Poema Quejas de Dolores Veintimilla: amor, dolor y feminismo

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana
Tiempo de lectura: 13 min.

El poema “Quejas” de Dolores Veintimilla es una de las piezas más conmovedoras y representativas del romanticismo ecuatoriano.

A través de un lenguaje apasionado, la autora expresa el dolor profundo de una mujer traicionada por el amor, al tiempo que reivindica su dignidad frente al abandono. Así, se trata de una voz femenina que, en pleno siglo XIX, se atreve a decir lo que muchas callaban.

Es un texto fundamental para comprender tanto la sensibilidad romántica como los primeros indicios de una conciencia crítica femenina en la literatura hispanoamericana.

El poema

¡Y amarle pude! Al sol de la existencia
se abría apenas soñadora el alma…
Perdió mi pobre corazón su calma
desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en mi oído
como música blanda y deliciosa;
subió a mi rostro el tinte de la rosa;
como la hoja en el árbol vacilé.

Su imagen en el sueño me acosaba
siempre halagüeña, siempre enamorada;
mil veces sorprendiste, madre amada,
en mi boca un suspiro abrasador;
y era él quien lo arrancaba de mi pecho;
él, la fascinación de mis sentidos;
él, ideal de mis sueños más queridos;
él, mi primero, mi ferviente amor.

Sin él, para mí el campo placentero
en vez de flores me obsequiaba abrojos;
sin él eran sombríos a mis ojos
del sol los rayos en el mes de abril.
Vivía de su vida apasionada;
era el centro de mi alma el amor suyo;
era mi aspiración, era mi orgullo…
¿Por qué tan presto me olvidaba el vil?

No es mío ya su amor, que a otra prefiere.
Sus caricias son frías como el hielo;
es mentira su fe, finge desvelo…
Mas no me engañará con su ficción…
¡Y amarle pude, delirante, loca!
¡No, mi altivez no sufre su maltrato!
Y si a olvidar no alcanzas al ingrato,
¡te arrancaré del pecho, corazón!

Estructura

El poema está compuesto por cuatro estrofas de ocho versos cada una, lo que le da una forma ordenada y equilibrada.

La rima es consonante y sigue un esquema más o menos regular, aunque no completamente fijo, lo que permite cierta libertad expresiva dentro de una forma tradicional.

Su ritmo pausado acompaña el tono íntimo y emocional del discurso amoroso y doliente de la hablante.

Temas

Los temas más importantes que trabaja el poema son:

El amor idealizado y su transformación en dolor

Desde los primeros versos, la hablante evoca el momento en que el amor irrumpe en su vida con fuerza y dulzura: “¡Y amarle pude! Al sol de la existencia / se abría apenas soñadora el alma…”.

Así, se presenta como una experiencia luminosa, casi sagrada, que coincide con el despertar de la juventud. El uso de la palabra “sol” remite a una etapa de plenitud, calor y vitalidad, mientras que “soñadora el alma” sugiere inocencia y apertura emocional.

Sin embargo, esta idealización se fractura progresivamente. El poema relata el paso del amor apasionado y exaltado hacia la desilusión y el abandono . Esta tragedia afecta no sólo el corazón, sino también la visión que la hablante tiene de sí misma y del mundo.

El sufrimiento por el abandono y la traición

Este es quizás el tema más dominante del poema. La hablante lírica sufre intensamente por la indiferencia del ser amado, que ha cambiado y ya no le corresponde: “No es mío ya su amor, que a otra prefiere. / Sus caricias son frías como el hielo”.

El contraste entre lo que fue y lo que es acentúa la tragedia. De este modo, la pérdida del ser amado se convierte en una aniquilación emocional. No se trata de una simple ruptura amorosa, es una herida profunda en la identidad y dignidad.

La fuerza del dolor se expresa en la manera en que el entorno natural - el campo, el sol, las flores - también pierde su belleza, contaminado por el sufrimiento.

La tensión entre la pasión y el orgullo

Uno de los aspectos más complejos del poema es la lucha interna que atraviesa la hablante entre el amor persistente y la necesidad de conservar su dignidad.

Si bien reconoce que todavía siente ese amor, también afirma con vehemencia: “¡No, mi altivez no sufre su maltrato!”. Esta afirmación marca un momento de ruptura, en el que intenta sobreponerse a la pasión que la consume.

