIV
Entonces parecióme el aire denso
con el aroma de quemado incienso
de un invisible altar;
y escucho voces repetir fervientes:
«Olvida a Leonor, bebe el nepenthes
bebe el olvido en sus letales fuentes»;
dijo el cuervo: «¡Jamás!»XV
«Profeta, dije, augur de otras edades
que arrojaron las negras tempestades
aquí para mi mal,
huésped de esta morada de tristura,
dí, fosco engendro de la noche oscura,
si un bálsamo habrá al fin a mi amargura»:
dijo el cuervo: «¡Jamás!»XVI
«Profeta, dije, o diablo, infausto cuervo
por Dios, por mí, por mi dolor acerbo,
por tu poder fatal
dime si alguna vez a Leonora
volveré a ver en la eternal aurora
donde feliz con los querubes mora»;
dijo el cuervo: «¡Jamás!»XVII
«Sea tal palabra la postrera
retorna a la plutónica rivera,»
grité: «¡No vuelvas más,
no dejes ni una huella, ni una pluma
y mi espíritu envuelto en densa bruma
libra por fin el peso que le abruma!»
dijo el cuervo: «¡Jamás!»XVIII
Y el cuervo inmóvil, fúnebre y adusto
sigue siempre de Palas sobre el busto
y bajo mi fanal,
proyecta mancha lúgubre en la alfombra
y su mirada de demonio asombra…
¡Ay! ¿Mi alma enlutada de su sombra
se librará? ¡Jamás!(*) Traducción de Carlos Arturo Torres
The Raven (texto en inglés)
I
“Once upon a midnight dreary, while I pondered, weak and weary,
Over many a quaint and curious volume of forgotten lore—
While I nodded, nearly napping, suddenly there came a tapping,
As of some one gently rapping, rapping at my chamber door.
“’Tis some visitor,” I muttered, “tapping at my chamber door—
Only this and nothing more.”II
"Ah, distinctly I remember it was in the bleak December;
And each separate dying ember wrought its ghost upon the floor.
Eagerly I wished the morrow;—vainly I had sought to borrow
From my books surcease of sorrow—sorrow for the lost Lenore—
For the rare and radiant maiden whom the angels name Lenore—
Nameless here for evermore.III
"And the silken, sad, uncertain rustling of each purple curtain
Thrilled me—filled me with fantastic terrors never felt before;
So that now, to still the beating of my heart, I stood repeating
“’Tis some visitor entreating entrance at my chamber door—
Some late visitor entreating entrance at my chamber door;—
This it is and nothing more.”IV
"Presently my soul grew stronger; hesitating then no longer,
“Sir,” said I, “or Madam, truly your forgiveness I implore;
But the fact is I was napping, and so gently you came rapping,
And so faintly you came tapping, tapping at my chamber door,
That I scarce was sure I heard you”—here I opened wide the door;—
Darkness there and nothing more.V
"Deep into that darkness peering, long I stood there wondering, fearing,
Doubting, dreaming dreams no mortal ever dared to dream before;
But the silence was unbroken, and the stillness gave no token,
And the only word there spoken was the whispered word, “Lenore?”
This I whispered, and an echo murmured back the word, “Lenore!”—
Merely this and nothing more.VI
"Back into the chamber turning, all my soul within me burning,
Soon again I heard a tapping somewhat louder than before.
“Surely,” said I, “surely that is something at my window lattice;
Let me see, then, what thereat is, and this mystery explore—
Let my heart be still a moment and this mystery explore;—
’Tis the wind and nothing more!”VII
"Open here I flung the shutter, when, with many a flirt and flutter,
In there stepped a stately Raven of the saintly days of yore;
Not the least obeisance made he; not a minute stopped or stayed he;
But, with mien of lord or lady, perched above my chamber door—
Perched upon a bust of Pallas just above my chamber door—
Perched, and sat, and nothing more.VIII
"Then this ebony bird beguiling my sad fancy into smiling,
By the grave and stern decorum of the countenance it wore,
“Though thy crest be shorn and shaven, thou,” I said, “art sure no craven,
Ghastly grim and ancient Raven wandering from the Nightly shore—
Tell me what thy lordly name is on the Night’s Plutonian shore!”
