Sylvia Plath: 4 poemas para descubrir a una artista clave del siglo XX
Sylvia Plath (Estados Unidos, 1932 - 1963) se ha convertido en un clásico contemporáneo. Su obra estuvo marcada por la búsqueda de sentido, la exploración emocional y por abordar la salud mental.
Aunque su suicidio ha hecho eco en el imaginario popular por su crudeza (metió la cabeza en el horno y abrió la llave del gas) hoy se reconoce como una de la voces más potentes de la lírica moderna. De hecho, ganó un Premio Pulitzer póstumo por el conjunto de su poesía.
1. Soy vertical
Soy vertical
pero preferiría ser horizontal.
No soy un árbol con las raíces en la tierra
absorbiendo minerales y amor maternal
para que cada marzo florezcan las hojas,
ni soy la belleza del jardín
de llamativos colores que atrae exclamaciones de admiración
ignorando que pronto perderá sus pétalos.
Comparado conmigo, un árbol es inmortal
y una flor, aunque no tan alta, es más llamativa,
y quiero la longevidad de una y la valentía de la otra.
Esta noche, bajo la luz infinitesimal de las estrellas,
los árboles y las flores han derramado sus olores frescos.
Camino entre ellos, pero no se dan cuenta.
A veces pienso que cuando estoy durmiendo
me debo parecer a ellos a la perfección
oscurecidos ya los pensamientos.
Para mí es más natural estar tendida.
Es entonces cuando el cielo y yo conversamos con libertad,
y así seré útil cuando al fin me tienda:
entonces los árboles podrán tocarme por una vez,
y las flores tendrán tiempo para mí.
Este poema medita sobre la vida, la muerte y el anhelo de trascender las limitaciones de la existencia. Plath utiliza las imágenes de árboles y flores para explorar el contraste entre la fugacidad de la vida humana y la aparente permanencia de la naturaleza.
Los versos comienzan estableciendo una oposición entre dos estados: el estar "vertical", que simboliza la condición de estar vivo, activo, consciente y enfrentado al mundo, y el estar "horizontal", que sugiere muerte y descanso..
Aquí está presente el deseo de trascender la fragilidad humana y encontrar un sentido de pertenencia más profundo. Este anhelo se manifiesta en la idea de que, al morir y convertirse en parte de la tierra, la conexión con la naturaleza finalmente será alcanzada: "los árboles podrán tocarme por una vez, y las flores tendrán tiempo para mí".
Así, la hablante plantea preguntas universales sobre el lugar del individuo en el mundo, la relación con el entorno y la búsqueda de sentido.
2. Carta de amor
No es fácil expresar lo que has cambiado.
Si ahora estoy viva entonces muerta he estado,
aunque, como una piedra, sin saberlo,
quieta en mi sitio, mi hábito siguiendo.
No me moviste un ápice, tampoco
me dejaste hacia el cielo alzar los ojos
en paz, sin esperanza, por supuesto,
de asir los astros o el azul con ellos.No fue eso. Dormí: una serpiente
como una roca entre las rocas hiende
el intervalo del invierno blanco,
cual mis vecinos, nunca disfrutando
del millón de mejillas cinceladas
que a cada instante para fundir se alzan
las mías de basalto. Como ángeles
que lloran por la gente tonta hacen
lágrimas que se congelan. Los muertos
tenían yelmos helados. No les creo.Me dormí como un dedo curvo yace.
Lo primero que vi fue puro aire
y gotas que se alzaban de un rocío
límpidas como espíritus. y miro
densas y mudas piedras en tomo a mí,
sin comprender. Reluzco y me deshojo
como mica que a sí misma se escancie,
igual que un líquido entre patas de ave,
entre tallos de planta. Mas no pienses
que me engañaste, eras transparente.Árbol y piedra nítidos, sin sombras.
Mi dedo, cual cristal de luz sonora.
Yo florecía como rama en marzo:
una pierna y un brazo y otro brazo.
De piedra a nube iba yo ascendiendo.
A una especie de dios ya me asemejo,
hiende el aire la veste de mi alma
cual pura hoja de hielo. Es una dádiva.
Este poema analiza el impacto del amor, no sólo como vínculo humano, sino como fuerza transformadora que redefine la existencia de la hablante lírica.
Comienza con la noción de que estuvo "muerta" antes de la llegada de su amante: “Si ahora estoy viva entonces muerta he estado”. Aquí, la muerte no parece literal, sino una metáfora para describir un estado de apatía, desconexión o vacío existencial.
Esta relación genera una profunda metamorfosis en ella. A medida que avanza, la voz poética se despoja de su antigua identidad, como una roca que se convierte en un ser luminoso, ascendente y floreciente. La oposición entre la quietud (la piedra y la serpiente dormida) y el dinamismo (el florecer, el ascenso hacia lo divino) enfatiza la magnitud del cambio.
Como en la mayoría de su obra, la naturaleza actúa como un espejo de su proceso interno, donde lo inerte da paso a lo dinámico y lo denso se convierte en lo etéreo.
Así, los versos no celebran el amor de forma idealizada, sino que lo abordan como una experiencia casi mística, que la arranca de su estado anterior para llevarla a un plano superior.
3. Amapolas en octubre
Ni siquiera las cúmulos de esta aurora saben qué hacer con tales faldas.
