7 preguntas filosóficas esenciales para la vida

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana
Tiempo de lectura: 16 min.

La filosofía es una disciplina que busca comprender los fundamentos más profundos de la realidad. De este modo, reflexiona sobre el conocimiento, la existencia y la moral.

A diferencia de otras ciencias, no se limita a hechos observables, sino que cuestiona críticamente las interrogantes esenciales de la vida.

A continuación, se pueden encontrar algunas de las preguntas clave que se hicieron filósofos famosos y que han servido para moldear el mundo actual.

1. ¿Qué es el tiempo? - Heráclito

Heráclito de Éfeso (aprox. 540 - 480 a.C.) fue un filósofo presocrático. Es decir, vivió antes de Sócrates, en una época en que la filosofía comenzaba a desarrollarse en Grecia como una forma racional de explicar el mundo, apartándose del mito.

Mientras muchos buscaban una sustancia fija y permanente como principio del universo (agua, aire, etc.), Heráclito introdujo una visión dinámica: el mundo no está hecho de algo fijo, sino de cambio constante.

Su filosofía se puede considerar como una ontología del devenir. Con ello, la realidad no es algo estable, sino un flujo constante. Así, ofrece una reflexión sobre la temporalidad implícita en el devenir, lo que hace de su pensamiento una de las raíces más antiguas de la filosofía del tiempo en Occidente.

Su frase más famosa es "Ningún hombre puede cruzar dos veces el mismo río, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos". Aquí se refiere a que lo único constante en la vida del ser humano es el cambio. De este modo, ninguna situación que se atraviese es la misma, aunque existan circunstancias parecidas, siempre será una nueva experiencia.

Desde esta perspectiva, el tiempo no es algo exterior al mundo, sino que es la forma misma del ser: ser es fluir, transformarse, sucederse. Todo lo real existe en devenir y el tiempo es el modo de existencia de las cosas.

2. ¿Qué es la felicidad? - Epicuro

Epicuro (341 a. C. - 270 a. C.) fue un filósofo griego, famoso por plantear el epicureísmo.Se trata de una doctrina ética y materialista que propone la búsqueda de la felicidad mediante el placer, entendido de manera racional y moderada.

A diferencia de la imagen popular que asocia a Epicuro con el hedonismo desenfrenado, su concepción del placer es sobria, intelectual y ética.

Según su doctrina, la felicidad se alcanza a través de la ataraxia (ausencia de perturbaciones del alma) y la aponía (ausencia de dolor físico). En su obra Carta a Meneceo, afirma:

“El placer es el principio y el fin de la vida feliz. Lo reconocemos como nuestro bien primero e innato.”

Sin embargo, no defiende el placer desmedido o sensual, sino el que surge del equilibrio, la serenidad y la moderación. Para él, hay que distinguir entre diferentes tipos de placeres:

  • Placeres naturales y necesarios: como la comida, el agua, el abrigo, la amistad.
  • Placeres naturales pero no necesarios: como lujos o refinamientos.
  • Placeres ni naturales ni necesarios: como el deseo de poder, fama o riqueza.

De este modo, recomendaba buscar sólo los placeres naturales y necesarios, pues son fáciles de obtener y conducen a una vida feliz.

Asimismo, le otorgaba un papel muy importante al conocimiento. Para alcanzar la felicidad era necesario eliminar los temores irracionales, como el miedo a los dioses y a la muerte. Esta actitud libera al ser humano de la angustia existencial, permitiéndole disfrutar del presente con serenidad.

Por último, Epicuro consideraba que la amistad es uno de los mayores bienes de la vida. Vivir rodeado de amigos contribuye a la seguridad, el placer y el consuelo del alma.

Además, promueve la autarquía (autosuficiencia), entendida como la capacidad de contentarse con poco y no depender de deseos vanos o superfluos. Cuanto menos se necesita, más libre y feliz es.

Esta visión propone que la sabiduría consiste en saber qué desear y qué evitar. Entonces, la clave de la felicidad no es la acumulación, sino la comprensión de lo verdaderamente necesario.

3. ¿Qué es la virtud? - Sócrates

Sócrates (470 - 399 a.C.) es considerado una de las figuras más influyentes en la historia de la filosofía. Aunque no dejó ninguna obra escrita, su pensamiento proviene de sus discípulos, especialmente Platón y Jenofonte.