El conflicto entre estos dos polos emocionales - el deseo de seguir amando y la necesidad de alejarse del maltrato - genera una tensión interna que atraviesa todo el poema. Así, es más que una simple elegía amorosa: es también un acto de afirmación de la voluntad.

La obsesión amorosa como prisión emocional

El poema muestra cómo el amor puede convertirse en una obsesión que somete. El ser amado aparece una y otra vez como una figura omnipresente: “él, la fascinación de mis sentidos; / él, ideal de mis sueños más queridos”.

La repetición insistente del pronombre “él” revela una fijación que bordea lo enfermizo. Esta presencia abrumadora lo convierte en una figura de poder sobre la hablante.

Hay un sometimiento emocional que la hablante reconoce, pero contra el que lucha. La última línea del poema, “¡te arrancaré del pecho, corazón!”, es casi una imagen violenta de liberación, como si el único modo de romper esa prisión afectiva fuera a través de un gesto radical de desarraigo emocional.

Desfase entre el mundo emocional de la hablante y la realidad exterior

El campo, las flores, el sol de abril - todo aquello que debería ser bello y esperanzador - se convierte en algo gris y áspero debido a su estado emocional.

Esta visión subjetiva del entorno es una característica del romanticismo, pero en este caso cobra una dimensión existencial: la hablante no sólo sufre por una pérdida amorosa, sino porque todo su sistema de sentido se ha derrumbado. El amor era el eje que daba sentido a su existencia; al perderlo, se enfrenta al vacío.

La dignidad femenina frente a la humillación

Aunque el poema nace del dolor y la melancolía, no se limita a una queja pasiva. En su progresión, hay una clara evolución hacia una postura de resistencia. El verso “¡No, mi altivez no sufre su maltrato!” marca un quiebre emocional y discursivo.

En un siglo donde las mujeres estaban obligadas a sufrir en silencio el desprecio y el olvido de los hombres, esta afirmación se convierte en un acto de rebeldía.

La hablante no se presenta como una víctima resignada, sino como alguien que se defiende de la humillación y reivindica su valía. Este gesto de orgullo y autoafirmación rompe con la imagen pasiva de la mujer romántica y anticipa una conciencia femenina más crítica.

Símbolos

Dolores Veintimilla emplea una serie de símbolos para expresar el dolor del abandono amoroso y el proceso interno de lucha.

El sol de la existencia

“¡Y amarle pude! Al sol de la existencia / se abría apenas soñadora el alma…”

El sol representa aquí la juventud, el despertar vital y el comienzo de una experiencia trascendente. De esta manera, el amor es asociado con la luz, el calor y la energía.

La hoja en el árbol

“Como la hoja en el árbol vacilé”

La hoja, que depende del árbol para sostenerse, es símbolo de fragilidad y vulnerabilidad emocional. La comparación con la hoja que tiembla sugiere el efecto inmediato del amor en el cuerpo y el alma de la hablante. También puede interpretarse como una premonición del desprendimiento que vendrá.

El campo, las flores y los abrojos

“El campo placentero / en vez de flores me obsequiaba abrojos”

El campo y las flores son símbolos tradicionales de belleza, fertilidad, amor correspondido y armonía con la naturaleza.

Sin embargo, se ven distorsionados por el dolor de la hablante. En lugar de flores, recibe abrojos (espinas).Esto representa la inversión del mundo emocional: todo lo que era hermoso se vuelve hostil.

Esta imagen refuerza el vínculo entre paisaje interior y exterior, típico del romanticismo.

El mes de abril

“Eran sombríos a mis ojos / del sol los rayos en el mes de abril”

En América del sur, en abril comienza el frío, por lo que el sol es agradecido. Pero aquí se convierte en una presencia indiferente y vacía. Esta percepción distorsionada del entorno confirma elgrado de sufrimiento internoque experimenta la hablante.

El corazón como campo de batalla

“¡Te arrancaré del pecho, corazón!”

Al final del poema, el corazón se transforma en un enemigo al que hay que dominar, arrancar si es necesario, para poder sanar.

Esta imagen fuerte y casi violenta implica una lucha interna desgarradora, donde la razón y el orgullo enfrentan a la pasión y la entrega.

Figuras retóricas

Anáfora y paralelismo

“Él, la fascinación de mis sentidos;
Él, ideal de mis sueños más queridos;
Él, mi primero, mi ferviente amor.”

La repetición del pronombre “él” funciona como anáfora y tiene un efecto casi hipnótico, que revela la obsesión de la hablante por la figura del amado.

