Los 7 poemas más famosos de Francisco de Quevedo (analizados)

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana
Tiempo de lectura: 12 min.

Francisco de Quevedo (1580 - 1645) es uno de los autores españoles más destacados del Barroco, en particular del Conceptismo. Su obra se caracteriza por su versatilidad y dualidad, ya que en ella se encuentra tanto la seriedad como lo cómico. Así, puede cantar al amor como hacer versos satíricos y análisis metafísicos.

La crítica y los especialistas han clasificado su lírica según un criterio temático en el que se encuentra la poesía moral, amorosa y burlesca. En la siguiente selección se pueden encontrar algunos de sus poemas más famosos, pertenecientes a los diferentes motivos que trabajó.

1. ¡Ah de la vida!

¡Ah de la vida!… ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.

¡Que sin poder saber cómo ni a dónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.

Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.

En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

La brevedad de la vida fue uno de los temas capitales de la poesía barroca. En este soneto, el hablante lírico intenta expresar la frustración que siente ante la fugacidad de la existencia.

De este modo, hace referencia a la diosa Fortuna, quien se encuentra investida de una especial crueldad al considerar que está acompañada del verbo morder. Así, el destino consume irremediablemente el tiempo y el ser humano, en su necedad, intenta escapar a esta voracidad.

La expresión "pañales y mortaja" alude a la rapidez con que transcurren los días, pues sin darse cuenta, el individuo pasa de la cuna a la sepultura.

El poema finaliza con "sucesiones de difunto" que apela a la idea de la filosofía estoica sobre las múltiples muertes que se experimentan a lo largo de la vida. Es decir, cierta parte de una persona "muere" bajo circunstancias complejas, pero es capaz de renacer más madura y dispuesta a afrontar lo que venga.

2. A un hombre de gran nariz

Érase un hombre a una nariz pegado,
Érase una nariz superlativa,
Érase una alquitara medio viva,
Érase un peje espada mal barbado;

Era un reloj de sol mal encarado.
Érase un elefante boca arriba,
Érase una nariz sayón y escriba,
Un Ovidio Nasón mal narigado.

Érase el espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egito,
Los doce tribus de narices era;

Érase un naricísimo infinito,
Frisón archinariz, caratulera,
Sabañón garrafal morado y frito.

Este es uno de los poemas satíricos más célebres del autor y uno de los mejores ejemplos de su capacidad de invención lingüística. El escritor argentino Jorge Luis Borges declaró: "la grandeza de Quevedo es verbal", ya que tenía la capacidad de jugar con el lenguaje y manipularlo para transmitir el exceso. Esto se puede ver en expresiones como nariz superlativa y naricísimo infinito.

El tema pertenece a una larga tradición de burlas a deformidades corporales, en las que se exageran los rasgos y se le atribuyen propiedades caricaturescas.

Aquí predomina el ingenio in crescendo. La nariz que describe cobra grandes proporciones gracias a las comparaciones físicas (peje espada, reloj de sol, elefante, pirámide) y a generalizaciones, como que los judíos tienen grandes narices, aludiendo a sayón, escriba, y a las doce tribus.

3. Poderoso caballero es Don Dinero

Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
de continuo anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,
donde el mundo le acompaña;
viene a morir en España
y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
es hermoso, aunque sea fiero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Es Galán y es como un oro,
tiene quebrado el color;
persona de gran valor
tan cristiano como moro;
pues que da y quita el decoro
y quebranta cualquier fuero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Son sus padres principales,
y es de nobles descendiente,
pues que en las venas de Oriente
todas las sangres son reales.
Y pues es quien hace iguales
al duque y al ganadero,
poderoso caballero
es don Dinero.

¿Más a quién no maravilla
ver en su gloria, sin tasa,
que es lo menos de su casa
doña Blanca de Castilla?
Pero pues da al bajo silla
y al cobarde hace guerrero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Sus escudos de armas nobles
son siempre tan principales,
que sin sus escudos reales
no hay escudos de armas dobles;
y pues a los mismos robles
da codicia su minero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Por importar en los tratos
y dar tan buenos consejos
en las casas de los viejos
gatos lo guardan de gatos;
y, pues él rompe recatos
y ablanda al juez más severo,
poderoso caballero
es don Dinero.

Y es tanta su majestad,
aunque son sus duelos hartos,
que con haberle hecho cuartos
no pierde su autoridad.
Porque pues da calidad
al noble y al pordiosero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Nunca vi damas ingratas
a su gusto y afición,
que a las caras de un doblón
hacen sus caras baratas;
y, pues les hace bravatas
desde una bolsa de cuero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Más valen en cualquier tierra
(mirad si es harto sagaz)
sus escudos en la paz
que rodelas en la guerra.
Y pues al pobre le entierra
y hace proprio al forastero,
poderoso caballero
es don Dinero.

Este poema satírico sitúa como protagonista al dinero, a quien personifica como un caballero poderoso que tiene influencias en todos los aspectos de la vida.

El hablante lírico reflexiona sobre su procedencia, recorridos y los efectos que genera. El tema central gira en torno a la reputación que entrega a quien lo posee, pues es un bien que todos respetan y desean.

Así, es capaz de tener incidencias en el terreno social y político. Puede igualar al duque y al ganadero, convertir a un hombre feo en hermoso, cambiar la opinión de los jueces y encantar a las mujeres.

4. Amor constante más allá de la muerte

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día;
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no de esa otra parte en la ribera
dejará la memoria, en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas, que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

El famoso escritor y filólogo Dámaso Alonso (1898 - 1990) declaró que este era "seguramente el mejor soneto amoroso de Quevedo, probablemente el mejor de la literatura española".