Quoth the Raven “Nevermore.”IX
"Much I marvelled this ungainly fowl to hear discourse so plainly,
Though its answer little meaning—little relevancy bore;
For we cannot help agreeing that no living human being
Ever yet was blessed with seeing bird above his chamber door—
Bird or beast upon the sculptured bust above his chamber door,
With such name as “Nevermore.”X
"But the Raven, sitting lonely on the placid bust, spoke only
That one word, as if his soul in that one word he did outpour.
Nothing farther then he uttered—not a feather then he fluttered—
Till I scarcely more than muttered “Other friends have flown before—
On the morrow he will leave me, as my Hopes have flown before.”
Then the bird said “Nevermore.”XI
"Startled at the stillness broken by reply so aptly spoken,
“Doubtless,” said I, “what it utters is its only stock and store
Caught from some unhappy master whom unmerciful Disaster
Followed fast and followed faster till his songs one burden bore—
Till the dirges of his Hope that melancholy burden bore
Of ‘Never—nevermore’.”XII
"But the Raven still beguiling all my fancy into smiling,
Straight I wheeled a cushioned seat in front of bird, and bust and door;
Then, upon the velvet sinking, I betook myself to linking
Fancy unto fancy, thinking what this ominous bird of yore—
What this grim, ungainly, ghastly, gaunt, and ominous bird of yore
Meant in croaking “Nevermore.”XIII
"This I sat engaged in guessing, but no syllable expressing
To the fowl whose fiery eyes now burned into my bosom’s core;
This and more I sat divining, with my head at ease reclining
On the cushion’s velvet lining that the lamp-light gloated o’er,
But whose velvet-violet lining with the lamp-light gloating o’er,
She shall press, ah, nevermore!XIV
"Then, methought, the air grew denser, perfumed from an unseen censer
Swung by Seraphim whose foot-falls tinkled on the tufted floor.
“Wretch,” I cried, “thy God hath lent thee—by these angels he hath sent thee
Respite—respite and nepenthe from thy memories of Lenore;
Quaff, oh quaff this kind nepenthe and forget this lost Lenore!”
Quoth the Raven “Nevermore.”XV
“Prophet!” said I, “thing of evil!—prophet still, if bird or devil!—
Whether Tempter sent, or whether tempest tossed thee here ashore,
Desolate yet all undaunted, on this desert land enchanted—
On this home by Horror haunted—tell me truly, I implore—
Is there—is there balm in Gilead?—tell me—tell me, I implore!”
Quoth the Raven “Nevermore.”XVI
“Prophet!” said I, “thing of evil!—prophet still, if bird or devil!
By that Heaven that bends above us—by that God we both adore—
Tell this soul with sorrow laden if, within the distant Aidenn,
It shall clasp a sainted maiden whom the angels name Lenore—
Clasp a rare and radiant maiden whom the angels name Lenore.”
Quoth the Raven “Nevermore.”XVII
“Be that word our sign of parting, bird or fiend!” I shrieked, upstarting—
“Get thee back into the tempest and the Night’s Plutonian shore!
Leave no black plume as a token of that lie thy soul hath spoken!
Leave my loneliness unbroken!—quit the bust above my door!
Take thy beak from out my heart, and take thy form from off my door!”
Quoth the Raven “Nevermore.”XVIII
"And the Raven, never flitting, still is sitting, still is sitting
On the pallid bust of Pallas just above my chamber door;
And his eyes have all the seeming of a demon’s that is dreaming,
And the lamp-light o’er him streaming throws his shadow on the floor;
And my soul from out that shadow that lies floating on the floor
Shall be lifted—nevermore!"
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