Además, cada verso repite la estructura anterior, lo que genera un paralelismo acumulativo que intensifica el tono de fijación y dependencia.

Metáfora

“Vivía de su vida apasionada”

Vivir de la vida del otro expresa una fusión afectiva extrema, en la que el yo se borra ante el tú.

Hipérbole

“Mil veces sorprendiste, madre amada, / en mi boca un suspiro abrasador”

La exageración (“mil veces”, “suspiro abrasador”) tiene la función de transmitir la desmesura del sentimiento, propio del lenguaje romántico. La hipérbole convierte la emoción individual en algo casi universal, de proporciones incontrolables.

Personificación

“El campo […] me obsequiaba abrojos”

Al dotar al campo de la capacidad de “obsequiar”, se genera una personificación que sugiere que la naturaleza misma se vuelve hostil, reflejando el estado emocional de la hablante. Con ello, se convierte en espejo y extensión del alma herida.

Biografía de Dolores Veintimilla

Es considerada una de las voces más intensas y trágicas de la poesía ecuatoriana del siglo XIX.

Nació en Quito, Ecuador, en 1829. A una edad temprana se trasladó a Cuenca, donde contrajo matrimonio con el médico colombiano Sixto Galindo.

Le tocó vivir en una sociedad muy conservadora, donde la mujer era relegada a un rol sumiso. Por ello, su vida estuvo llena de conflictos personales, como el abandono de su esposo, la crítica pública hacia sus ideas liberales y una constante lucha con la rigidez moral de su entorno.

La situación se agravó tras la publicación de su escrito El Retrato de la Salvación, donde criticaba la pena de muerte aplicada a los indígenas.

Se suicidó a los 28 años, lo que ha marcado la lectura de su poesía con un halo de tragedia y melancolía.

Sobre su obra

La obra poética de Dolores Veintimilla es breve, pero poderosa. Está profundamente influenciada por el romanticismo, especialmente en su vertiente más melancólica, subjetiva y emocional.

Sus temas más recurrentes son el amor no correspondido, el dolor existencial, la muerte y la soledad. Entre sus poemas más conocidos se encuentran "Quejas", "Desencanto", "Recuerdo", "Aspiración" y "La noche y mi dolor".

Contexto de escritura del poema “Quejas”

“Quejas” fue escrito entre 1854 y 1856, durante la etapa más oscura y dolorosa en la vida de la autora. En esta época residía en Cuenca, lejos de su ciudad natal y en un ambiente conservador que la rechazaba.

Aunque no se tiene una fecha exacta de publicación inicial, se sabe que el poema circuló en manuscritos privados y fue dado a conocer de forma póstuma por recopiladores de su obra.

En vida, Veintimilla no publicó un libro como tal, pero muchos de sus poemas fueron recuperados por intelectuales ecuatorianos de la segunda mitad del siglo XIX.

El tono íntimo y la fuerza confesional del texto sugieren que fue escrito tras una decepción amorosa concreta, probablemente relacionada con el abandono de su esposo y la marginación social que sufrió.

Por tanto, no sólo representa una experiencia personal, sino que también se inscribe en el contexto de una mujer que lucha por expresar su dolor en una sociedad que la condena por hacerlo.

Lugar dentro del feminismo

En la actualidad Dolores Veintimilla es vista como una precursora del pensamiento feminista en la literatura ecuatoriana. Además, “Quejas” es considerada como una de sus piezas más emblemáticas por la manera en que transforma el dolor amoroso en un acto de afirmación personal.

En el planolatinoamericano, aunque su obra fue inicialmente poco difundida fuera de Ecuador, con el tiempo se ha comenzado a valorar el lugar que ocupa dentro del romanticismo femenino hispanoamericano.

Autoras como Gertrudis Gómez de Avellaneda (Cuba) o Juana Manuela Gorriti (Argentina) comparten con Veintimilla ese gesto literario valiente de dar voz a las emociones femeninas reprimidas.

Desde una mirada contemporánea, el poema también ha sido reivindicado como un documento que refleja la situación de muchas mujeres de su época que estaban relegadas al ámbito doméstico. Que eran juzgadas por sentir demasiado y sin espacios sociales para canalizar su voz.

En este marco, el texto ha adquirido un valor simbólico en la historia de la literatura de mujeres en América Latina. Así, ha inspirado nuevas lecturas desde la crítica de género y el rescate de autoras silenciadas.

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Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.