Así, se trata de una declaración de amor para la eternidad, pues es un sentimiento tan fuerte que es capaz de traspasar incluso la frontera de la vida. El hablante lírico declara que sin importar las circunstancias, él será fiel a su amada, incluso cuando muera y sea sólo polvo.

5. Yo te untaré mis obras con tocino

Yo te untaré mis obras con tocino,
porque no me las muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla,
docto en pullas, cual mozo de camino.

Apenas hombre, sacerdote indino,
que aprendiste sin christus la cartilla;
chocarrero de Córdoba y Sevilla,
y, en la Corte, bufón a lo divino.

¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aun no lo niega?

No escribas versos más, por vida mía;
aunque aquesto de escribas se te pega,
por tener de sayón la rebeldía.

Es bastante conocido el enfrentamiento literario que tenían Francisco de Quevedo con Luis de Góngora. Esta pelea generó algunos de sus versos más mordaces y este poema es un claro ejemplo de la sátira vejatoria que practicó con varios escritores de su tiempo.

Se cree que lo escribió en 1910, pues por esa época Góngora publicó el poema "Anacreonte español, no hay quien os tope" en el que se burlaba de Quevedo por su traducción del poeta griego Anacreonte.

De este modo, utiliza todas sus armas y acusa a Góngora de mal poeta y de converso. Es importante recordar que en aquel periodo el antisemitismo en España era bastante fuerte y que los judíos eran perseguidos, por lo que varios se convirtieron al catolicismo.

Por ello, el texto comienza con la frase "yo te untaré mis obras con tocino,/ porque no me las muerdas, Gongorilla"", dando a entender que por su fe no podía consumir ese tipo de alimentos.

Así, se suceden las acusaciones de carácter étnico-religioso con las descalificaciones relativas a la actividad literaria, pues lo considera un bufón, creador de una obra insustancial.

6. Definición de amor

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo;
enfermedad que crece si es curada.

Éste es el niño Amor, éste es su abismo.
Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo.

Aunque Quevedo es más conocido por sus versos satíricos y burlescos, escribió bastante poesía amorosa. En la lírica occidental hay una larga tradición de definiciones de amor y era un tema bastante común en aquellos años. Los ejemplos más famosos del periodo son "Diciendo qué cosa es el amor" de Jorge Manrique y "Desmayarse, atreverse, estar furioso" de Lope de Vega.

El autor recurre a una enumeración en la que predominan las antítesis y paradojas (fuego/hielo, sueño/realidad, valentía/cobardía), pues intenta explicar que el amor es una contradicción absoluta.

Se trata de una emoción tan grande e intensa que no puede analizarse bajo la razón. Por ello, la caracteriza como una herida que produce dolor y placer al mismo tiempo o una enfermedad que el enamorado no busca curar.

Así, hacia el final de soneto se puede notar un cierta rendición hacia el amor, del que se tiene una amarga impresión al ser un sentimiento tan complejo.

7. ¡Cómo de entre mis manos te resbalas!

¡Cómo de entre mis manos te resbalas!
¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!
¡Qué mudos pasos traes, oh, muerte fría,
pues con callado pie todo lo igualas!

Feroz, de tierra el débil muro escalas,
en quien lozana juventud se fía;
mas ya mi corazón del postrer día
atiende el vuelo, sin mirar las alas.

¡Oh, condición mortal! ¡Oh, dura suerte!
¡Que no puedo querer vivir mañana
sin la pensión de procurar mi muerte!

Cualquier instante de la vida humana
es nueva ejecución, con que me advierte
cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana.

En este soneto reflexiona sobre la fugacidad de la vida. El hablante siente cómo el tiempo avanza inexorablemente y se acerca la muerte. De este modo, hace un llamado al lector a no confiarse de su juventud y a tomar consciencia de su condición mortal.

Asimismo, afirma que la muerte "con callado pie todo lo iguala", es decir, es un hecho que afectará a todos, sin importar rango o condición. Por ello, hay que disfrutar mientras se puede y estar preparado para cuando llegue el momento.

Conceptismo

El Siglo de Oro fue uno de los periodos más fructíferos en las letras españolas. Si bien la poesía barroca tuvo bastante continuidad con la lírica del renacimiento, hay una gran distancia en el planteamiento.

Se trabajaron las mismas temáticas (el amor, la vida, la muerte) y se utilizaron algunos de los mismos recursos estilísticos, como el uso del verso endecasílabo y el soneto siguió gozando de gran popularidad.

Sin embargo, el barroco se caracterizó por su "oscuridad". Se trataba de obras complejas que requerían de un gran esfuerzo y cultura para ser comprendidas y realmente valoradas.

Existieron dos tendencias que compartían esta búsqueda: el culteranismo y el conceptismo. El culteranismo buscaba desarrollar la forma, con versos de sintaxis compleja, ornamentación y riqueza sensorial.

Por su parte, el conceptismo se basaba en las asociaciones ingeniosas de ideas y conceptos. Es decir, decir lo máximo utilizando el mínimo de elementos

Francisco de Quevedo es uno de los mejores ejemplos de conceptismo. Su lírica juega constantemente con el lenguaje y con la contraposición de ideas que permiten vislumbrar alusiones y significados "ocultos" dentro de sus poemas.

Bibliografía:

  • Arellano Ayuso, Ignacio. (1998). Comentarios a la poesía satírico burlesca de Quevedo, Arco Libros.
  • Quevedo, Francisco. (2004). Poesía esencial. Biblioteca Hermes: Clásicos Castellanos.

Ver también:

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.