Rosalía de Castro: 4 poemas para conocer a la escritora gallega

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana
Tiempo de lectura: 7 min.

Rosalía de Castro (1837 - 1885) es una de las poetas españolas más importantes del siglo XIX. Exponente del Romanticismo, su obra abarca varios temas como el amor, la muerte y el dolor.

Fue reconocida por ser una de las primeras en publicar sus poemas en gallego, ayudando a que se considerara una lengua literaria y no simplemente un dialecto. A continuación, se pueden encontrar algunos de sus textos más famosos.

1. Busca y anhela el sosiego

Busca y anhela el sosiego...
mas... ¿quién le sosegará?
Con lo que sueña despierto,
dormido vuelve a soñar.
Que hoy como ayer, y mañana
cual hoy, en su eterno afán,
de hallar el bien que ambiciona
–cuando sólo encuentra el mal–,
siempre a soñar condenado,
nunca puede sosegar.

Este es uno de los poemas más famosos de la autora. Aquí el hablante lírico expresa la imposibilidad de alcanzar la tranquilidad y la paz interior, debido a un constante deseo insatisfecho.

Así, establece que cada segundo de su tiempo se encuentra signado por la añoranza: "Con lo que sueña despierto, / dormido vuelve a soñar". Con ello, se genera un círculo vicioso por una ambición que no le permite encontrar el descanso.

2. Hora tras hora, día tras día

Hora tras hora, día tras día,
entre el cielo y la tierra que quedan
eternos vigías,
como torrente que se despeña,
pasa la vida.

Devolvedle a la flor su perfume
después de marchita;
de las ondas que besan la playa
y que una tras otra besándola expiran.
Recoged los rumores, las quejas,
y en planchas de bronce grabad su armonía.

Tiempos que fueron, llantos y risas,
negros tormentos, dulces mentiras,
¡ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,
en dónde, alma mía?

Estos versos aluden a uno de los temas capitales de la poesía: la brevedad de la vida. Por ello, el hablante lírico menciona cosas que se caracterizan por su fugacidad como las flores, las olas del mar y la propia existencia del ser humano.

Hacia el final del poema se hace una pregunta retórica que enfatiza el tema de la fugacidad. El individuo, perplejo ante el paso del tiempo, no sabe cómo es que se escurre tan rápido.

3. Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso
de mí murmuran y exclaman:
Ahí va la loca soñando
con la eterna primavera de la vida y de los campos,
y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.

-Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
con la eterna primavera de mi vida que se apaga
y la perenne frescura de los campos y las almas,
aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.

Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?

Este poema puede entenderse como una declaración de principios de la autora: Así, declara que a pesar de su edad y de lo que diga el mundo, ella siempre será un alma soñadora.

De este modo, aunque pasen los años y se acumulen las penas, siempre existirá un espacio de alivio y esperanza para quienes se mantienen jóvenes de espíritu.

4. Era apacible el día

Era apacible el día
Y templado el ambiente,
Y llovía, llovía
Callada y mansamente;
Y mientras silenciosa
Lloraba y yo gemía,
Mi niño, tierna rosa
Durmiendo se moría.
Al huir de este mundo, ¡qué sosiego en su frente!
Al verle yo alejarse, ¡qué borrasca en la mía!

Tierra sobre el cadáver insepulto
Antes que empiece a corromp-erse... ¡tierra!
Ya el hoyo se ha cubierto, sosegaos,
Bien pronto en los terrones removidos
Verde y pujante crecerá la yerba.

¿Qué andáis buscando en torno de las tumbas,
Torvo el mirar, nublado el pensamiento?
¡No os ocupéis de lo que al polvo vuelve!...
Jamás el que descansa en el sepulcro
Ha de tornar a amaros ni a ofenderos
¡Jamás! ¿Es verdad que todo
Para siempre acabó ya?
No, no puede acabar lo que es eterno,
Ni puede tener fin la inmensidad.

Tú te fuiste por siempre; mas mi alma
Te espera aún con amoroso afán,
Y vendrá o iré yo, bien de mi vida,
Allí donde nos hemos de encontrar.

Algo ha quedado tuyo en mis entrañas
Que no morirá jamás,
Y que Dios, porque es justo y porque es bueno,
A desunir ya nunca volverá.
En el cielo, en la tierra, en lo insondable
Yo te hallaré y me hallarás.
No, no puede acabar lo que es eterno,
Ni puede tener fin la inmensidad.

Mas... es verdad, ha partido
Para nunca más tornar.
Nada hay eterno para el hombre, huésped
De un día en este mundo terrenal,
En donde nace, vive y al fin muere
Cual todo nace, vive y muere acá.

Rosalía de Castro perdió a dos de sus hijos y plasmó en varias de sus obras la desazón ocasionada por la temprana e inesperada partida.

De este modo, se retrata la muerte como un momento de paz para el difunto: "Al huir de este mundo, ¡qué sosiego en su frente!", mientras que para los que quedan resulta un suplicio.

Luego, medita sobre cómo la vida continúa a pesar de su dolor. Su hijo ya fue enterrado, pero sobre esa tierra florecerá el pasto de nuevo, continuando el ciclo natural de la existencia.

Frente a esto, sólo queda la esperanza de un reencuentro en el plano espiritual. Para la hablante, el amor de una madre es tan fuerte que nada, incluso la muerte, puede romper ese vínculo. Por ello declara: "Algo ha quedado tuyo en mis entrañas / Que no morirá jamás".

Sobre Rosalía de Castro

Rosalía de Castro

Rosalía de Castro llegó al mundo el 23 de febrero de 1837 en Santiago de Compostela, España. Nació fuera del matrimonio, fruto de una relación ilícita, por lo que fue inscrita como hija de padres incógnitos. Su madre fue Teresa de Castro y su padre José Martínez Viojo, un sacerdote al que le fue imposible reconocer la paternidad.

Debido a esto, los primeros años de vida los pasó en Ortoño con sus tías paternas, para luego vivir junto a su madre, quien la reconoció como hija natural.

En 1856 se trasladó a vivir a Madrid, donde dos años más tarde se casó con el periodista Manuel Murguía, con quien tuvo siete hijos.

Su poemario más famoso es Cantares gallegos (1863), considerado la obra cumbre del Rexurdimento, renacimiento de la literatura gallega. Fue seguido de la publicación de Follas novas (1880). En español destacan los libros El primer loco (1881) y En las orillas del Sar (1885).

También es importante destacar su incipiente rol en los movimientos de liberación femenina. Aunque no fue parte capital de su obra, sí publicó uno de los primeros manifiestos feministas del periodo. En 1858 apareció Lieders, donde declaró:

Jamás ha dominado en mi alma la esperanza de la gloria, ni he soñado nunca con laureles que oprimiesen mi frente. Sólo cantos de independencia y libertad han balbucido mis labios, aunque alrededor hubiese sentido, desde la cuna ya, el ruido de las cadenas que debían aprisionarme para siempre, porque el patrimonio de la mujer son los grillos de la esclavitud. Yo, sin embargo, soy libre, libre como los pájaros, como las brisas; como los árabes en el desierto y el pirata en el mar.

Murió el 15 de julio de 1885a los 48 años a causa de un cáncer uterino.

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Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.