Dedicó su vida a cuestionar las creencias establecidas y a dialogar con los ciudadanos en plazas y mercados. Buscaba promover el pensamiento crítico y la búsqueda del conocimiento.

Para Sócrates, la virtud (en griego, areté) no era una cualidad física ni un talento particular, sino la excelencia del alma. En su visión, ser virtuoso era sinónimo de saber vivir bien, lo que no dependía de la riqueza ni del poder, sino del conocimiento del bien.

De ahí su tesis fundamental: “la virtud es conocimiento”. Es decir, una persona actúa bien cuando conoce verdaderamente qué es lo bueno, lo justo y lo correcto. En consecuencia, quien hace el mal no lo hace con plena conciencia de que obra mal, sino por ignorancia.

Además, defendía que todas las virtudes - como la justicia, la valentía, la templanza y la piedad - no son entidades separadas, sino expresiones diferentes de una misma sabiduría moral.

Esta idea se conoce como la “unidad de la virtud”. En su pensamiento, no se puede ser justo sin ser sabio, ni valiente sin tener un conocimiento claro del bien.

Así, la virtud es el fruto de una profunda comprensión racional que guía las acciones. Por ejemplo, la valentía no es simplemente lanzarse al peligro, sino saber cuándo y por qué vale la pena asumir riesgos.

Este vínculo entre virtud y sabiduría se relaciona estrechamente con otro principio socrático: el autoconocimiento. Sólo a través del conocimiento de uno mismo se puede alcanzar la virtud. Para él, una vida sin reflexión, sin examen, no merece ser vivida.

Por ello, sostenía que la verdadera tarea del ser humano es cuidar de su alma y buscar la verdad, más allá de las apariencias o del juicio de la mayoría.

Su concepción de la virtud se enfrentó abiertamente a la de los sofistas, quienes enseñaban técnicas de persuasión y retórica a cambio de dinero.

Mientras los sofistas sostenían que el bien era relativo y dependía de la utilidad o del interés del individuo, Sócrates afirmaba que existía una verdad moral objetiva, que podía descubrirse mediante la razón. Para él, la virtud no es una herramienta para el éxito social, sino un compromiso con la verdad y con la mejora del alma.

4. ¿Qué es el bien? - Platón

Platón (427 – 347 a.C.) fue fundamental para la historia del pensamiento occidental. Discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles, es considerado uno de los pilares de la filosofía.

Vivió en una Atenas marcada por crisis políticas, guerras, y la ejecución de Sócrates. Este hecho lo marcó profundamente y lo impulsó a fundar su propia escuela, la Academia. Allí buscó desarrollar un pensamiento que uniera ética, política y metafísica. Su objetivo fue encontrar una base firme y racional para la vida justa, tanto individual como colectivamente.

Para entender qué es el Bien en Platón, es esencial comprender primero su Teoría de las Ideas. Según este planteamiento, el mundo sensible (el que percibimos con los sentidos) está en constante cambio y es imperfecto.

En cambio, existe un mundo inteligible, eterno e inmutable, que contiene las Ideas, entidades perfectas y universales como la Belleza, la Justicia, la Igualdad y sobre todo, el Bien.

De este modo, el conocimiento verdadero no se obtiene por medio de los sentidos, sino por la razón, que puede elevarse hasta contemplar las Ideas puras.

En La República describe al Bien como el principio último del conocimiento, de la verdad y del ser. Es fuente de inteligibilidad y existencia para las demás Ideas.

Esto significa que el Bien es aquello gracias a lo cual todo lo demás existe y es comprensible. Así como el sol permite ver las cosas en el mundo sensible, el Bien permite conocer las Ideas en el mundo inteligible.

5. ¿Qué es la libertad? - Epicteto

Epicteto (c. 55 - 135 d.C.) fue un filósofo grecorromano perteneciente a la escuela estoica, una de las corrientes más influyentes de la filosofía antigua.

Aunque vivió la mayor parte de su vida como esclavo fue educado en filosofía y, una vez liberado, se dedicó enteramente a la enseñanza.

Si bien no escribió nada, sus enseñanzas fueron recopiladas por su discípulo Arriano, especialmente en dos obras: el Enquiridión (manual o compendio de vida estoica) y los Discursos.