Ni la mujer que va en la ambulancia,
cuyo rojo corazón florece a través del abrigo, tan asombrosamente.
Son un don, un don de amor
no requerido
por este cielo
que indolente y flameante
quema su monóxido de carbono, ni por esos ojos
tan pasmados que, por un instante, se inmovilizan bajo los bombines
Ah, Dios mío, ¿qué soy soy
para que estas bocas tardías se abran a gritos
en este bosque de escarcha, en este amanecer de acianos?
Aquí se analizan temas como la fragilidad de la vida y el lugar del ser humano frente a un universo indiferente. La aparición de las amapolas, representadas como una irrupción sorprendente de color y vitalidad, contrasta con un trasfondo de dolor, vacío y desconexión emocional.
De este modo, las flores son descritas como un regalo imprevisto, un "don de amor" no solicitado. Esta belleza súbita y efímera contrasta con la frialdad del mundo que las rodea, simbolizado por el amanecer helado.
La voz lírica cuestiona su propio lugar en este escenario: "Ah, Dios mío, ¿qué soy yo?". Esta pregunta refleja una lucha por encontrar sentido o relevancia frente a la majestuosidad indolente de la naturaleza y la fugacidad de la existencia humana.
Es importante señalar que las amapolas son un símbolo recurrente en la poesía de Plath. En estos versos representan tanto la belleza como el dolor, ya que evocan asociaciones con la sangre, la pasión y la mortalidad.
Así, con su color vibrante, emergen en un entorno desolado, casi como una declaración de resistencia. Sin embargo, esta belleza no alivia el dolor ni proporciona consuelo, sino que subraya la fragilidad y la inutilidad de buscar socorro en un mundo que no responde.
4. El ahorcado
Por la raíz del pelo algún dios me atrapó.
Sus vatios azules me hicieron chisporrotear como a un profeta
del desierto.
Las noches desaparecieron, cerrándose de golpe, como los
párpados de un lagarto,
Un mundo de días blancos y calvos en la cuenta sin sombras.
Un aburrimiento buitreo me dejó clavado a este árbol.
Si él fuera yo, haría lo que hice.
Desde el inicio, el poema describe a un dios que atrapa al hablante “por la raíz del pelo”, lo que implica una violencia y un dominio absoluto.
Se trata de una metáfora de la experiencia de estar atrapado por fuerzas que escapan al control del individuo, ya sea el sufrimiento psicológico, la inevitabilidad de la muerte o una crisis existencial.
De este modo, la imagen del ahorcado, suspendido entre el cielo y la tierra, sugiere un estado de transición, donde el hablante enfrenta una especie de purgatorio emocional.
La justificación final del hablante ("haría lo que hice") sugiere una aceptación del sacrificio o del sufrimiento como parte integral de su experiencia. Esto puede interpretarse como una forma de reconciliación con su dolor, que lo lleva a una comprensión más profunda de su situación.
En última instancia, el poema es una reflexión sobre la vulnerabilidad humana frente a fuerzas mayores y el significado que se puede encontrar en la aflicción.
Sobre Sylvia Plath
Sylvia Plath (1932-1963) fue una escritora estadounidense, conocida por una obra de gran intensidad emocional y por su lucha contra la depresión.
Nació en Boston, Massachusetts. Su vida dio un giro tras la muerte de su padre cuando tenía ocho años, lo que dejó una profunda huella en su psique y en su obra.
Estudió en Smith College y más tarde en la Universidad de Cambridge, donde conoció al poeta Ted Hughes, con quien se casó en 1956.
Aunque su matrimonio fue inicialmente feliz, estuvo marcado por problemas personales y la infidelidad de Hughes, lo que afectó profundamente a Plath. Durante su vida, luchó contra episodios de depresión, que eventualmente la llevaron a suicidarse a los 30 años.
A pesar de su corta vida, dejó un legado literario impresionante. No sólo a través de su poesía, sino que también con su única novela, La campana de cristal (1963), que aborda temas como la enfermedad mental, la búsqueda de identidad y la opresión social.
Estilo poético
La obra de Plath se caracteriza por la intensidad emocional, el uso de imágenes vívidas y la exploración de temas como la muerte, el sufrimiento, la identidad y la naturaleza humana.
Sus textos reflejan su lucha interna, abordando tanto lo personal como lo universal. Por ello, se asocia con la poesía confesional, un estilo que se caracteriza por la exposición de la experiencia personal de manera directa y sin reservas.
Libros más importantes
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El coloso (1960): su primer libro de poesía. Muestra su habilidad para combinar lo personal y lo mítico, abordando temas de pérdida y desesperación.
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Ariel (1965): colección de poesía más conocida, publicada póstumamente. En esta obra expone de manera cruda y desgarradora sus luchas personales.
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La campana de cristal: su única novela, que narra la historia de una joven mujer que lucha contra la enfermedad mental, un tema profundamente autobiográfico.
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Los diarios de Sylvia Plath (1982): una compilación de sus diarios personales, que ofrecen una visión íntima de sus pensamientos, luchas emocionales y procesos creativos.
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Ariel: edición restaurada (2004): se trata de una edición restaurada de Ariel que incluye los poemas en el orden que Plath los dejó antes de su muerte, proporcionando una nueva visión de su trabajo poético.
Bibliografía:
Plath, Sylvia. (2019). Soy vertical, pero preferiría ser horizontal. Penguin Random House.
Ver también: