Los Nenúfares de Claude Monet
La serie Nenúfares de Claude Monet (Nymphéas en francés o Watter lilies en inglés) fue elaborada entre los años 1898 hasta 1926. Casi tres décadas de la vida del pintor fueron dedicadas a este motivo, inspirado en su jardín de Giverny.
Cuenta con más de 250 piezas hechas en óleo sobre tela, distribuidas alrededor del mundo. Entre ellas, destaca el grupo de casi cuarenta lienzos de gran formato, ocho de los cuales se encuentran en el Museo de La Orangerie en París dispuestos de acuerdo a la manera en que Monet los imaginó. Se encuentra también un tríptico localizado en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Análisis de los Nenúfares
La serie de los Nenúfares acompaña a Monet en las últimas tres décadas de su vida. Para entonces, ya el impresionismo había logrado un importante reconocimiento, aunque también se registraba un cansancio en el mercado.
Hemos de recordar que aquellos últimos años de Monet (de 1898 a 1926) coincidieron con una revolución en el arte. Desde que Monet empezó a pintar la serie hasta que terminó, aparecieron el expresionismo, el fauvismo, el cubismo y la abstracción. Quizá por eso la consagración de esta serie no fue instantánea.
Debido a lo extensa que es la serie de los Nenúfares, las siguientes líneas las dedicaremos a los lienzos monumentales que están expuestos en el Museo de la Orangerie y en el MoMA.
Estos lienzos tienen un conjunto de elementos característicos, además del formato. Por un lado, no se distingue en ellos ni la orilla del lago donde yacen los nenúfares ni la línea del horizonte, lo cual ofrece una clave del propósito del pintor. Por el otro lado, el estilo de Monet se hace cada vez más exigente para el espectador. Veamos el asunto con mayor profundidad.
Colección del Museo de la Orangerie, París, sala 1
Colección del Museo de la Orangerie, París, sala 2
El estilo de los Nenúfares monumentales
Dicen los investigadores Hugh Honour y John Fleming en su libro Historia del arte, que Monet tenía aún por intención "exponer una experiencia inmediata de la naturaleza", y fue así como concibió no solo cada lienzo de los Nenúfares de gran formato, sino también su disposición en el espacio.
Estos investigadores ven todavía en Monet "la exquisitez de la pincelada, las delicadas y sutiles armonías cromáticas y las amplias y dispersas composiciones de los Nenúfares". A esto agregan las siguientes palabras:
Estas panorámicas de Monet desde lo alto, prácticamente fuera de unos límites espaciales precisos, de la superficie del estanque y de lo que se percibe a través de ella, se trocan en trémulas e impalpables veladuras de color. El mundo natural se diluye en configuraciones casi abstractas de una luz y una atmósfera vibrantes. Las implicaciones de estos cuadros eran, de hecho, tan radicales como las de Picasso...
Con estas palabras, Honour y Fleming interpretan la madurez del estilo de Monet que, lejos de lo que podía pensarse, no se queda atado a su pasado, sino que se arriesga por una pincelada más difusa, meditabunda. Ya no busca solo capturar el instante como fenómeno lumínico, sino también la densidad de la experiencia interior, como si el espejo de agua sobre el que flotan los nenúfares fuera también el espejo de las propias figuraciones del alma en busca de quietud.
Cercano a la abstracción por medio de la eliminación de la línea y la vaporización de los contornos, Monet se muestra menos complaciente pero más volcado sobre sí, lo que pudo haber sido causa de la poca atención que estas piezas monumentales merecieron en su momento.
Monet tomaba un riesgo deliberado. En cierto sentido, no pensó solo en el resultado de un cuadro como fenómeno singular, no al menos en la serie de los lienzos monumentales. Pensó en un concepto y en las condiciones necesarias para poder apreciarlo. Casi podríamos decir que Monet se acerca, muy remotamente, a una idea de instalación. Concibió la obra no como objeto único sino como experiencia conjunta.
Los nenúfares de gran formato como proyecto museográfico
Desde 1897 Monet había elucubrado con el proyecto de los nenúfares de gran formato. Ya en 1909 comenzó a ganar forma la idea de abarcar todas las paredes de una habitación. Imaginaba que fueran suspendidos en el aire dentro de una habitación y alrededor de esta, de tal como que se permitiera al espectador sumergirse en este jardín fantástico creado por su pincel.
A este respecto, Monet decía sentirse tentado a la idea de que estos lienzos envolvieran el interior de una sala, para producir la ilusión de estar sumergido en aquellas escenas, sin horizonte ni orilla, y esperaba que aquel efecto se tradujese en un refugio para la meditación y la paz, tal como lo atestigua una carta fechada en junio de 1909.
La idea era que las piezas estuvieran dispuestas en una sala en 360º para crear un efecto de inmersión. Por ello, esta idea de Monet, llevada a término en el Museo de La Orangerie, mereció ser llamada la Capilla Sixtina del impresionismo.
Vea también Impresionismo: características, obras y artistas más importantes.
Historia de la serie Nenúfares
El jardín de Giverny
Desde 1883 Monet se había establecido en una casa de Giverny junto con su segunda esposa y los hijos de ambos. Giverny era una zona tranquila de Normandía. Aquella casa contaba con una entrada de agua y espacio bastante amplio. Esto le permitió a Monet crear un lago artificial, construir un puente de estilo japonés y plantar vegetación exótica. Suspendidos en aquel espejo de agua estaban sus nenúfares, a los que capturó de acuerdo a las variaciones lumínicas y atmosféricas de cada día.
Vea también Claude Monet y sus obras.
La ceguera como amenaza, la creatividad como opción
Hacia la primera década del siglo XX, Monet comenzó a sufrir cataratas. Ya para entonces había pintado muchas piezas de la serie los Nenúfares, pero fue solo a partir de 1914 cuando desarrolló el proyecto de los lienzos monumentales concebidos para una sala circular o elíptica. De estos pintó poco más de cuatro decenas.
Una ofrenda a la paz
La Primera Guerra Mundial había comenzado ya en el año 1914, antes de que Monet iniciara esta nueva sección de la serie. Dicen que el pintor, aunque vivía lejos de la zona de combate, podía escuchar el barullo de los trenes con municiones. El conflicto internacional estaba dejando a europa sumida en una gran depresión.
Hacia 1918 ya se avecinaba el fin de la guerra. Después de que se firmó el armisticio el 11 de noviembre de 1918, Monet quiso celebrarlo donando al Estado francés una selección de ocho lienzos de su serie de gran formato, concebida como un monumento a la paz. Es esa colección la que se encuentra en el Museo de la Orangerie.
Referencias
- Brodskaya, Nathalia: Monet. Nueva York: Parstone International.
- Honour, Hugh y John Fleming: Historia del arte. España: Reverte. 1986.
- Museo de La Orangerie. Página Oficial. Recuperado de musee-orangerie.fr