Su importancia radica en la forma en que encarnó y enseñó los principios fundamentales del estoicismo. En un mundo convulsionado por las injusticias, el poder imperial y la fragilidad de la condición humana, ofreció una filosofía práctica, orientada a alcanzar la serenidad interior y el autodominio.

Para él, la libertad verdadera no depende de las circunstancias externas, como la riqueza, la salud o el estatus social, sino del dominio interior del alma. En otras palabras, ser libre no significa hacer lo que uno quiere en el mundo externo, sino vivir conforme a la razón y a la naturaleza, es decir, vivir en virtud.

Su experiencia como esclavo no es un dato anecdótico. Resulta clave para entender su pensamiento. Así, plantea que la libertad no la da ni la quita nadie más que uno mismo. Un emperador puede tener poder sobre un cuerpo, pero no sobre el juicio interior, la voluntad ni la integridad moral de una persona. E

En este sentido, afirma que nadie puede hacer daño sin consentimiento, porque el verdadero bien no está en lo que sucede fuera, sino en cómo se enfrenta.

Uno de los principios más centrales de su pensamiento es la distinción entre lo que depende de nosotros y lo que no depende de nosotros.

Lo que depende de nosotros - nuestras opiniones, deseos, impulsos y juicios - es donde reside nuestra libertad. En cambio, lo que no depende de nosotros - el cuerpo, la reputación, las posesiones, el destino - debe ser aceptado con serenidad.

Aquí se encuentra el núcleo ético del estoicismo: el sabio no lucha contra el mundo, sino que se adapta a él sin dejar de ser fiel a su razón. Esta aceptación no es resignación pasiva, sino un acto activo de libertad interior: elegir no alterarse por lo que no se puede controlar.

Entonces, la libertad no es poder modificar el curso de los acontecimientos, sino ser capaz de gobernarse en cualquier circunstancia.

De este modo, compara al ser humano con un actor en una obra que no ha escrito. No se elige el papel (rey, mendigo, enfermo), pero sí se puede interpretar con dignidad y excelencia el rol que la vida ha asignado.

Esta metáfora teatral ilustra la idea estoica de que el universo es racional y está regido por un logos o razón cósmica. Por ello, el deber del ser humano es vivir en armonía con ese orden natural, no resistirse a él.

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6. ¿Qué es el hombre? - Immanuel Kant

La obra de Immanuel Kant (1724 - 1804) marcó un antes y un después en la historia del pensamiento occidental. Es considerado una de las figuras centrales de la filosofía moderna.

Su pensamiento surgió como un intento de reconciliar las dos corrientes filosóficas dominantes de su época. Por una parte, el racionalismo, que defendía la razón como fuente principal del conocimiento, y por otro, el empirismo, que sostenía que todo conocimiento deriva de la experiencia sensorial.

Kant propuso una solución innovadora a este debate: el conocimiento surge de la interacción entre la experiencia y las estructuras a priori de la mente humana. Esta propuesta está desarrollada en su obra más influyente, la Crítica de la razón pura (1781), donde introdujo el "idealismo trascendental".

Además de su teoría del conocimiento, desarrolló una ética basada en la autonomía de la voluntad y en la idea del deber. Para él, una acción es moral no por sus consecuencias, sino por la intención con la que se realiza y por si puede elevarse a la categoría de ley universal.

Este principio, llamado "imperativo categórico", es uno de los pilares de su pensamiento ético. También defendió con firmeza la dignidad humana, afirmando que el ser humano debe ser tratado siempre como un fin en sí mismo y nunca como un medio para otro fin.

Así, afirmó que toda la filosofía puede reducirse a cuatro interrogantes fundamentales: ¿Qué puedo saber?, ¿Qué debo hacer?, ¿Qué me está permitido esperar?, y ¿Qué es el hombre?

Según él, la última pregunta integra a las demás, ya que implica conocer la naturaleza y el destino del ser humano en el mundo. En su obra Antropología desde un punto de vista pragmático, se propone estudiar al ser humano como un agente libre y moral, capaz de actuar, aprender y transformarse. Es decir, no sólo se pregunta cómo es el hombre, sino qué puede y qué debe llegar a ser.

En su visión el ser humano se encuentra limitado por condiciones físicas y biológicas, pero también es un ser racional, con capacidad de autoconciencia, juicio moral y libertad.

Esta libertad no es una libertad de hacer lo que se quiera, sino la capacidad de actuar autónomamente según principios morales. En este sentido, se distingue de los animales ya que no está gobernado exclusivamente por sus impulsos o instintos. Puede someter su voluntad a la razón. Esta capacidad de actuar por deber, y no por inclinación, es lo que otorga al hombre su dignidad.

Además, considera que el ser humano es educable y perfectible. El hombre no nace siendo plenamente humano en el sentido ético; necesita ser formado por la cultura, la moral y la educación.

7. ¿Qué es el mal? - Hannah Arendt

Hannah Arendt (1906 - 1975) fue una filósofa y teórica política. Nacida en Alemania y de origen judío, vivió de primera mano los horrores del siglo XX: la ascensión del nazismo, la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto y los totalitarismos. Estas experiencias marcaron profundamente su pensamiento.

El concepto de “banalidad del mal” fue introducido por Arendt en su crónica sobre el juicio de Adolf Eichmann, uno de los principales organizadores logísticos de "La operación final", que fue juzgado en Jerusalén en 1961.

Contrario a lo que se esperaba, Eichmann no era un monstruo sanguinario, ni un fanático ideológico con odio personal contra los judíos. Arendt lo retrata como un burócrata mediocre, incapaz de pensar críticamente, que simplemente cumplía órdenes sin reflexionar sobre sus consecuencias.

De ahí surge su tesis:

El mal puede no tener profundidad ni una intención demoníaca; puede surgir de la falta de pensamiento, del automatismo, de la obediencia ciega.

En la tradición filosófica occidental, el mal suele ser concebido de distintas maneras. Así, se ha visto como una corrupción profunda del alma o como la voluntad deliberada de hacer daño o transgredir el bien moral.

Arendt rompe con esta visión al afirmar que el mal moderno puede ser superficial. No es necesario odiar o tener intención maliciosa para cometer actos terribles. Basta con dejar de pensar.

De este modo, considera que el acto de pensar, tal como lo ejercía Sócrates (hacerse preguntas, examinar la vida, dialogar consigo mismo), es una barrera ética contra el mal. Quien piensa, establece un diálogo interior: se pregunta si podría vivir consigo mismo después de tomar una decisión.

En este sentido, el pensamiento no garantiza la bondad, pero permite juzgar y negarse a participar en actos inhumanos. Por eso, el mal banal surge cuando las personas se desconectan de su conciencia y se desentienden de las consecuencias de sus actos.

Por ello, estudió cómo los regímenes totalitarios, como el nazismo y el estalinismo, crean condiciones para que el mal se convierta en algo estructural.

En estos sistemas el individuo pierde su capacidad de actuar con libertad, ya que el aparato estatal transforma a los ciudadanos en funcionarios obedientes, sin pensamiento crítico

En este contexto, el mal ya no aparece como un acto individual contra otro ser humano. Se trata de un sistema masivo y burocrático, donde millones de personas colaboran en crímenes sin asumir responsabilidad moral directa.

El concepto de banalidad del mal fue muy polémico. Algunos la acusaron de minimizar la gravedad del Holocausto y exculpar a Eichmann al presentarlo como un "tonto sin pensamiento".

Sin embargo, Arendt nunca justificó sus acciones. Sólo mostró que el mal moderno como producto de la obediencia sin reflexión. Su análisis es una advertencia:

No todos los crímenes atroces se cometen por monstruos. A veces, los comete gente “normal” que dejó de pensar.

Según su planteamiento, el mal en el mundo moderno no necesita de demonios ni de villanos de caricatura. Puede surgir de personas ordinarias.

Con ello, interpela a la humanidad completa. El mal no está “allá afuera”, sino que puede anidar en la pasividad, la indiferencia o la obediencia sin juicio.

Bilbiografía:

  • Arendt, Hannah. (2014). Eichmann en Jerusalén. Debolsillo.
  • Epicuro. (2017). Carta a Meneceo. Ediciones Tácitas.
  • Epicteto. (2020). El arte de ser libre. Koan.
  • Platón. (2023). Diálogos. Gredos.

Ver también:

Catalina Arancibia Durán
Catalina Arancibia Durán
Máster en Literatura Española e Hispanoamericana. Diplomada en Teoría y Crítica de Cine. Profesora de talleres literarios y correctora de estilo.